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OPINIÓN | Aldama, bomba de racimo, por Antón Losada

#VeranoEsLoQueHay

Ha llegado el tan esperado verano. Si has tenido la suerte de contar con un puesto de trabajo asalariado durante el año, es posible que ahora tengas vacaciones. O no. Porque por todo el mundo es sabido que la meritocracia no existe (son los padres) y el esfuerzo no garantiza absolutamente nada. Si eres de este segundo grupo, mi más sentido pésame. Espero que no seas de esas personas que acabarán currando en un festival de música supermoderno, previo patrocinio de ayuntamientos y cajas de ahorros archiconocidas, que eligen a subcontratas que acaban haciendo trabajar a gente a turnos de más de doce horas sin garantizarles transporte, comidas o lugares donde dormir, por el módico precio de… vaya usted a saber. A veces hay quien cuenta que le han pagado meses después, en b y a tres euros y pico la hora. Escalofriante. (Para más información, echad un vistazo a la denuncia de la Asamblea de Jóvenes Precarizadas de Bilbo Eragin, que ha recogido testimonios que hablan de “sueldos inferiores a los cinco euros por hora; jornadas de hasta quince horas seguidas sin derecho a descansos reglados; inexistencia, en muchos casos, de contrato; obligación de mentir sobre las condiciones laborales en una inspección de trabajo...”  Me dan ganas de tatuarme su lema: #noesloquehay). ¿Seremos capaces, entre todas, de denunciar estas situaciones y conseguir que la gente cuente con condiciones laborales que no sean de semiesclavitud? Ojalá.

En cualquier caso, hoy vengo a hablaros del grupo inicial: esas personas privilegiadas, tan sumamente afortunadas y suertudas que contamos con uno o dos meses de vacaciones al año. Contar con tiempo libre remunerado, para dedicarlo al tipo de ocio que se te ponga en la punta del moño, es el mejor escenario que se le puede ocurrir a una. El sueño de toda adulta. La panacea hecha realidad ¿O no? Spoiler: de todo hay en la viña del señor.

Dentro ranking de privilegiadas:

En el grupo número tres encontramos a quienes aprovechan los últimos coletazos de julio para meter a sus retoños en campamentos, terminar un par de asuntos de cara a septiembre y así luego “andar más desahogada”. Cuando los campamentos terminan, los apuntan a la ludoteca. Al cerrar la ludoteca, los llevan con sus abuelas. Y si sucediera que se acaban todos los planes a b c y d para empaquetar a la descendencia y parece que tienen que encargarse, siempre nos quedará esa llamada urgente desde el trabajo, en la que nos dicen que ha habido un imprevisto. ¡Oh no! ¡¿Ha habido un imprevisto?! Debemos volver a leer en el autobús de camino a la oficina, a interactuar con personas adultas sobre temas adultos y a usar la pausa del café y los descansos pro tabaquismo para intercambiar un par de coqueteos con aquel que nos trae el material de papelería o aquella que trabaja en la tienda a la vuelta de la esquina. ¡Sálvese quién pueda y los niños que los cuide el/la cónyuge!

En el grupo número dos encontramos a esas almas libres que “pueden” hacer lo que les dé la gana. A esas personas sin responsabilidades más allá de ellas mismas. Con dinero, tiempo y ganas de comerse el mundo, la vida es un paraíso terrenal. ¿O no? A veces, curiosamente, sucede que la mejor opción suele ser estructurarse el tiempo de ocio para no acabar abrumadas... de libertad. Hay quien se apunta a un intensivo de inglés de cuatro horas, quien decide estudiar para las oposiciones del 2036 en la biblioteca, quien se anima a ir al polideportivo y le da por hacer 3 horas de spinning, meditación, tai chi o cualquier actividad dirigida previo pago. La segunda quincena te vas con tu amiga allá donde Cristo perdió la sandalia. Todo en el nombre del tiempo libre, de las vacaciones y del “hago lo que quiero”. Ahora bien, si el intensivo de inglés al final no sale por falta de alumnado, el polideportivo está a rebosar y no cabes en clase de spinning o tu amiga acaba cancelando porque a su hijo le ha salido un papiloma… reestructuración existencial, gabinete de crisis y terapia exprésspinning que te crió. ¿Sabemos encajar un mes entero de “nada obligatorio que hacer”? A veces da la sensación de que no tan bien como nos gustaría.

