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Federico Trillo, el consigliere jurídico del PP que dice que nunca se enteró de nada

La portavoz parlamentaria del PP, Dolors Montserrat (izquierda), recibió a Federico Trillo a su llegada al Congreso.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Federico Trillo, ese gran admirador de la obra de William Shakespeare, fue durante dos décadas diputado por Alicante, por tanto en la época en que el PP de la Comunidad Valenciana tenía una relación íntima y provechosa con los billetes de 500 euros.

“Money is a good soldier”, dice Falstaff en 'Las alegres comadres de Windsor'. Es decir, es importante poner el dinero a trabajar en tu favor. En el PP valenciano, lo hicieron de forma estajanovista. Los billetes acabaron muertos de cansancio.

Trillo no se enteró de nada. No vio nada. No olió nada. No escuchó nada.

Este gran consigliere jurídico del PP durante muchos años estuvo este martes en la comisión de financiación del Partido Popular en el Congreso. No fue alguien del montón. En sus mejores años, Trillo trazó estrategias jurídicas, dio instrucciones a dirigentes acusados de corrupción y a sus abogados, y facturó grandes cantidades de dinero por los servicios. Rajoy lo reconoció en público en un mitin y siempre le escuchó con atención sobre cuestiones legales.

Nada más lejos de la realidad. “No he sido asesor jurídico del Partido Popular”, dijo al comienzo de su comparecencia. “Fui director de la asesoría de los grupos parlamentarios del PP”. Un tipo que echaba una mano de vez en cuando. Cómo no ayudar a un amigo en apuros. A un montón de amigos. Todos en el mismo partido. 

Los pagos a un misterioso “Federico Trillo”

En los papeles de Bárcenas, hay toda una serie de anotaciones con entregas de dinero por valor de miles de euros para “Federico” y “Federico Trillo”, le recordaron varios diputados. Aparentemente, ese Federico Trillo era otro Federico Trillo, porque el Federico Trillo que fue presidente del Congreso y ministro de Defensa niega saber nada de esas cifras. Tiene una forma curiosa de negar las cosas. Por ejemplo, diciendo que siempre declaró a Hacienda todos sus ingresos (no le preguntaban por eso) o que los jueces no le han llamado a declarar nunca como imputado (tampoco le preguntaban por eso, porque la gente ya lo sabe).

Cantidad total recibida, según los documentos de Bárcenas: 185.000 euros entre 2001 y 2006. Trillo lo negó. 

No estaba siendo juzgado en la comisión, pero se comportó como los sospechosos que pasan por un interrogatorio policial en un caso de asesinato: alegar ignorancia, definirse como una pieza menor, plantear teorías conspiratorias que alejen las sospechas de él, extenderse en las explicaciones para que el interlocutor se pierda en la niebla.

Ya hubiera querido Keyser Söze haber sido tan hábil y retorcido en su interrogatorio. 

La conspiración que no cesa

Hay que reconocer a Trillo que en un momento dado durante la comisión decidió olvidarse de la táctica del calamar y pasó a morder. No hay que olvidar que él fue el autor intelectual de la defensa del PP ante la primera andanada del caso Gürtel, perfectamente resumida por Rajoy con la célebre frase: “Gürtel no es una trama del Partido Popular. Es una trama contra el Partido Popular”.

El consigliere tuvo la oportunidad de cantar victoria cuando el TSJM archivó una de las primeras investigaciones. El problema del PP fue que ya no pudo hacer lo mismo cuando jueces, fiscales, policías y guardias civiles destaparon los asuntos de corrupción relacionados con el partido. Ahí Trillo creía tener un argumento sólido en la línea de la teoría de la conspiración sobre “la trama contra el Partido Popular”: los policías eran los malos. 

“Tampoco tengo ningún entusiasmo por la UDEF”, dijo de pasada. Y no siente especial respeto por la UCO, de la Guardia Civil, al sugerir sin explicarlo que su existencia no tiene base legal. Luego tuvo que concretar qué tenía contra las unidades policiales especializadas en delitos económicos, y entre ellos la corrupción: “Yo no he manchado a la Policía y la Guardia Civil. He dicho que sobre los jefes policiales que se ocuparon de la investigación de Camps y de Gürtel no se podía confiar en ellos”.

