Marvel ha sacado tantas películas de superhéroes –superheroínas en los últimos años– que necesita un suministro constante de personajes para el departamento de casting. En el sitio más improbable que uno pueda imaginar, la mole pétrea del Ministerio de Economía, hay una candidata que empuja con fuerza. La podían combinar en una película con el Doctor Strange, que parece un tipo calmado, con el que podría tener conversaciones intrascendentes sobre tipos de interés y masa monetaria antes de repartir estopa.
Quedaba la duda de cómo podría comportarse en las escenas de violencia desatada cuando hay que volar la cabeza a un alien trastornado al que no abrazaron de pequeño. Nadia Calviño demostró el miércoles que si le dan un martillo sabe cómo utilizarlo.
El portavoz de Vox lanzó en la sesión de control una de esas frases habituales en los debates parlamentarios. Son falsas pero lo que cuenta es su efecto retórico. Exagerar no llega ni a pecado venial en política. “Desde que ustedes han llegado al Gobierno, no conozco a ningún español que haya prosperado”.
¿Cuántos amigos o conocidos tiene Iván Espinosa de los Monteros? Quizá tengan todos mucho dinero y su existencia no dependa del gasto social. Según confesión propia, serán del tipo de gente que no quiere pagar la Seguridad Social a las empleadas del hogar. Que se ocupe el Estado. Ellos prefieren disfrutar de una mano de obra barata y sumisa, es decir, sin derechos laborales.
Lo que no esperaba el portavoz de Vox es que se le echara encima alguien con quien no contaba. La pregunta era para la vicepresidenta económica, criada políticamente bajo las nubes de Bruselas, un mundo donde una buena tabla de Excel se disfruta tanto como unas cervezas y unos pinchos. Cuando quiso darse cuenta, era ya demasiado tarde. Saltó sobre él...
¡¡¡La tecnócrata enfurecida!!!
“Dice usted que no conoce a ningún español que se beneficie de la acción de este Gobierno. Pues tiene usted que revisar a sus amigos”, respondió Calviño. Hasta ahí, lo normal. Casi la respuesta obligada. Los amigos de Espinosa, je, je. Imagínalos. No te olvides de Rocío Monasterio y sus planos de lofts sin licencia. Vale, tampoco es para tanto.
A partir de ese momento, los ojos de Calviño se iluminaron y empezaron a lanzar fuego sobre el escaño de su adversario. Espinosa de los Monteros no vio venir el tren de veinte vagones que se le echaba encima. Tampoco los diputados socialistas. A estos últimos no les molestó, porque la sorpresa les excitó aún más.
“¿Quiere decir que no conoce a nadie que perciba el Salario Mínimo Interprofesional? ¿Que no conoce a ningún joven que ha conseguido por primera vez un empleo indefinido gracias a la reforma laboral?”. Ahí comenzaron los aplausos de los partidos del Gobierno. A los políticos les encantan las enumeraciones. En los mítines funcionan muy bien, porque son capaces de despertar hasta al público más dormido.
Pedro Sánchez empezó a reírse. No a sonreír, a carcajearse al ver a su vicepresidenta machacando los huesos de Espinosa.
“¿Que no conoce a nadie que se beneficie de las becas? –continuó Calviño, ya embalada hacia la selección de los mejores highlights de la jornada–. ¿Que no conoce a nadie que se beneficie de la inversión en educación? ¿Que no conoce a nadie que se beneficie de la sanidad pública, del transporte público gratuito, de las ayudas a los autónomos, de los ERTES, de las ayudas a las empresas, de los avales del ICO, del Ingreso Mínimo Vital, de la ayuda a las familias que tienen niños pobres?”.
Menos mal que era la sesión de control y que cada interviniente cuenta con un tiempo máximo de dos minutos y medio. Pero aún le dio tiempo a Calviño a propinar un martillazo más al diputado de Vox, o lo que quedaba de él. Mientras, Santiago Abascal esbozaba una media sonrisa en plan: la que nos está cayendo.
“¿Pero cómo puede ser, señor Espinosa de los Monteros, que no conozca a ningún español real?”, concluyó Calviño. Los diputados del PSOE y Unidas Podemos, aplaudiendo en pie como locos. Fundido a negro en la mente del portavoz de Vox.
Si hubiera sido un partido de fútbol, habría saltado al campo en ese momento el médico del equipo con una camilla, un desfibrilador y, por si acaso, un certificado de defunción listo para la firma.
En algo más de dos minutos, Nadia Calviño ofreció a los diputados de izquierda un manual de campaña para el año electoral de 2023, en especial con el objetivo de plantar cara a la extrema derecha. No es necesario centrarse en el antifascismo, porque ya se ha visto lo poco que funcionó en Italia, y no mucho mejor en Madrid o Andalucía. Parece más efectivo ejecutar una variación del '¿qué han hecho los romanos por nosotros?', adaptado a las medidas de gasto social aprobadas en la legislatura.
“Me he emocionado. Me ha salido del alma”, dijo Calviño después en La Sexta. La política en España no ha perdido del todo la capacidad de sorprender. Ahora no sólo sabemos que los tecnócratas tienen alma, sino que además pueden desarrollar mensajes de izquierda coherentes y eficaces. ¿Qué será lo siguiente? ¿Coches voladores?