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El Hospital Varsovia de Toulouse, un hito de la medicina social obra de los exiliados españoles

Vicente Parra, en el Hospital Varsovia de Toulouse

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La pasada semana dejamos al XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles, que había invadido el leridano Valle de Arán, retirándose a su base transpirenaica de Pau. Comenzada la Operación Reconquista de España, el 3 de octubre de 1944, la aplastante superioridad numérica del enemigo, diez efectivos franquistas por cada guerrillero, obligó a los mandos –al político, Santiago Carrillo, y militar, el general Luis Fernández, jefe de la Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE) de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI)– a ordenar el 21 de octubre la retirada de todas las fuerzas republicanas para evitar ser cercadas y destruidas. Algunas unidades lo habían hecho ya por iniciativa propia y un número indeterminado de guerrilleros logró romper los cercos e integrarse en las partidas del maquis, “los del monte”, que actuaban en el interior de España.

Las tropas en retirada dejaron 129 muertos y 218 prisioneros en los frentes de batalla y llevaron consigo entre 241 y 588 heridos, según las fuentes, que habrían de recibir cuidados médicos en Francia. Previéndolo, la dirección del Partido Comunista de España había instalado, con ayuda de su homónimo francés, un hospital de primeros auxilios en Toulouse, sede del PCE, en el número 15 de la calle Varsovia –nombre que era, en realidad, una deformación de la expresión occitana verse vin, portabotellas o escanciador de vino–, un viejo château a las afueras que el gobierno provisional le permitió ocupar gracias a los ministros del PCF: 53 camas servidas por una plantilla de 25 médicos y enfermeras, comunistas en su mayoría, dirigidos inicialmente por el José Miguel Momeñe, al parecer un practicante graduado en la universidad de Valladolid, según Francisco Guerra (La medicina en el exilio republicano, 2003), que la experiencia médica en las guerras de España y contra los nazis lo habían hecho acreedor del grado de teniente médico de las FFI.

Concebido como hospital de sangre militar, tras acoger a los heridos de Arán y de los enfrentamientos con las tropas invasoras de Hitler, el Hospital Varsovia extendió su acción al cuidado sanitario de los exiliados españoles de Occitania, la mayoría de los 527.843 refugiados en Francia al final de la Guerra Civil, de acuerdo con la estadística oficial francesa.

A los pocos meses de su funcionamiento, en mayo de 1945, se funda la Amicale des Anciens FFI et Résistants Espagnols para administrar el centro y transformarlo en hospital civil. El nuevo director es el comandante medico de las FFI Josep Torrubia, militante del PSUC, y su mano derecha, la anarquista María Gómez Álvarez, cirujana-jefa –aunque la precariedad de medios no haría posible instalar el primer quirófano hasta 1947, con sólo 16 camas quirúrgicas, según cuenta ella misma–.

La idea era organizar el Hospital Varsovia como referente de la sanidad republicana que se implantaría en España cuando retornara la democracia. Una sanidad universal, gratuita y avanzada científicamente que había puesto en marcha la II República. Paralelamente, con el mismo espíritu, la Cruz Roja Republicana Española estableció al amparo del gobierno en el exilio un centenar de dispensarios en la Francia liberada atendidos por sanitarios españoles. 

Al principio, el Hospital Varsovia no disponía de otro material sanitario que el que le aportaban los guerrilleros que lo requisaban de las tropas alemanas en fuga y algunas donaciones de ayuntamientos, los de Glasgow, Varsovia y el de Zurich, que, con la Centrale Sanitaire Suisse, donó un equipo de rayos X.

Pablo Picasso, que durante el último año de la guerra civil había fundado en París y presidía el Comité de Ayuda a los Republicanos Españoles para enviar alimentos y medicinas a las zonas republicanas asediadas, impulsó la recaudación de fondos de ayuda al “hospital de los españoles en Francia”. Marie Curie, Louis Aragon o Albert Einstein, además de una cantidad considerable de personalidades de todos los campos, acudieron al llamamiento del pintor. Y, sobre todo, el norteamericano Comité Antifascista de Refugiados (Joint Anti-fascist Refugee Committee, JAFRC) –presidido por Edward Barsky, el médico brigadista de la Abraham Lincoln–, que, a través del Comité de Servicio Unitario (Unitarian Service Committee, USC), lo subvencionó con 370.000 francos mensuales.