En el grupo número uno encontramos a la gente que se va de viajes mochileros cambia-vidas a países en otros continentes que no son Europa y para describir a los habitantes de dichos lugares, utiliza expresiones como: “son felices con tan poco”, “no tienen nada, pero todo te lo dan”, “en estos países hay que regatear” y demás comentarios con los que a una le dan ganas de arrancarse la piel a tiras. Esta gente vuelve aparentemente metamorfoseada, después de haber hecho un pozo, o de haber pseudoenseñado x idioma tres semanas en un lugar que antes no sabía señalar en el mapa. Las conclusiones suelen ser siempre las mismas: “lo mejor de allí son sus gentes” (ese grupo compacto que engloba a todoelmundo siempre me da escalofríos) y “iba a enseñarles x, pero al final la que más aprendí fue yo” o en su defecto “iba a ayudar, pero al final me ayudaron ellos a mí”. ¿En serio? ¿Es necesario seguir subrayando que esto es una aberración o la moda piensa durar muchos años más? Hay que dejar de aprovecharse del empobrecimiento de algunos países para enriquecernos una vez más. 

Mira, voy a ser demagoga y te propongo un plan sin precedente. Este verano, puede ser superespecial y convertirse en ese fantástico momento para plantearnos qué mierda estamos haciendo con nuestras vidas. Yo cumplo 35. Soy una adulta oficial ya. Pensaba que en algún momento la historia cambiaría sola sin darle yo la vuelta al cassette, pero… nada, no tiene ninguna pinta. Son trending topic “odio los lunes” o “¡por fin de vacaciones (+fotos de pies en la playa)!”. ¿Hasta cuándo vamos a seguir con esto? ¿No hemos escarmentado ya? ¿Cuánto más hay que seguir recordándonos entre nosotras que no odiamos los lunes, ni toooooooooodos los puñeteros meses del año que no sean agosto? La frase es más vieja que la tos y no me la he inventado yo. Pero, repite conmigo: no odias tu vida, odias EL CAPITALISMO. ¿Y si hacemos algo? Cito a Eragin de nuevo y en mayúsuculas: #NOESLOQUEHAY.

Ha llegado el tan esperado verano. Si has tenido la suerte de contar con un puesto de trabajo asalariado durante el año, es posible que ahora tengas vacaciones. O no. Porque por todo el mundo es sabido que la meritocracia no existe (son los padres) y el esfuerzo no garantiza absolutamente nada. Si eres de este segundo grupo, mi más sentido pésame. Espero que no seas de esas personas que acabarán currando en un festival de música supermoderno, previo patrocinio de ayuntamientos y cajas de ahorros archiconocidas, que eligen a subcontratas que acaban haciendo trabajar a gente a turnos de más de doce horas sin garantizarles transporte, comidas o lugares donde dormir, por el módico precio de… vaya usted a saber. A veces hay quien cuenta que le han pagado meses después, en b y a tres euros y pico la hora. Escalofriante. (Para más información, echad un vistazo a la denuncia de la Asamblea de Jóvenes Precarizadas de Bilbo Eragin, que ha recogido testimonios que hablan de “sueldos inferiores a los cinco euros por hora; jornadas de hasta quince horas seguidas sin derecho a descansos reglados; inexistencia, en muchos casos, de contrato; obligación de mentir sobre las condiciones laborales en una inspección de trabajo...”  Me dan ganas de tatuarme su lema: #noesloquehay). ¿Seremos capaces, entre todas, de denunciar estas situaciones y conseguir que la gente cuente con condiciones laborales que no sean de semiesclavitud? Ojalá.