El Congreso de los Diputados debía celebrar este jueves un “acto en recuerdo y homenaje a las Víctimas del Terrorismo”. Falso. No hubo tal acto. Se escuchó música clásica, que para los políticos suele ser sinónimo de momento emocionante, pero la intención era otra, una que es tan propia del sistema político español que debería estar ya inscrita en la Constitución. Se utilizó el terrorismo para ajustar cuentas con el adversario y lanzar amenazas a los medios de comunicación.
Se cuenta que esa tradición la inició José María Aznar después del asesinato de Francisco Tomás y Valiente. Recapitulemos. Un terrorista entra en el despacho de un profesor de universidad y le dispara varias veces. Señal de que algo estaba haciendo mal el Gobierno, dijo Aznar. Hubo una época anterior en que ETA mataba generales en Madrid como quien viaja a Benidorm a pasar las vacaciones. Por no hablar de cuando el coche en que viajaba el presidente del Gobierno de los últimos años de Franco voló por encima de un edificio matando a sus ocupantes. En esos casos, a nadie se le ocurría cuestionar que el responsable del crimen era el que apretaba el gatillo o ponía la bomba. Parecía bastante obvio. Con Aznar, eso cambió. Sólo cuando gobernaba el PSOE, claro.
ETA ya no existe en Euskadi, pero sí en Madrid, donde continúa empleándose como materia prima del argumentario político. Es lo que ocurrió en la sesión conmemorativa del Congreso. Se concedió la palabra a Mari Mar Blanco, presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, que en realidad habló como diputada del Partido Popular y al servicio de los intereses de su partido.
Blanco –hermana de Miguel Ángel Blanco, asesinado por ETA en 1997– pidió a los diputados que luchen contra “los que quieren falsear el relato (lógico, pero complicado porque las instituciones no pueden imponer una verdad oficial a los ciudadanos a menos que estos la compartan), que solo abran las puertas del Congreso a los que representan los valores de libertad y convivencia”. Esto último no sólo no es lógico, sino antidemocrático, porque son los ciudadanos los que eligen a sus representantes en el Parlamento, no la dirección de PP o cualquier otro partido. Por eso, Vox tiene toda la legitimidad del mundo para estar en el Congreso. No defiende los valores de la libertad, pero ha recibido los votos suficientes para ocupar sus escaños. Aunque es poco probable que Blanco esté preocupada por la presencia de los diputados de Vox.
La diputada del PP reclamó que no se formen gobiernos como si ETA no hubiera existido, en una obvia referencia a las negociaciones de Navarra, donde el PSOE ha prometido no negociar con Bildu, pero necesita su abstención para ganar la investidura en segunda votación. Lo que dijo niega uno de los discursos más efectivos de la lucha contra el terrorismo, el que decía que todas las ideas son admisibles en democracia siempre que no se defiendan matando a personas. También niega el argumento con el que Arnaldo Otegi y otros como él convencieron a ETA de que la izquierda abertzale no podía hacer política mientras la organización terrorista siguiera existiendo. Por cortesía de la Ley de Partidos.
Por eso de las coincidencias, TVE en su canal de noticias de muy escasa audiencia (el programa tuvo un 1,6% de share), emitió la noche anterior una entrevista a Arnaldo Otegi, líder de la segunda fuerza política del País Vasco. Muchos medios privados han hecho esa entrevista antes y los que no lo han hecho ha sido porque Otegi se ha negado a concederla. El interés informativo de esa cita fue escaso, porque Otegi dijo lo que siempre ha dicho y sólo destacó el interés del presentador por hablar del pasado para que no pareciera que era una entrevista normal.
Blanco también se refirió a la entrevista: “No entendemos cómo RTVE brindó sus micrófonos a un terrorista. Es intolerable que blanqueen a un terrorista confeso como Otegi y justo el día antes de un acto como este”. La premisa de esta frase es que la entrevista fue una forma de presentar de forma elogiosa o normal (esa es la idea de blanquear) a un “terrorista”, lo que convierte al periodista y los responsables de TVE en cómplices de esos criminales.
La acusación de Blanco es un ataque a la libertad de expresión, que también debería existir para los medios públicos, pero en España hay gente que te elogia por decir eso si lo haces en nombre de las víctimas del terrorismo.
Siempre hay espacio para el humor involuntario en estos casos acudiendo a las fuentes periodísticas. El editorial de El Mundo dijo el jueves que la entrevista “rebasa el colmo de la obscenidad”. Viniendo del periódico que publicó varias entregas con honores de portada a la persona que facilitó los explosivos de los autores del atentado del 11M y que defendió a uno de sus responsables condenados, Jamal Zougam, como víctima de un gran error judicial, el argumento obliga a replantearse lo que es y no es obsceno.
Tras el discurso de Blanco, diputados del PSOE y Podemos se pusieron en pie y no aplaudieron. La diputada había conseguido los titulares y la reacción de los parlamentarios de otros grupos que buscaba. Pablo Casado, sus declaraciones. Albert Rivera, sus tuits. Otra gran jornada para rentabilizar políticamente a las víctimas del terrorismo en beneficio propio.