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Cifuentes, la regeneradora del PP que se fue entre el escándalo sin completar un mandato

Cristina Cifuentes, un día después del pleno extraordinario sobre el caso máster. / Efe

José Precedo / Sofía Pérez Mendoza

Dos años y diez meses justos al frente de la Comunidad y uno con las riendas del PP madrileño que no aclara si soltará. Es la cronología de Cristina Cifuentes, la dirigente que prometió regenerar el Gobierno, el partido y casi todo en Madrid. La lideresa que en 2015 anunció un nuevo tiempo en la región tras las corruptelas de sus antecesores y la salida por la puerta atrás de su precedesora y enemiga interna, Esperanza Aguirre, abandona sin haber completado un solo mandato, acuciada por su propio escándalo, el de un máster que no realizó. Al menos no como un alumno más: yendo a clase y examinándose junto al resto de compañeros. Su expediente es una anomalía, repleto de firmas falsas, de actas fabricadas, de profesores que no la conocen.

Y al final la puntilla del vídeo de un supuesto hurto de dos cremas en 2011.  

Tanto como las irregularidades detectadas en ese grado de la polémica Universidad Rey Juan Carlos -donde ya había tenido que dimitir el anterior rector por sus plagios- han pesado las incongruencias de la presidenta a la hora de explicarse. Falsedades repetidas en la sede de la Asamblea madrileña, en los medios de comunicación y también a través de las redes sociales. Su primera respuesta a las revelaciones de eldiario.es -apuntaladas con documentos y pantallazos de los ordenadores de la facultad- fue anunciar dos querellas contra los periodistas de eldiario.es. “Criminales”, las apellidó para intentar subrayar la gravedad de su huida hacia ninguna parte. Como si no todas las querellas lo fueran. Además de eso se escudó en una hipotética acta de la universidad con firmas de las profesoras que supuestamente habrían evaluado un trabajo de fin de máster que no llegó a aparecer nunca. Y en las atropelladas justificaciones de un rector y dos mandos de la universidad en su primera comparecencia ante los medios de comunicación. Un día después de respaldar que todo estaba bien, la dirección de la Universidad se vio obligada a abrir una investigación interna que ha acabado de la peor manera posible: en la Justicia por los graves indicios de delito. 

Todo empezó el 21 de marzo aunque ya parezca la prehistoria. En este tiempo los protagonistas se han desmentido entre ellos y ahora tendrán que comparecer en la Fiscalía que indaga ya sobre delitos penales, el primero y más flagrante, el de falsedad documental -castigado con entre tres y seis años de cárcel- que ha denunciado quien aparecía como presidenta del tribunal. Ante la inspección de la universidad, la profesora Alicia López de los Mozos aseguró que la firma que aparecía en el supuesto acta no era suya y que nunca estuvo en un tribunal que evaluase a Cifuentes. 

La suya era la primera de las comparecencias de la investigación interna. No hizo falta más para que se desmoronase la única coartada de Cifuentes. Solo tras escuchar el testimonio de la profesora , la universidad envió inmediatamente el asunto a la fiscalía, que ya había registrado una denuncia anterior de una asociación de universitarios. 

La hiperactividad mediática de Cifuentes, su impresionante álbum de fotos de Gobierno, se interrumpió en mitad de la barahúnda. 14 días sin más comparecencias que un par de entrevistas cómodas en Onda Cero y Trece y un vídeo en Periscope donde esgrimió la famosa acta del hipotético tribunal que, según ella, la examinó. Luego se la tragó la tierra. Durante un fin de semana largo ni siquiera apareció por la Puerta del Sol. Oficialmente explicó que por una gripe. Sus colaboradores, un equipo muy leal que la acompaña desde sus tiempos en la Delegación del Gobierno, tuvieron que lidiar solos contra las exclusivas publicadas en eldiario.es que fueron desmontando su relato.

El principal bagaje de la nueva lideresa del PP, ese aire fresco que prometió introducir en su organización, se evaporó en dos semanas. La regeneración y la limpieza que garantizaba en el partido y la Comunidad para poner fin a la era Aguirre -inaugurada con el tamayazo y que acabó como con sus dos dirigentes de confianza entrando en prisión- ha chocado con el episodio de su máster y sus rocambolescas explicaciones.

Cuando peor pintaban las cosas para ella, el jueves 5 de abril con la apertura de la investigación de la Fiscalía, llegó a decir que era “una buena noticia” y que fue ella la que acudió al juzgado. Se refería a las querellas contra el eldiario.es. Ella presentándose como la que intentaba poner en orden en el desbarajuste de la Universidad que estalló con las revelaciones de su máster. Como cuando Aguirre presumía de haber destapado la Gürtel.

