Nadie sabe si fue antes la palabra o Carmen Calvo, pero todos destacan la capacidad de la nueva vicepresidenta y ministra de Igualdad del Gobierno de Pedro Sánchez de alargar argumentos ad eternum, tanto que sus enemigos apuntan que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero prescindió de ella como ministra de Cultura en 2007 porque no aguantaba sus holgadas arengas.
Aunque la verborrea es uno de los puntos flacos de la número dos del nuevo Ejecutivo, otros miembros del partido aseguran que fue su locuacidad aplastante en un programa de Canal Sur lo que sedujo al dirigente del PSOE andaluz Manuel Chaves a animarla a participar en unas elecciones autonómicas andaluzas en las filas socialistas en 1996. Aunque no se afilió al PSOE hasta 2003, la entrada en política le permitió ocupar la consejería de Cultura entre ese año y 2004, consiguiendo que el Museo Picasso se estableciera en Málaga.
Calvo, nacida en Cabra (Córdoba) en junio de 1957, es doctora en Derecho Constitucional por la Universidad de Córdoba y madre de dos hijas. Los que la conocen destacan su sólida formación, su pasión por aprender, su capacidad de trabajo y, sobre todo, su tenacidad para conseguir sus objetivos.
Chaves la recomendó a Rodríguez Zapatero como ministra de Cultura, cargo al que accedió en 2004. Su gestión estuvo marcada por la devolución de los “papeles de Salamanca” a Catalunya, la Ley del Libro, el plan antipiratería o la controvertida Ley del Cine, que provocó el levantamiento del universo cinematográfico. El mundo del cine había tenido un peso fundamental en los resultados electorales de Zapatero, por lo que para aliviar el agravio este optó por sustituirla en las negociaciones finales por la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. De esta época se conoce que le gusta el rock, es aficionada a los toros y devoradora de libros.
Su salida del Ministerio fue compensada con una vicepresidencia primera del Congreso. En el Parlamento también presidió la Comisión de Igualdad, su terreno natural. Feminista convencida desde hace mucho años, siempre ha defendido la igualdad de género como un hecho constitucional. Mientras gestionaba la cartera de Cultura se atrevió a criticar el machismo latente en la política española, mucho antes del impuso feminista que vive ahora la sociedad española: “Las ministras tenemos que soportar que cuando nos miran, en lugar de ver la gestión que estás haciendo, tu saber estar, tu habilidad o tus defectos políticos, se fijan en si llevas tacones o no, o en cómo vas peinada, y eso es muy duro porque sucede todos los días”.
Además de su incontinencia oratoria, también señalan como una debilidad su capacidad para buscarse enemigos. Sus broncas con la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, eran sonadas en el Gabinete de Rodríguez Zapatero. En las elecciones de 2011 se negó a participar en la lista del PSOE cuando Alfredo Pérez Rubalcaba eligió como cabeza de cartel por Córdoba a Rosa Aguilar. En el PSOE andaluz sentó como una puñalada su alejamiento de sus antiguos valedores en sus declaraciones sobre el juicio de los ERE: “El ciudadano Manuel Chaves está defendiéndose en los tribunales y nadie, tampoco yo, tiene que interferir en la activación de su derecho a defenderse”.
De los socialistas andaluces hacía ya tiempo que se había desligado. Calvo apoyó a Luis Planas frente a Susana Díaz en las primarias para el candidato socialista a la Junta en 2013 y posteriormente fue un sustento fundamental para Pedro Sánchez en su guerra con la presidenta de la Junta de Andalucía. “En el PSOE andaluz hace tiempo que no cuenta, simplemente no existe. No solo porque se haya posicionado siempre contra Susana Díaz. Su postura en el caso ERE, teniendo en cuenta lo que Chaves hizo por ella o que José Antonio Griñán la rescatara como portavoz para su Gobierno o que la colocara en la Fundación Alfonso Perales cuando no tenía nada, le ha creado muchos enemigos”, reconoce un miembro del Gobierno andaluz.
Este vacío lo supo aprovechar convirtiéndose en una de las principales valedoras de Pedro Sánchez. Ocupó la Secretaría de Igualdad del PSOE, pero donde se reivindicó para el actual presidente del Gobierno fue en las negociaciones con el Ejecutivo de Rajoy para poner en marcha el artículo 155 de la Constitución con la intervención de la autonomía catalana. “Por su papel en el 8M, pero sobre todo en las reuniones del 155, ha ganado puntos para Pedro Sánchez. Con su conocimiento profundo del funcionamiento del Estado y las leyes fue un contrapeso claro a Soraya Sáenz de Santamaría en las negociaciones del 155”, explica una dirigente socialista.
Las personas que la conocen admiten que en este tramo vital ha rebajado su vanidad, ha perdido soberbia y escucha más que antes. La necesidad de una vicepresidenta con buen tono, dialogante, será fundamental para el futuro del Gobierno de Pedro Sánchez.