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CRÓNICA

Díaz Ayuso estrena la secuela de su multiverso particular

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Isabel Díaz Ayuso inició el discurso de investidura, esa pieza de oratoria política que suele ser tan aburrida, con un compromiso que tuvo que dejar boquiabiertos a la mayoría de los periodistas. Como para frotarse los ojos y las orejas. “Tengo la obligación ahora más que nunca de entenderme con quien piensa diferente”, dijo para comentar el hecho de que cuenta con mayoría absoluta en la Asamblea de Madrid.

En muy pocos minutos, todo volvió a la normalidad. El público podía respirar. Ayuso no había salido del estado de crisálida convirtiéndose en un símbolo de la tolerancia. Regresó al estado frenético de costumbre. Los que la han apoyado en las urnas “han votado la libertad” (no como los otros). Madrid es “el rompeolas de España”, el lugar “donde comenzó la reconquista” (no contra los árabes, sino contra los rojos impíos del actual Gobierno). Mencionó “la presencia de los terroristas y sus cómplices en las instituciones” (será que han reformado el Código Penal y el terrorismo ya no es delito). “Bildu sí está gobernando España” (con sólo cinco diputados sobre 350, un logro a la altura de un McGyver de la política).

La presidenta de Madrid añadió varias páginas a su manual sobre cómo hay que entender los principios más básicos de la política. La mujer que ha protagonizado un rearme político y cultural de la derecha, y que por ello tan buenas notas ha recibido de los votantes de Vox, tiene una singular teoría sobre lo que significa el totalitarismo. Denunció que se haya politizado todo, hasta las mascotas, para concluir con un principio general. “Eso es la definición del totalitarismo. Que todo sea político”. A ver si superas eso, Hannah Arendt.

Después del discurso, Mónica García, líder de Más Madrid, destacó que Ayuso había dedicado “más tiempo a Bildu que a los profesores y las pediatras”. Eso es lo que esperan sus votantes y la presidenta nunca les decepciona. Se podría decir que es lo que le ha concedido la mayoría absoluta y es posible que no sea una exageración.

La realidad alternativa en que viven Ayuso y el PP de Madrid abarca todo tipo de dimensiones aparentemente contradictorias. Se rechazan con virulencia las críticas de los independentistas catalanes al estado de la democracia española y luego se sostiene que el Gobierno de Pedro Sánchez está a punto de acabar con la libertad, con lo que el sistema no parece muy sólido.

Incluso dijo el miércoles que el Gobierno central “ha acabado con toda posibilidad de debate real y de acuerdo posible”. Todo el mundo ha visto que en esta legislatura ha habido un debate real y crispado que sería imposible en un régimen totalitario.

Las palabras han dejado de tener significado. Para algunos políticos, eso cambia en función de la coyuntura o de los intereses propios.

Después de atizar el fuego, toca ponerse el uniforme de bombero. O de saltar a una dimensión diferente con su propia línea temporal. Por eso, Ayuso afirmó en el tramo final de su discurso que la gente como ella adopta como misión limpiar ese ambiente: “Tenemos que devolver a la política la dignidad y la altura que estos años de coalición corrosiva le han intentado quitar”.

Altura como la de los militantes de Nuevas Generaciones de Madrid, las juventudes del partido, que se hacen camisetas con el nombre de Txapote, el terrorista de ETA condenado por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, Gregorio Ordóñez y otros, y el alegre y faldicorto mensaje de “que te vote Txapote” que dedicaron a Sánchez en la campaña del 28M.

Y además se hacen fotos con la camiseta, porque están muy orgullosos de vivir en la tierra de la libertad donde es una gran idea convertir a un asesino en una especie de icono pop con el que sacudir al adversario.

No se puede adjudicar a esos cachorros la responsabilidad completa de este marketing hecho a base de puñaladas. Fue la líder de la manada la que extendió la frase entre sus huestes y lo hizo nada menos que en un pleno de la Asamblea en febrero. Seguro que está en condiciones de dignificar la vida política, porque es complicado caer más bajo que ese nivel a menos que te hagas con los mandos de una tuneladora. Los familiares de los asesinados por el terrorista no le ven la gracia por ningún lado.

El discurso de investidura tuvo mucho de reciclaje de ideas anteriores que Ayuso podrá ahora ejecutar con más facilidad al tener mayoría absoluta. En algunos casos, servirá para que haga algo en vez de nada. De las 15.000 viviendas públicas que prometió en el mandato anterior, no se ha visto nada, ya que no existen.

Una novedad, ya apuntada en el final de la anterior legislatura, es la reforma de la ley de derechos trans vigente en la Comunidad de Madrid desde 2016. Fue aprobada con los votos de PSOE, Ciudadanos y Podemos y la abstención del PP.

No concretó en el discurso cuáles de sus elementos le disgustan. Presentó una lista de principios generales que defenderá la nueva ley, algunos con tan poca relación con el tema como la presunción de inocencia y la libertad de prensa. “No se va a hacer ingeniería social a costa de nadie”, anunció.

Esto de la ingeniería social es un concepto que emplean algunos en la derecha cuando se aprueban leyes que crean derechos o refuerzan los ya existentes. Por definición, se considera algo sospechoso, como un experimento demoníaco en un laboratorio. El tipo de cosas que la Iglesia no permitía antes.

Ayuso está tan crecida que anunció que “el cambio es imparable” en las elecciones de julio. Hay que preguntarse de qué hablará la presidenta si la derecha llega a Moncloa. Se quedará desnuda y tendrá que inventarse un nuevo discurso con el que taparse. Será mejor que los de NNGG le envíen unas cuantas camisetas de Txapote. Por aquello de la dignidad.

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