“Tú pon a miles de inmigrantes ilegales circulando por las calles y verás con quién está de acuerdo la mayoría de la sociedad”. Jorge Fernández Díaz se expresa así y se muestra convencido de que la polémica sobre las cuchillas de la valla de Melilla es un debate político interesado que no va a llevar a ningún cambio y en que va a resultar ganador. Empeñado en que las concertinas son “disuasorias y pasivas porque no agreden”, el titular de Interior emplaza a todos los que le critican a que aporten una alternativa igual de eficaz.
El mensaje también va destinado a la comisaria europea Cecilia Malström, quien se mantiene en sus trece de que la medida no disuade a los inmigrantes sin papeles que quieren llegar a España. “Una cosa es que a ella no le convenzan a título personal, pero otra muy distinta es que sean ilegales, que no lo son”, ha zanjado con vehemencia el ministro después de haber mantenido con ella una “conversación franca”.
En los corrillos del Congreso en el día de la Constitución, Fernández Díaz se ha mostrado locuaz y no ha disimulado su enfado por ser objeto de críticas. “Mucho escándalo pero la semana que viene todos me preguntarán por la Ley de Seguridad en el Pleno, y no por la valla, ya veréis”, ha asegurado.
Al ministro le han apoyado en la tarea de defender las cuchillas altos mandos de la Guardia Civil, que han dicho desconocer otros métodos para contener a los sin papeles que aguardan en Marruecos para salvar la frontera. “No podemos poner un muro de 15 metros de altura para que no puedan saltarlo con una escalera”, ha confesado un alto cargo del Instituto Armado que sólo quería despedirse del ministro cuando se ha visto rodeado de periodistas.
Enfado con la Conferencia Episcopal
Las críticas a las cuchillas, término que Fernández Díaz no soporta que se utilice en vez del de concertinas, le molestan y mucho. Aún más si provienen de miembros de la jerarquía católica, ya que él es un hombre de ferviente fe. Las palabras de José María Gil Tamayo, secretario general y nuevo portavoz de la Conferencia Episcopal además de amigo del ministro, han tenido consecuencias en su relación y aún le escuecen. El hecho de que declarara que a los inmigrantes “no se les puede tratar como a enemigos” le ha costado que Fernández Díaz no le coja el teléfono como método de castigo. Así lo ha confesado al menos a quienes le rodeaban en uno de los corrillos formados en el llamado Salón de los Pasos Perdidos, anexo al hemiciclo.
Entre copas y canapés, Fernández Díaz se ha aplicado para intentar convencer a los periodistas de que las cuchillas “hieren levemente” y que hay métodos mucho peores. De poco ha servido que le recordaran las imágenes de los inmigrantes heridos. Él ha dado ejemplos de lo que sería un elemento “activo y agresivo”: las vallas electrificadas, los perros de presa o un campo sembrado de minas. “Lo digo para que lo entendáis. Las cuchillas es lo que hay, y no se van a cambiar porque nadie tiene otro método mejor y ya está”.
En su opinión, los alambres cortantes se usan porque no son ilegales y los fabricantes siguen comercializándolos a un ritmo de 10 kilómetros semanales porque hay demanda: “Se usan en muchos otros sitios como las centrales nucleares y las prisiones, y aún hay cosas peores que sí son lesivas”.
Preguntado por si considera que el debate no irá a más, el ministro dice estar seguro de que esa discusión la tiene “ganada” porque la mayoría de los españoles le apoya. El número de inmigrantes que intentan salvar la valla “son ahora cientos y no miles como hace siete u ocho años”, ha concluido como prueba irrefutable de la utilidad del método.
A quien quería escucharle, Fernández Díaz ha explicado que la forma de llamarlas influye en el debate público y que usar la palabra “cuchillas” no es un acto neutral o inocente sino que busca “calentar el debate”. “¿Sabes cómo las llaman los penados que están en las cárceles? Mejor no lo digo”. Pero ha acabado confesándolo: “Cuchillas asesinas las llaman en las cárceles”.