Bueno, es lógico que los presuntos delincuentes no se fíen de la policía. Van a por ellos.

Gracias al trabajo de la UDEF y la UCO, a Trillo se le acabaron los trucos jurídicos para frenar el caso Gürtel y el de Bárcenas. La Audiencia Nacional impidió otra de esas maniobras: el PP se personó como acusación popular para realizar todo tipo de maniobras con las que defender a Luis Bárcenas y reclamar una y otra vez el archivo de las diligencias abiertas contra él y su esposa. 

Pero Trillo tampoco sabía nada de eso: “Me desconcierta con lo de arquitecto de la estrategia (jurídica) de todos los casos para el PP”, dijo al diputado del PNV Mikel Legarda, al que pasó a maltratar desde ese momento. Legarda le preguntó directamente por sus antiguas acusaciones a Rubalcaba. Entonces, el exlíder del PSOE era una mezcla de Fu Manchú y el Doctor No a ojos del PP, una fuerza maligna que manejaba los hilos en la sombra tras una sonrisa maléfica. 

Trillo decidió actualizar la conspiración. Rubalcaba ya está muy visto en las carteleras. Si había que montar una secuela, tenía que ser con personajes nuevos, más frescos: “Siempre tuve la impresión de que detrás del caso Gürtel había otras cosas, y lo hemos visto con las grabaciones de las últimas semanas. Por eso, creo que el excomisario Villarejo, (la ministra de Justicia) Delgado y (Baltasar) Garzón podrían aclarar algunas cosas”. 

Esas grabaciones dejan para la posteridad la descripción que hace de Trillo el siniestro policía: “Más tonto que un cipote vendado”. Se supone que algunos policías hablan así.

La vergüenza del Yak-42

Federico Trillo –licenciado en Derecho, número uno de su promoción en el Cuerpo Jurídico de la Armada y letrado del Consejo de Estado– había puesto con sus palabras a la Justicia bajo sospecha, como antes había hecho con la Policía y la Guardia Civil, por la instrucción del caso Gürtel, supuestamente manipulada por el trío Villarejo, Delgado y Garzón y ahora confirmada con sentencia condenatoria de la Audiencia Nacional. 

Evidentemente, Trillo dijo que no conocía en persona a Villarejo y después afirmó que en ningún caso había hablado “de ninguna conspiración”. En ese momento, los diputados ya tenían razones de sobra para mirar al exministro con unas dosis notables de escepticismo.

Parece poco habitual que alguien que ha tenido puestos tan importantes en el PP se lance tan a gusto contra la reputación de jueces y policías. En todo esto, había algo personal. La UDEF realizó un informe que se refería al dinero que Trillo había recibido del PP para contratar a los abogados de los acusados en el juicio del Yak-42.

Ese fue uno de los momentos más repugnantes de la democracia española. 62 militares murieron en Turquía en el accidente del avión que les llevaba a la guerra de Afganistán. El Estado los dejó tirados en dos ocasiones, como si fueran mercancía de usar y tirar.

Primero, con la contratación de aviones y tripulaciones que no estaban en condiciones de garantizar la seguridad necesaria. Después, cuando las urgencias para proceder a la repatriación de los cadáveres cuanto antes para que pasara la tormenta política sobre el Gobierno de Aznar hicieron que se falsificara la identificación de 30 cadáveres. Se entregó a muchas familias restos humanos que no correspondían a sus hijos, maridos o padres. Un negocio macabro. 

No se podía caer más bajo en el Ministerio de Defensa dirigido por Federico Trillo. Hubo que esperar 13 años para que el Consejo de Estado hiciera no exactamente justicia, pero sí al menos un cierto reconocimiento de la negligencia criminal del Estado y del dolor sufrido por las víctimas.

“Después de las familias, nadie lo siente más que yo”, afirmó Trillo. No lo dijo muy emocionado. 

Tantos desvelos en favor del partido concedieron a Trillo el premio de la Embajada española en Londres. Los partidos pagan sus deudas, sobre todo a los que han estado en los momentos críticos y nunca han visto nada. 

Para los familiares del Yak-42, fue el insulto final, solo mitigado por la decisión del Consejo de Estado. Fue un pequeño consuelo. No les dejaron aspirar a más. En política, no siempre ganan los buenos.

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