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La estrategia de los partidos deja el proceso de investidura en punto muerto

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, se saludan al término de la sesión de investidura del 4 de marzo de 2016.

Andrés Gil

10 de marzo. Han pasado dos meses y medio del 20D. Y los partidos se encuentran bloqueados. De momento. Porque, a medida que se vaya acercando el 2 de mayo, la fecha límite para cerrar una investidura antes de convocar nuevas elecciones, las posiciones de los partidos irán desengrasándose ante el temor del castigo electoral: una cosa es la rentabilidad política que supone situarse en la centralidad del triángulo, y otra, que no siempre va de la mano, la rentabilidad electoral, que muchas veces tiene más que ver con el relato de lo que se hace que con lo que realmente se ha hecho.

Mariano Rajoy ganó las elecciones, pero su apuesta por un Gobierno de concertación entre Ciudadanos y el PSOE está siendo estéril. Primero, porque el PSOE se resiste a pactar con el PP, si bien se ha avenido a sentarse a negociar con los populares esta semana, en lo que supone un movimiento novedoso. Y, en segundo lugar, porque Albert Rivera, el otro dirigente que apostó por el pacto a tres con PP y PSOE tras las elecciones ya ha dicho claramente que mientras Rajoy esté al frente del PP el acuerdo es inviable.

El Gobierno de concertación, que en el Parlamento Europeo se traduce en votar lo mismo el 75% de las veces socialistas, populares y liberales, de momento, está estancado.

La otra vía es la de Pedro Sánchez: el “pacto a izquierda y derecha”. Hasta la fecha, ese pacto ha sido a derecha, con un acuerdo de Gobierno entre el PSOE y Ciudadanos, pero la vía izquierda parece muerta: ni Podemos, ni las confluencias, ni Izquierda Unida ni Compromís quieren negociar con el PSOE mientras no se aparte del pacto firmado con Ciudadanos.

Y aún habrá que esperar hasta ver eso, al menos unas semanas, porque el margen electoral que le deja a Sánchez ir de la mano de Albert Rivera –y de las directrices marcadas por su partido– es muy estrecho: regala la izquierda a Podemos e IU. Y tampoco es la mejor tarjeta de visita electoral para Rivera, cuyo voto proviene en gran parte de desencantados del PP. El pacto Sánchez-Rivera puede haberles supuesto réditos políticos a corto plazo, pero a los dos les limita electoralmente. Salvo que, si el bloqueo persiste, teatralicen una ruptura para afrontar unas nuevas elecciones reconstruyendo sus perfiles.

¿Y la opción del Gobierno de izquierdas? En un momento pareció que había una suma de 161 diputados, pero la posibilidad parece remota mientras siga vigente el acuerdo con Ciudadanos y el veto socialista a que Sánchez sea investido con la aquiescencia de ERC y DiL. Y es que esta vía, estrategia lanzada por Pablo Iglesias cuando se ofreció como vicepresidente de Pedro Sánchez y por Alberto Garzón cuando propuso la mesa a cuatro bandas con PSOE, Podemos-En Comú-En Marea y Compromís, se encuentra también bloqueada.

Hasta tal punto se encuentra bloqueada la estrategia del Gobierno de izquierdas que la última reunión de la mesa a cuatro, convocada por Podemos, no se ha producido: no ha acudido el PSOE porque no quería ir sin Ciudadanos y tampoco IU-UP, porque lo encontraban estéril si faltaba el PSOE. En conclusión: el Gobierno de coalición de izquierdas abanderado por Iglesias no prospera y el espacio de negociación a cuatro impulsado por Garzón se encuentra desactivado.

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