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El general que defiende a Franco por los platós tuvo que dimitir como jefe de Policía de Madrid por atacar a políticos y periodistas

El general Monzón, en Telecinco.

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El general Manuel Fernández-Monzón Altolaguirre no fue el impulsor del manifiesto que ensalza la figura del dictador Francisco Franco firmado por 181 altos mandos retirados. Pero ha asumido el papel protagonista en la defensa del texto y como portavoz de los militares que se oponen a sacar los restos del golpista del Valle de los Caídos en muchos de los programas televisivos que han tratado el tema.

Antiguo oficial de Inteligencia del Estado Mayor y secretario general del Servicio de Contraespionaje durante la dictadura, a Monzón no le son ajenos los medios de comunicación. Empezó a colaborar con Abc en 1965. En la actualidad tiene un programa sobre historia militar en Radio Ya, heredera del diario homónimo, donde también participa en tertulias políticas de ultraderecha. Entre sus compañeros habituales de debate se encuentran Melisa Ruiz (Hogar Social), Rafael Ripoll (España 2000) o Jorge Garrido (Falange).

El general se caracteriza por su vehemencia a la hora de verbalizar sus opiniones, algo de lo que pueden dar fe algunos de los contertulios y presentadoras que han compartido plató con él durante los últimos días. También Willy Toledo, al que Monzón retó a un duelo a muerte en directo. Esa voluntad de hacer público lo que piensa ya le jugó alguna mala pasada en el pasado e incluso forzó su dimisión como jefe de la Policía Municipal de Madrid en 1994.

Monzón había llegado a ese puesto de la mano de José María Álvarez del Manzano, entonces alcalde de la capital por el Partido Popular. Su nombramiento provocó las críticas de oposición y sindicatos puesto que la etapa de los militares al frente de cuerpos policiales se consideraba superada. También censuraron que el Ayuntamiento se saltara la normativa municipal para darle el puesto, ya que superaba la edad límite de 55 años (contaba 58), no era funcionario de carrera y no había ganado ningún concurso público.

Además, el general de Infantería ya se había ganado ser identificado con la ultraderecha por su empatía con los golpistas del 23F (“Su dolor y el de sus familiares es nuestro dolor”, escribió en Abc al comienzo del juicio a Armada y Milans del Bosch) o sus reclamaciones de que el Ejército estuviera solo al mando del rey y se independizara del poder político civil.

Pronto demostró el general que dichas preocupaciones no eran infundadas. Obligó al alcalde a retirar personalmente una orden antisindical en la que Monzón denunciaba el ambiente “viciado e intrigante” que, a su juicio, estas organizaciones creaban entre los agentes madrileños. Los sindicatos denunciaban que el general pretendía hacer de la Policía Municipal un cuerpo militarizado.

Álvarez del Manzano lo ratificó en el puesto en varias ocasiones tras estas polémicas, pero finalmente tuvo que forzar su dimisión 14 meses después de su nombramiento. Se vio obligado a ello después de que El Mundo publicara el 30 de junio de 1994 que el militar elaboraba un “confidencial” que comercializaba por correspondencia privada a diversas personalidades políticas y económicas.

En esas cartas el general atacaba a representantes políticos y periodistas con comentarios ofensivos, comparaba la situación de la época con la del 23F o hacía comentarios machistas sobre la “belleza” de ediles del Ayuntamiento. “Hay que machacarle ahora o será nunca. No hay que permitirle que se haga querer de nuevo”, instaba sobre Felipe González, mientras animaba a “dejar de minimizar a Aznar”.

Monzón reconoció ser el autor de las cartas, pero negó que cobrara una suscripción mensual de 30.000 pesetas por ellas, como había publicado El Mundo. “Eso fue una mentira gigantesca”, enfatiza en conversación con este medio. “Esas cartas dirigidas por mí personalmente al domicilio de algunas personas. No eran cartas oficiales ni pasaban por secretaría ninguna. Eran correspondencia privada, a lo que tiene uno perfectísimo derecho”, continúa.

“De hecho, algunos de los beneficiarios eran el entonces alcalde Álvarez del Manzano y José María Aznar. Ninguno de ellos osó defenderme, por supuesto”, expone.

El general convocó una rueda de prensa tras las publicaciones de Pedro J. Ramírez para asegurar que no pensaba dejar el puesto. Sin embargo, la presión de la cúpula popular provocó que presentara su dimisión la mañana siguiente. “Habrá cambiado de opinión durante la noche”, declaró Álvarez del Manzano.

Meses después la justicia consideró ilegal la maniobra que el alcalde utilizó para designarle inspector jefe de la Policía Municipal y declaró ilegal su nombramiento.

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