Jose María Aznar hace entrega desde 2009 del Premio FAES de la Libertad, “un reconocimiento a personalidades nacionales e internacionales destacadas en la promoción y defensa de la democracia y la libertad en el mundo”, en su condición de presidente del think tank de los conservadores.
Al mismo tiempo que hacía negocios con el régimen del dictador Gadafi, el expresidente del Gobierno predicaba durante sus disertaciones en las ceremonias de entrega que la libertad es “un valor imprescindible”, “propio de la modernidad y de la civilización”, como en su discurso de entrega del premio a Mario Vargas Llosa en 2012.
Entre los galardonados por la fundación se encuentran también el rey Juan Carlos I, la ex primera ministra británica Margaret Thatcher o el expresidente de Israel Shimon Peres. En su edición de 2014, el premio ha recaído sobre el historiador mexicano Enrique Krauze, “un maestro del artículo periodístico, la biografía, el ensayo y la crónica”.
En esa misma entrega de premios, que tuvo lugar el pasado 16 de octubre, Aznar hacía mención a la desafección política que reina entre la ciudadanía. A la vez que reconocía que se habían cometido errores, proclamaba: “La perfección, al parecer, sólo está al alcance de los nuevos totalitarismos de soluciones mágicas, infalibles y, además, gratuitas”.
“Cualquier relación humana tiene en la libertad del otro un límite inevitable”, añadía el expresidente. Una frase que, al parecer, poca importancia tenía a la hora de sus relaciones empresariales en Libia. “Las circunstancias existen, pero raramente somos simples víctimas de ellas”, sentenciaba Aznar.
“El camino contrario al de Cuba”
Aznar nunca ocultó su amistad con el dictador libio, a quien calificó como “extravagante” y “raro”, pero “amigo”. El expresidente del Gobierno mantuvo esos lazos incluso al salir del Gobierno, a pesar de que Libia violaba las libertades cuya defensa el exdirigente conservador tanto ha premiado.
En 2003, nada más levantarse las sanciones de la ONU al país del Magreb, Aznar fue el primer mandatario en visitarlo. “Libia está haciendo el camino exactamente contrario al de Cuba”, celebró entonces. La Cuba de los Castro es uno de los objetivos de las críticas de la FAES por su castigo a los disidentes políticos.
El mismo año en que Aznar felicitó a Gadafi por tomar una dirección distinta a la cubana, las cárceles libias aún tenían presos políticos, aunque el régimen decidió liberar a 65 –cinco de los cuales llevaban 30 años en prisión–, según el informe de Aministía Internacional. En el caso de los presos de conciencia, Libia (con 450 prisioneros) duplicaba a Cuba (234), según los datos del Comité de Solidaridad con los Presos Libios de Conciencia que citó El País.
Aministía Internacional también destacó en ese informe que se producían torturas en los centros de detención y que había desapariciones que no se habían investigado.
En 2010, cuando Aznar negociaba con Gadafi y su fundación premiaba los “valores democráticos” de la líder conservadora Margaret Thatcher, Amnistía Internacional aseguró que las libertades de expresión, asociación y reunión estaban restringidas en Libia e incluso denunció castigos a personas críticas con la política de derechos humanos de Gadafi.