Dos años antes de haber desvalijado presuntamente la bodega del restaurante Atrio de Cáceres con una cómplice y llevarse 45 botellas de vino de lujo por un valor de 1,6 millones de euros, Constantin Dumitru, detenido el pasado julio en Croacia y encarcelado a la espera de juicio, ya se había visto envuelto en un episodio de hurto de bebidas prohibitivas. Fue en una tienda de vinos del barrio de Salamanca, en Madrid, el 7 de mayo de 2019, de donde desapareció una botella de whisky Balvenie que se vendía por 5.250 euros, IVA incluido. La Fiscalía ha pedido 18 meses de prisión para él, el máximo por hurto, en la vista celebrada el martes por estos hechos en un juzgado madrileño. La defensa, a pesar de las muy incriminatorias imágenes de alta definición de la cámara de seguridad de la licorería, solicitó la absolución.
La grabación es la prueba de cargo. En ella se ve a Dumitru entrar, acompañado de un empleado, en la bodega climatizada donde se guardaban los brebajes de mayor valor. Habla con él unos instantes, y luego el empleado sale de plano. A continuación, el acusado, vestido con chaleco plumífero y gorra, se sitúa debajo de la cámara de seguridad, de espaldas, de forma que apenas se ve en el vídeo el extremo de la gorra. Al rato, el objetivo sufre unas sacudidas, que no consiguen modificar el ángulo de visión y, seguidamente, con parsimonia, aparece en pantalla un brazo que coge una botella. Acto seguido, Dumitru vuelve a aparecer en cámara. Vuelve el empleado, charlan. Después desaparece. Antes de marcharse, compró algún producto.
El episodio entero duró ocho minutos, según registró la grabación. Pese a la contundencia de las imágenes emitidas este miércoles en el juzgado, la defensa solicitó la absolución, alegando que el cliente pudo coger la botella para observarla y después cambiarla de sitio. “Blanco y en botella no siempre es leche”, intentó justificar su abogada. El encausado, que declaró por videoconferencia desde prisión, se defendió diciendo que iba mucho por el lugar y siempre compraba algo. “Tengo tarjeta de cliente”, se escudó.
El hurto se produjo limpiamente, y los empleados solo se dieron cuenta cuando vieron que la botella no estaba donde debía. El delito podría haber quedado impune de no ser porque Constantin volvió por el local a principios de agosto, acompañado de su hija. La encargada lo reconoció y llamó a la policía, que llegó rápidamente y lo interceptó cuando el hombre doblaba ya la esquina. “Vivía a cinco minutos andando y siempre compraba, soy un cliente habitual”, se defendió durante el interrogatorio de su abogada (no respondió a la fiscal).
Las alegaciones de la defensa
En la tienda ya sospechaban del sujeto, según alegó el dueño de la empresa durante la vista. La casa tiene otro establecimiento en La Moraleja y el responsable apuntó durante el juicio que allí también habían desaparecido botellas coincidiendo con la presencia del hombre, de 48 años. Pero de aquello no había pruebas ni formaba parte de la causa.
La abogada defensora reconoció que el vídeo de la tienda era de buena calidad, pero trató de buscar agujeros en la investigación. Alegó que se tenía que haber practicado una prueba antropométrica para determinar que el hombre que sale en la pantalla era realmente Dumitru; que se debía haber realizado una rueda de reconocimiento –aunque fue la propia empleada que revisó la grabación la que lo reconoció y llamó a la policía–; apuntó que quizás habrían entrado más clientes después, o incluso que la botella no era realmente tan cara y sí la había pagado: la factura presentada por la empresa no le resultaba fiable. En todo caso, pidió que si lo condenaban le aplicasen la atenuante por dilaciones indebidas, aun teniendo en cuenta el tiempo de fuga de su defendido. No consta cómo consiguió Dimitru esconder, presuntamente, la botella. Uno de los agentes dijo que en la grabación se intuye que la puede llevar oculta en el interior del chaleco.
El episodio se produjo dos años antes del espectacular robo en el restaurante Atrio de Cáceres, cometido en octubre de 2021, según los investigadores por el mismo acusado. Aquel plan fue mucho más sofisticado. Fue necesaria la participación de una cómplice, que reservó una habitación en el establecimiento. De nuevo, las grabaciones de seguridad pusieron a la policía tras la pista de Dimitru, que entre el golpe y su detención viajó por España, los Balcanes y Rumanía, de donde es originario. Las botellas del robo millonario no han aparecido. Tampoco el whisky de la licorería de Madrid, aunque el caso ha quedado visto para sentencia.