Ante tanta confusión y mudanzas como las que nos ofrece la vida moderna, nada más relajante que los discursos de Alberto Núñez Feijóo. Por no hablar del ejemplo que nos da sobre las virtudes del reciclaje. Las elecciones del 23 de julio ofrecieron un resultado que obligaba a cambiar algunas de las presunciones con las que la derecha se había presentado ante los votantes. Animales míticos como la derrota humillante que padecerían los socialistas en las generales en Andalucía. O la certeza de que el PSOE sufriría una hemorragia de votos supuestamente moderados que engordarían las cifras del PP.
Después de varias semanas de perplejidad en las que el partido daba vueltas sobre sí mismo y hasta anunciaba que no tenía problemas en reunirse con Junts, Feijóo ha decidido que no es momento para sacar un nuevo disco. Hay que regresar con más convicción si cabe a los grandes éxitos de los que ya se han publicado varios álbumes. No funcionó el 23J, pero no importa. De alguna manera, el universo se moverá en la dirección requerida y lo que fracasó en julio acabará por tener éxito cuando toque. El PP no se mueve. Todo lo demás, sí.
Sigamos haciendo lo mismo hasta que los españoles se den cuenta de su error porque la gente ha votado mal, que diría Vargas Llosa. Eso tiene una primera consecuencia: sigamos con Feijóo en la presidencia del partido. Como si no hubiera pasado nada.
Y luego dicen que la política española es implacable con los que pierden.
Feijóo se presentó el lunes ante la Junta Directiva Nacional con la misión de anunciar la cartilla a la que deben prestar atención los dirigentes del PP. No tienen que apurarse mucho. Es la de antes, sólo que con más énfasis. Quizá deban practicar ante el espejo la mirada escandalizada tras la que llega el mensaje de que el Estado de derecho agoniza por culpa de Pedro Sánchez.
El elemento nuevo es la disposición socialista a aceptar la amnistía de todos los promotores del procés en un formato legal que aún no está claro para conseguir el apoyo de Junts a la investidura de Sánchez. Al menos, eso no es una invención del PP. Hay un amplio catálogo de declaraciones del presidente en funciones y otros dirigentes socialistas que destacaban que la amnistía era anticonstitucional. Está por ver con qué argumentos jurídicos dirán ahora que se trata de una opción legítima y legal.
El problema es que el PP ya dijo en los términos más claros y rotundos en la anterior legislatura que el Gobierno había acabado con el respeto a la ley y la Constitución y que el PSOE había dejado de ser “un partido constitucional”. Sostener que España está a punto de explotar no suena muy convincente si ya antes anunciaste que había saltado por los aires. Al tercer aviso apocalíptico, la gente empieza a dudar de que el fin del mundo (constitucional) esté cerca.
Feijóo piensa que su estrategia surtirá efecto algún día. Por eso, en su discurso repitió la película que se le escuchó en varias ocasiones en la campaña y que recibió cinco estrellas en las críticas de la prensa conservadora. “Vamos a dar voz a toda esta gente”, dijo refiriéndose a los votantes del PP –lógico– y a los de Vox, sin mencionar al partido, porque es un poco osado erigirse como representante de los que votaron a otra formación.
Ahí faltaba otro grupo. “Y también a los centenares de miles de votantes socialistas que han sido arrinconados”. Según su teoría, les han engañado con la futura negociación con Junts de la que no se habló en la campaña.
En su mitin de Zaragoza del 16 de julio, Feijóo apeló a esos votantes para que confesaran su dolor por la deriva del PSOE y acabaran eligiendo la papeleta del PP: “Y los votantes socialistas pueden ver que actualmente en el PP hay un partido de Estado y que ellos están perdiendo la categoría de partido de Estado para convertirse exclusivamente en una máquina de detentar el poder a costa del Estado”.
Algunos medios informaron de que esa fuga de votos existía. En el plano más cómico, fue difícil superar una encuesta publicada por OK Diario a finales de 2022 que calculó con la precisión de un láser comprado en una tienda de todo a un euro la cifra exacta de votantes del PSOE dispuestos a apoyar a Feijóo: 964.492. Ni uno más ni uno menos. Otros medios previeron con no menos audacia que el PP podía recibir entre 500.000 y un millón de votos de ese origen.
Es conocido lo que pasó en julio. Esos votantes socialistas se imaginaron un Gobierno con Feijóo como presidente y Abascal de vicepresidente y corrieron despavoridos a las urnas para impedir que eso ocurriera.
El PSOE tiene motivos para estar tranquilo, incluso después de los aspavientos de la vieja guardia del partido. Eso no quita para que tenga por delante una muy complicada labor de explicación de un futuro pacto con Carles Puigdemont. Dirigentes como María Jesús Montero se pueden permitir de momento la chulería de afirmar que las críticas de Felipe González y Alfonso Guerra no les quitan el sueño.
“Cada uno se ha expresado como ha considerado y ha creído conveniente, y lo único que le podría decir es que en este PSOE el que se mueve sí sale en la foto”, dijo el lunes con un mensaje que impactó directamente en la mandíbula de Guerra, al que se atribuye la frase que decía todo lo contrario. Como el antiguo número dos del partido sólo utilizaba el sentido del humor para reírse de los demás, es seguro que no encajará bien la respuesta de Montero.
En su discurso del lunes, Feijóo prácticamente confesó que sabe que será derrotado en su votación de investidura dentro de dos semanas. “No tengo muchas esperanzas”, dijo, lo que es un poco optimista, porque debería haber dicho 'ninguna'.
Tenía más ganas de repetir una frase con la que dejar a los dirigentes del PP más relajados: “Llegaremos al Gobierno ahora o pronto”. Si su público se comió enterita la promesa de que el PP estaba cerca de la mayoría absoluta en julio, es muy posible que se trague también esta frase, aunque necesite una botella de vino peleón para que pase por el gaznate.