Todo la fachada del nuevo PP de Madrid se ha venido abajo en un santiamén. Incluida la escenografía desplegada durante los últimos tres años en la presidencia de la Comunidad. Porque Cifuentes ya había sido señalada por un informe de la Unidad Central Operativa de la Guarida Civil que pedía imputarla por su papel en la Mesa de la Asamblea para adjudicar un restaurante en el parlamento autonómico a otro de los sospechosos habituales en la corrupción de Madrid, el empresario y antiguo presidente de la patronal, Arturo Fernández. Entonces compareció ante los medios con un pin de la Benemérita en la solapa y la mejor de sus sonrisas para explicar que no tenía nada que ver. No es que resultara indemne de aquello pero al menos el juez decidió no investigarla de momento, y tomar declaración a sus compañeros en la mesa de contratación. Y también salió más o menos bien librada de su comparecencia ante la Cámara donde la sentó la oposición después de que el exsecretario general de su partido y hoy apestado en el PP, Francisco Granados, le acusase de estar al tanto de todos los manejos en las campañas por su supuesta relación con Ignacio González.

Su breve mandato ha estado plagado de sobresaltos. Ella misma alardeó de haber llevado a la Fiscalía las irregularidades del Canal de Isabel II que supusieron la imputación de gravísimos delitos a su predecesor en la Comunidad, Ignacio González. Lo cierto es que el ministerio público lo investigaba desde un año antes. Varios de los diputados de la lista que encabezó en las listas de 2015 y cuya autoría ella siempre atribuyó a Aguirre cayeron salpicados por distintos sumarios.

Cifuentes ha pisado callos en el partido intentando barrer la casa. La relación política con sus socios de Ciudadanos, que le prestaron el diputado que le faltaba para ser presidenta ha sido una auténtica tortura. El partido de Albert Rivera tuvo en sus manos varias veces su futuro político pero siempre prefirió mantenerla con respiración asistida. Hasta las últimas horas Ciudadanos -que llegó a encargar una encuesta para ver qué prefieren sus votantes- había preferido una rival debilitada en frente al riesgo de desairar al electorado de centro derecha por el que compite en toda España. 

Cifuentes ni siquiera dispone de un grupo parlamentario a su medida porque las listas electorales las configuró Aguirre, como la propia presidenta se encargó de recordar en 2015 cuando solo era candidata. En esos escaños ha pasado semanas durísimas junto a Isabel González cuando los dos hermanos de la diputada, el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio y el antiguo mandamás en Mercasa, Pablo, entraron en prisión y todo su entorno culpaba a la presidenta regional de sus desgracias. 

Su caparazón durante todo este tiempo ha sido ese pequeño núcleo de colaboradores que formó en su paso por la Delegación del Gobierno, a la que llegó en enero de 2012 y que desde entonces viven “para la jefa”, junto a su consejero de Presidencia y mano derecha, Ángel Garrido.

Pese a llevar 30 años en política, la presidencia de Madrid ha sido su primer cargo de gestión. Antes había pasado 20 años como diputada en la Asamblea regional. Ni siquiera en los felices noventa o a partir del año 2000 cuando el PP se repartió un ingente poder ninguno los bandos que competían en la batalla interna encomendaron a Cifuentes puestos relevantes, aunque ella siempre estuvo más cerca de Gallardón. Pero ni el exalcade y expresidente de Madrid ni su eterna rival, Esperanza Aguirre, le confiaron un departamento en el que pudiera manejar presupuesto En la Asamblea estuvo ligada a un grupo de personas vinculadas al ámbito universitario, personas de confianza del exconsejero de Educación y antiguo rector de la Universidad Complutense, Gustavo Villapalos. 

En 2012, recién ganadas las elecciones, Mariano Rajoy la eligió delegada del Gobierno en Madrid. Tampoco entonces fue la primera opción. María Dolores de Cospedal sondeó antes otras candidaturas. Al final fue nombrada y desde entonces ha mantenido buena sintonía con el presidente del Gobierno que la eligió en 2015 cabeza de cartel en detrimento de Ignacio González.  Mantiene un trato aún más cercano con la secretaria general, María Dolores de Cospedal, una de las primeras dirigentes que ha salió a defenderla en el asunto de su máster. Con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, en cambio, la relación es gélida.

Las últimas semanas han sido las más duras de tres décadas de actividad política. Desde la convención del PP en Sevilla -donde todos los focos le apuntaban a ella y sus compañeros le rindieron una de esas ovaciones que reservan para los políticos en apuros- ella habló de lo mucho que estaba sufriendo a nivel personal. Entre líneas reconoció lo que era un clamor en el edificio institucional de la Puerta del Sol: que desde la primera información del máster hace tres semanas la Comunidad está paralizada: “Este asunto está distorsionando la acción del Gobierno. Confío en que podamos estar en las tareas de gestión y de Gobierno”. Cuando llegó a semejante conclusión -de que el escándalo del máster le impedía ya gobernar- decidió dejarlo. Y había elegido, según ella misma admitió en su última comparecencia, al acabar los actos del día de la Comunidad de Madrid, el 2 de mayo, a los que había invitado a la plana mayor del PP y del Gobierno central. Mucho antes de eso había sentido esos clamosoros silencios de la cúpula del partido. La soledad tan típica en el PP del dirigente que han caído en desgracia. Sin esperar a que terminase su última comparecencia en la Puerta del Sol, su presidente, el hombre que decidió personalmente su candidatura, Mariano Rajoy, se apresuró a anunciar “que se abre una nueva etapa en el PP de Madrid”. Otra más.

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