También participaron otras instituciones como la Casa de Galicia de Unidad Gallega de Nueva York, la Spanish Refugee Appeal de Vancouver, la Comisión de Asistencia de Cuba y La Comisión de Ayuda al hospital Varsovia de México. Numerosos catedráticos de la facultad de Medicina de Toulouse contribuyeron con apoyos e influencias al mantenimiento del Hospital Varsovia, especialmente el oncólogo Joseph Ducuing, miembro del PCF, que será decisivo, como veremos, para la supervivencia de la institución sanitaria de los guerrilleros. La Seguridad Social francesa también se involucró y desde finales de 1947 le reembolsaba 56 francos por cada consulta médica evacuada.

Pese a las limitaciones económicas y técnicas, poco a poco el equipo del hospital hace crecer su proyecto de medicina social, en el que se potencia la formación del personal, tanto médico como auxiliar, y la investigación, como los estudios realizados por Joaquín Vinyes sobre la avitaminosis C y el adelantado estudio del uso adecuado de la penicilina, proporcionada por el USC, su acción terapéutica, dosificación adecuada y efectos secundarios, de gran importancia y aplicación en la práctica hospitalaria francesa. Sus programas de acción sobre la desnutrición y la prevención sanitaria, así como sus campañas contra la tuberculosis, la sífilis y la mortalidad infantil tuvieron una notable repercusión en la salud de los refugiados españoles. Fueron pioneros sus programas de lucha contra el cáncer, con el apoyo del Centro Anticanceroso de Toulouse, dirigido por el citado doctor Ducuing.

Todo ello se recogía a través de una revista propia, Anales del Hospital Varsovia –subtitulada “Walter B. Cannon Memorial”, en homenaje al reputado fisiólogo que fue devoto de la causa republicana y miembro destacado del JAFRC–. El primer número apareció en julio de 1948 con la declaración de principios: “Velar por la salud de toda la emigración española republicana en Francia”.

Víctima colateral, civil, de la Guerra Fría

En 1949, un fantasma recorría no ya Europa sino Occidente, pero no era el fantasma del comunismo alumbrado por Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848. Un siglo después, el fantasma era el del anticomunismo: comenzaba la Guerra Fría con la Doctrina Truman de 1947, el Plan Marshall de ayuda económica a países de gobiernos anticomunistas y la constitución de la OTAN en 1949.

A parte de los protagonistas, de aquel enfrentamiento relativamente incruento sólo hubo un neto vencedor, ayer como hoy: el “complejo militar-industrial”, culpable de la enloquecida escalada armamentística, concepto que acuñó el poco sospechoso presidente de los EE. UU. Dwight D. Eisenhower en su famoso discurso de despedida a la nación del 17 de enero de 1961. Y una multitud de víctimas colaterales.

El Hospital Varsovia fue otra notable víctima colateral, tanto en los Estados Unidos como en Francia. La fama del hospital había crecido exponencialmente en un lustro, atendiendo pacientes de toda Francia y de las colonias, relata el enfermero e historiador Pablo Molanes Pérez, y las aportaciones del JAFRC permitían sucesivas ampliaciones de las instalaciones sanitarias. El presidente del Comité Antifascista de Refugiados, el doctor Edward K. Barsky (1897-1975), era una figura prominente de la medicina norteamericana; hijo del fundador del ilustre Beth Israel Hospital de Nueva York, donde ejerció junto a su padre y dos hermanos; se afilió al Partido Comunista de los Estados Unidos (PCUSA) en 1935 y emocionalmente implicado con España, al estallar la guerra civil fundó el American Medical Bureau to Aid Spanish Democracy como filial del North American Committee to Aid Spanish Democracy, uno de los numerosos comités para recaudar fondos para la República, mientras que el suyo –denostado por la jerarquía católica norteamericana– enviaba ambulancias, equipamiento médico y suministros hospitalarios a España.

En enero de 1937 se trasladó a España al frente de un equipo de doctores, enfermeras, conductores de ambulancia y técnicos hospitalarios, para participar en los servicios médicos del ejército leal. A éste le siguieron otros sanitarios –en 1938 llegaron 117 personas– que le permitieron establecer unidades de emergencia en los frentes en ambulancias y tiendas de campaña y un hospital móvil con quirófano alimentado con baterías, así como hospitales de sangre y de convalecencia. Tras una gira por Estados Unidos para promover el apoyo y la ayuda a España, de vuelta a los frentes, se hizo cargo de los Servicios Sanitarios de las Brigadas Internacionales, cuya dirección desempeñó hasta la retirada de los combatientes voluntarios en enero de 1939.

