Un joven bien vestido, jersey gris marca Scalpers, se sube al escenario, agarra un micrófono y grita: “¡Os invito a que consumáis!”. Son las siete de la tarde, pero los ánimos están encendidos en una céntrica discoteca de Madrid. Faltan pocos minutos para que entre en escena el vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, que ha quedado a tomar unas cañas con los jóvenes de Vox en Madrid. Cuando aparece por el pasillo alargado de la discoteca un chaval de unos 35 eleva la voz sobre los aplausos y le dice a su chica: “Es flipante, Laura. Va como nosotros”.
En un ejercicio parecido al de Santiago Abascal, que aparece por el Congreso únicamente cuando tiene que preguntar al presidente del Gobierno, la iniciativa Cañas por España, sin mucha actividad desde 2019, ha resurgido casualmente a pocos meses de las elecciones autonómicas y municipales de mayo. El plan para reactivar a la juventud del partido ha coincidido con el anuncio de que la próxima moción de censura del partido de extrema derecha la encabezará el octogenario excomunista Ramón Tamames. “Esperemos que no le dé un infarto antes”, comentaba preocupado alguien a la entrada.
García-Gallardo va, efectivamente, como el acompañante de Laura: jersey con coderas bajo un plumas sin mangas, barba crecida y mentón elevado. Mientras aplaude, el joven dirigente de Vox agarra el micrófono y pide una cerveza, para no incomodar al anfitrión. Para comenzar, cuenta algunas anécdotas de la infancia y deja una sentencia prometedora: “A diferencia de otros, que tienen infancias traumáticas, la mía fue normal”. Aplausos entre el público.
Los asistentes al encuentro son pocos, unos cincuenta, la mayoría afiliados o simpatizantes del partido de extrema derecha. Dos personas intercambian sus planes en la barra del lugar: “Mañana tenemos mesa del partido en Chamberí”. Les interrumpe una chica y uno de ellos la presenta: “Aquí tenemos a la mayor activista antibozales”. Se refieren presumiblemente al activismo antimascarillas. “Pedíos una cerveza, ¿no? Os veo apagados”, dice un chaval a otro grupo que pasa por allí. A pocos metros, un chico reparte unos tickets verdes: “¿Sois amigas de Juan? Perfecto, pedid lo que queráis en la barra del fondo”.
Todo esto sucede mientras García-Gallardo trata de hacerse escuchar entre el público. Uno de los organizadores le pide que se acerque un poco más al micro, porque hay un murmullo creciente. Primero cuenta sus inicios en política: “Fui alcalde de pasillo en el CEU. Antes fui delegado en la universidad. Esto me sirvió para saber gestionar equipos”. Cuenta que cuando se reunió con Abascal, le dijo que nunca había perdido unas elecciones. “Abascal no sabía nada de mí”, reconoce. El chico que acompaña a Laura se ríe a carcajadas, es uno de los primeros en intervenir para preguntar, después del relato de Gallardo sobre sus inicios en política.
“Hay quien piensa que en Vox hay una corriente más liberal y otra más nacional-populista. ¿Usted con cuál se identifica?”. García-Gallardo dice que ni de izquierdas ni derechas: “A mí me gusta el estilo de Jorge Buxadé, pero también el de Iván Espinosa de los Monteros”. Y a continuación explica que él, durante la campaña electoral tras la que la extrema derecha consiguió por primera vez poder real en democracia, hacía lo que le decían.
Aunque algunas preguntas están pactadas y las pronuncian algunas chicas que se han sentado en primera fila, en las únicas butacas de la sala, algún espontáneo se anima. Y sale el fantasma que recorre el partido: “¿Qué le parece la decisión de convocar una moción de censura con Tamames?”. García-Gallardo arranca con un latinismo: “Inteligencia viene de inteligere, que quiere decir leer entre líneas”.
El dirigente de Vox lee en la pregunta del público, o quizás en la pronunciación temblorosa, que hay algo de preocupación. “Entiendo que esta decisión ha generado algunas dudas en el partido, y así me lo habéis hecho llegar algunos”, reconoce Gallardo, que acto seguido activa el argumentario y zanja: “Es una maniobra brillante. La moción es una herramienta perfecta que nos va a ayudar a salir más fuertes”. Y, además, loa al candidato “Tiene algunos de los mejores tratados de economía que hay en España”, dice sobre el profesor, aunque no especifica si los mejores los escribió durante su etapa en el Partido Comunista o ya entrado el nuevo siglo.
Para terminar de redondear el argumento, García-Gallardo se extiende en las virtudes de Tamames. Dice que es uno de los únicos padres de la Constitución -no lo es- que quedan vivos, aunque reconoce que esto no se lo sabe muy bien, que es lo que sabe de oídas, y pide volver al espíritu de la concordia. Y a continuación, sin saber muy bien cómo, admite: “Parece que somos un poco fachas y quizás no les falte razón”. Un asistente, que lleva una camiseta marca ‘Fachers’, aplaude con euforia.
La última pregunta va dirigida a la juventud. “¿Qué le dirías a los jóvenes con la situación que estamos viviendo?”. García-Gallardo, de 31 años, quizás piensa en él cuándo se pregunta, casi para sí mismo: “¿Qué situación está viviendo la juventud?”. Y a continuación razona que quizás no estamos tan mal. “Tenemos una sanidad y educación más que correcta”, dice en tono socialdemócrata y va más allá, acercándose peligrosamente al discurso revolucionario: “Pienso en mis abuelos, que tenían una situación muy dura, de pobreza”. Unos minutos después, recula: “A mí no me hace gracia tener al lado a la izquierda, pero tampoco a los federicos y a las ana rosas”.
El moderador pide un fuerte aplauso y todos se agolpan alrededor del vicepresidente para una foto. Alguien pide la bandera de España. Suenan canciones de Seguridad Social y de Fondo Flamenco. En Vox, la música que pinchan los jóvenes también es anacrónica. A la salida, un grupo de amigos intercambia conclusiones. “Estoy tan poco puesto que no sé ni la mitad de las cosas que dice, pero yo soy partidista [sic] de que los que vengan, trabajen”.