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Sánchez e Iglesias rompen y abren la guerra por el relato a dos semanas de la investidura

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, antes de la reunión de este martes.

Aitor Riveiro / Irene Castro

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias habían intentado cuidar las formas en las negociaciones abiertas por ambos tras las elecciones generales del 28 de abril para que no descarrilaran y mantener vivas las opciones de un acuerdo que permitiera una investidura este 25 de julio.

Pero la última de las cinco reuniones mantenidas entre ambos durante estos dos meses ha terminado de romper este mismo martes los puentes entre dos líderes, que han acumulado desconfianzas mutuas durante cuatro años. Y nada más finalizar el encuentro, se ha desatado una batalla por ganar el relato ante la sociedad en vista de una casi segura investidura fallida y la opción, cada vez más real, de que los españoles sean llamados otra vez a las urnas el próximo 10 de noviembre.

La reunión de este martes ha sido una de las más largas de las que ambos han mantenido desde el 28A. Pero no ha servido más que para que ambos dirigentes sigan con su toma y daca de las últimas semanas, pero con la presión del calendario, a dos semanas de la investidura. Las reacciones posteriores certifican que a día de hoy todo está roto entre dos partidos que están llamados a entenderse para gobernar. La historia de la negociación arrancó hace más de dos meses.

El 7 de mayo comparecía Pablo Iglesias en el Palacio de la Moncloa tras una primera visita al presidente en funciones. “Nos hemos puesto de acuerdo es que vamos a trabajar para ponernos de acuerdo”, aseguraba entonces el líder de Podemos. “La reunión ha ido muy bien”, señalaban desde ambos partidos.

Dos meses después, el desacuerdo es total, el cruce de reproches va en aumento y los encuentros ya no van bien. La cita de este martes fue “infructuosa”, según la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra. Los socialistas reconocen que el tono ha distado de la cordialidad que las dos partes trataron de mantener en las primeras citas.

Nada más despedirse Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que ni siquiera ha comparecido esta vez tras la reunión, se ha abierto la guerra por el relato y por trasladar al otro la responsabilidad del fracaso. “A Iglesias le interesan más los nombres del Consejo de Ministros que las políticas a desarrollar”, ha afirmado Lastra tras el encuentro de Sánchez y su “socio preferente”. Poco después de la rueda de prensa, Ferraz y Moncloa han asegurado que “las negociaciones se han encallado porque Pablo Iglesias lleva pidiendo ser vicepresidente desde el primer día” al mismo tiempo que aseguraban que “no se ha roto nada porque no se ha iniciado nada”.

“Solo quiso hablar de eso: ni políticas, ni comisión negociadora, ni nada… –dicen fuentes gubernamentales–. Nosotros no queremos elecciones. Hay espacio para discutir y pactar políticas, programa. Ellos parece que no ven ni quieren otra salida”. Los socialistas insisten en que Iglesias “no se ha movido” de su posición inicial mientras que defienden que Sánchez está tratando de “desbloquear” la situación. 

Desde Unidas Podemos niegan que Pablo Iglesias haya reclamado una vicepresidencia y sostienen que fue el propio Sánchez el que aceptó negociar un Gobierno de coalición. En un tuit publicado en la cuenta oficial, el partido de Iglesias califica la filtración de “noticias falsas” y acusa a los socialistas de seguir una estrategia de “presión” con “la amenaza de repetir elecciones”.

Podemos ha sido un partido con ambición de gobierno desde su fundación y ya en 2016 Pablo Iglesias defendió su entrada como vicepresidente en un Ejecutivo de Pedro Sánchez. Su participación en el Gobierno ha sido, así, uno de sus objetivos siempre. En las elecciones de este mes de abril, y después, ha reclamado un “Gobierno de coalición” y ha puesto como ejemplo en múltiples ocasiones los casos de la Comunidad Valenciana o Baleares, donde los candidatos de Unidas Podemos han logrado una Vicepresidencia. Iglesias también ha reclamado un trato similar al que el verde Joschka Fischer tuvo en Alemania, donde fue vicecanciller con menos del 7% de los votos.

Si el PSOE rectifica, dicen, “encontrarán a Podemos dispuestos para negociar un Gobierno de coalición de izquierdas sin líneas rojas ni vetos”. En el grupo confederal sostienen que ellos sí se han movido. Sobre todo al ofrecer a Sánchez que si fracasa en el Congreso la investidura de un Gobierno de coalición, se replantearían su posición. Es decir, que renunciarían a su cuota en el Consejo de Ministros, conocedores de que el resto de partidos del bloque progresista, especialmente el PNV, ya han dicho en público que aceptarían sin mucho problema la presencia de los de iglesias en el Ejecutivo.