De vuelta a Estados Unidos, en 1941 fundó el Joint Anti-Fascist Refugee Committee, dedicado a la recaudación de fondos para los refugiados españoles y para hacer lobby en favor del depuesto gobierno democrático. Cuando fue prohibido, en junio de 1947, el comité había distribuido 1.011.448 dólares en metálico y 217.903 dólares en bienes. La organización había proporcionado dinero, comida, equipamiento, vestidos, refugio, educación y tratamientos médicos en once países, entre ellos los propios Estados Unidos. Gracias a Barsky, entre otros, el Hospital Varsovia pudo disponer de la milagrosa penicilina.

El comité de Edward Barsky fue una de las víctimas de la Guerra Fría, como él mismo. En noviembre de 1947, el Joint Anti-Fascist Refugee Committee fue clausurado como consecuencia de una Orden Ejecutiva –la United States Executive Order 9835, conocida como la “Loyalty Order”, firmada por el presidente Truman el 21 de marzo de 1947– destinada a purgar la administración de comunistas, a los que se suponía leales, pero a la Unión Soviética. Un producto de la Guerra Fría, hábilmente explotado por el partido republicano, que, en base a la propaganda sobre el terror comunista y la infiltración soviética en “altos puestos del gobierno”, les dio la mayoría de ambas cámaras en las elecciones de 1946.

Desde 1938 (y hasta 1975) funcionaba en la Cámara de Representantes el Comité de Actividades Antiamericanas (House Un-American Activities Committee, HUAC), que más tarde sería campo de batalla del dipsomaníaco crónico –forma elegante de llamarlo borracho sin remedio– senador Joseph McCarthy, éste desde la presidencia del Subcomité Permanente de Investigaciones de Seguridad Nacional del Senado, cuya “caza de brujas” terminó con él mismo cuando acusó al presidente Eisenhower y a su ministro de Defensa, Charles Wilson, de encubrir el espionaje extranjero (soviético, claro).

Esta psicosis dio lugar al Employees Loyalty Program –la purga de funcionarios propiamente dicha– y a una lista negra del Fiscal General personas y organizaciones que acusaba de “comunistas” e involucradas en “actividades antiamericanas” y a las que, en función de esa acusación, se le negaban todo tipo de licencias, incluso para recaudar fondos, lo que de hecho suponía la desaparición del Joint Anti-Fascist Refugee Committee.

Entre ellas, la del doctor Barsky, quien, además, fue citado con todo su staff por el citado comité de la cámara de Representantes para ser interrogados y para que entregaran toda la documentación contable de la organización, con los nombres tanto de los colaboradores en dinero y bienes –entre ellos, Eleanor Roosevelt, viuda del anterior presidente de los EE. UU.–, así como de los receptores de las ayudas. La negativa a someterse a los métodos inconstitucionales, lo que con McCarthy era moneda corriente, se resolvió con penas de cárcel y multas por “desprecio al Congreso”. En el caso de Barsky, el más afectado, con seis meses de cárcel, que cumplió, y una multa de 500 dólares.

Lo contó en los Anales del Hospital Varsovia el escritor norteamericano Howard Fast, militante del PCUSA desde 1944 y destacado miembro del JAFRC: “Hacemos pública nuestra protesta por la condena de la que fueron objeto el Dr. Barsky por el «crimen» de prestar ayuda a las víctimas del fascismo y en particular a los enfermos y a los inválidos españoles (…) Preferimos publicar algunos párrafos que el escritor Howard Post [sic] –una de las personas encarceladas– ha hecho público: 'Así voy a la cárcel. No solo sino con 21 más. Os digo que estoy orgulloso de tener por compañía a estos hombres y a estas mujeres y que jamás estuve mejor acompañado, pues con ellos entra en la cárcel lo mejor de América. El Comité de Actividades Antiamericanas nos ha exigido darle los nombres de los republicanos españoles que hemos ayudado, de suerte que al hacerlo nos hubiéramos convertido en criminales asociados al abominable Franco. Y porque nos hemos negado a ello, vamos a la cárcel'” (Anales del Hospital Varsovia, editorial del número 9, 1950). Fast, autor de la novela Espartaco, llevada al cine por Kirk Douglas con guion de Dalton Trumbo, otro de los de la lista negra de Hollywood perseguidos por el alcohólico McCarthy, fue encarcelado tres meses en 1950 por desacato al Congreso.