De momento, Sánchez solo ha sumado un apoyo para las votaciones de la investidura de los próximos 23 y 25 de julio. Fuentes socialistas aseguran que las conversaciones siguen al más alto nivel con PNV y Compromís. 

Promesas y desmentidos

En Podemos también esgrimen como cesión la renuncia al referéndum en Catalunya y el compromiso de acatar la sentencia del Supremo como muestra de la “lealtad” que Unidas Podemos tendrá con el Ejecutivo conjunto. Sánchez aseguró que el conflicto territorial es la diferencia de “fondo” con Iglesias y su número dos ha dicho este martes que la 'oferta' de Unidas Podemos sobre Catalunya no es un “paso adelante” sino una “obviedad”. 

Fuentes de la dirección de Podemos dicen que en aquella primera reunión de mayo, el presidente en funciones pidió paciencia al líder de Unidas Podemos y le aseguró que cuando terminara el ciclo electoral negociarían ese Gobierno de coalición con ministros. “Han vuelto a poner en boca del presidente palabras y compromisos que no existieron. Han dicho que el presidente les hizo una propuesta de ministerios que nunca, y repito nunca, se ha producido”, ha afirmado Lastra a los periodistas. Un extremo que también niega Moncloa.

Sánchez afirmó en la recta final de la campaña “que entre Podemos en el Gobierno no es ningún problema”. Sin embargo, esa idea, si llegó a estar en la mente de Sánchez más allá de la contienda electoral, se desvaneció el 26 de mayo. El resultado de las europeas, autonómicas y municipales llevó al PSOE a señalar esa misma noche que Unidas Podemos debía renunciar a su pretensión de un Ejecutivo conjunto. En el grupo confederal no tenían intención de hacer esa renuncia. Ni la tienen. 

En la siguiente reunión, la del 11 de junio, Sánchez e Iglesias se esforzaron en mantener los cauces abiertos. El presidente en funciones propuso al secretario general de Podemos explorar un “Gobierno de cooperación”. Una fórmula desconocida hasta entonces y que Iglesias aceptó con un matiz: se llamara como se llamara, Unidas Podemos debía tener presencia en el Consejo de Ministros. Para el PSOE, era un punto intermedio entre el Ejecutivo en solitario y la coalición que permitiera una colaboración parlamentaria preferente y la inclusión de personas del grupo confederal en segundos niveles de la Administración.

Pese a las discrepancia, las negociaciones se mantuvieron con dos reuniones que pretendieron ser discretas, pero que las partes no lograron mantener en secreto. La primera, desvelada por eldiario.es, se celebró el 18 de junio. La segunda, el 25 de ese mismo mes. Para entonces, el PSOE ya hablaba abiertamente de ir a la investidura pese a no tener asegurados los apoyos. Y se comenzó a deslizar en serio la idea de la repetición electoral en otoño.

Sánchez añadió una nueva oferta esta semana al invitar a Iglesias a plantear nombres de “independientes de reconocido prestigio” de su órbita para estudiar su incorporación al gabinete. Una opción que ya habían comentado, en público y en privado, otros dirigentes socialistas. Y que fue respondida al día siguiente por Irene Montero: “En Unidas Podemos todas somos personas independientes del Ibex35”. En las filas socialistas cayó especialmente mal que la portavoz del grupo confederal acusara a Sánchez de querer pactar con la derecha. 

El presidente en funciones también ha propuesto sentarse a estudiar un acuerdo programático que parte del programa electoral del propio PSOE y que está muy alejado del pacto presupuestario cerrado por Iglesias y Sánchez en 2018. Los socialistas pretendían así poner más difícil el 'no' a Unidas Podemos y sostienen, además, que era un documento “vivo” que se podía “enriquecer” con propuestas de su “socio preferente”.

Pero los puentes se han roto, al menos por ahora, con una razón de trasfondo: la desconfianza mutua. “Es necesario que esa negociación se apoye en tres patas: lealtad, sinceridad y confianza”, ha sentenciado Lastra. Esos mimbres, a juzgar por lo acontecido este martes, no se dan ahora mismo. Aún así, la número dos del PSOE aseguró que no van a “cejar en su empeño” de intentar sacar adelante un acuerdo antes del 23 de julio: “Si el problema no son los nombres, sentémonos mañana mismo. Les aseguro que para este partido sería una alegría”. 

El estallido de las negociaciones que se ha repetido de nuevo en el Congreso algo más de tres años después repite la batalla por ganar el relato que se vivió entonces ahora con la vista puesta en una fecha: el 10 de noviembre, cuando se repetirán las elecciones si Sánchez vuelve a fracasar en una investidura en julio y nada se mueve en los siguientes dos meses. Pablo Casado ha reiterado su rechazo a la investidura en su encuentro con el candidato y Albert Rivera se ha negado directamente a reunirse con él.

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