El último acto de la historia altruista del doctor Barsky fue la suspensión de su licencia de médico durante seis meses, a pesar de la indignada solidaridad profesional que despertó. Barsky llevó al Colegio de Médicos de Nueva York a los tribunales, hasta el Supremo, que, en 1954, ratificó la suspensión. El magistrado William O. Douglas resumió el estado de cosas en su voto particular contra la sentencia: “Cuando un médico no puede salvar vidas en América por oponerse a Franco en España, ha llegado la hora de hacer un alto y contemplar críticamente la neurosis que nos tiene poseídos”.

Un estado de cosas que conducía a entenderse con un régimen, el franquista, que un lustro antes era repugnantemente inmoral y cada día parecía más normal.

La persecución obsesiva contra el Hospital Varsovia

Fast, que visitó el Hospital Varsovia en abril de 1949, antes de cumplir la pena de cárcel, traía otra mala noticia: el millón de dólares que iba a enviar el JAFRC para construir un nuevo dispensario había sido bloqueado por la administración norteamericana, como todos los bienes del Comité. Aunque, allí como aquí, hecha la ley, ingeniada la trampa: el JAFRC continuó su aportación económica mediante otra organización, la Spanish Refugee Appeal.

Pero nubes oscuras se cernían sobre el admirado hospital de los republicanos españoles. La Doctrina Truman es obedecida por Francia y, en mayo de 1947, el presidente de la IV República, el socialista Vincent Auriol, expulsa a los ministros comunistas del gobierno; la pérdida de influencia del PCF redunda en el apoyo que prestaba al PCE y sus instituciones, que están en el punto de mira gubernamental. Émile Pelletier, prefecto del Alto Garona, denuncia en febrero de 1948 que en más de la mitad de los crímenes cometidos en Toulouse, capital del departamento, se hayan implicados españoles –¿no suena la miserable acusación?–. Oportunamente, el 17 de febrero de 1950 se descubre un importante depósito de armas en Barbazan, cerca de la frontera española; armas que, según las interesadas declaraciones del democristiano Alfred Coste-Floret, alcalde de la vecina localidad Bagnères-de Luchon, “no están destinadas a cazar a Franco; al contrario, según un plan establecido, a ayudar a los comunistas franceses en caso de guerra civil”, cuenta el citado historiador Molanes Pérez.

El miedo de los estamentos del poder en Francia es que si se entra en guerra con la Unión Soviética, el PCF trataría de hacerse con el poder con el apoyo de los comunistas españoles, ésos de los que no hacía tanto, en marzo de 1945, Charles de Gaulle había dicho: “Guerrillero español: en ti saludo a tus bravos compatriotas. Por vuestro valor, por la sangre vertida por la libertad y por Francia, por tus sufrimientos, eres un héroe francés y español”.

Todo está preparado para desencadenar la Operación Bolero-Paprika. El prefecto Pelletier, obsesionado con el Hospital Varsovia. “refugio de agentes soviéticos”: escribe el 7 de febrero de 1950 al ministro del Interior Henri Queuille: acusa al doctor Francisco Bosch i Fajarnés, capitán médico miembro del PCE, a la sazón director del hospital –tras haber fundado dos centros de reposo para veteranos y convalecientes y una casa de acogida de huérfanos– de ser “uno de los agentes principales del brazo español de la Kominform”, sucesora de la Komintern, y le propone revocar la ley Billoux de agosto de 1945, que permitía a los sanitarios extranjeros asistir a sus compatriotas: “Significará que los médicos españoles ya no tendrán derecho a ejercer, como los del Varsovia, lo que conllevará la clausura del hospital. La población hospitalizada, que no pasa de 50 enfermos, podría ser admitidos sin ninguna dificultad en los diferentes hospitales de Toulouse”.

El primer ministro del gobierno de Auriol, René Pleven, de la Unión Democrática y Socialista de la Resistencia (UDSR), da luz verde a la Operación, que la dirige el secretario de estado de Interior Eugène Thomas y en la que colaboran los servicios de información del ejército de la dictadura franquista.

Todo el equipo médico del Hospital Varsovia es encarcelado el 7 de septiembre de 1950. El diario France Soir recoge en su crónica del 10 de septiembre de 1950 la nómina de detenidos: “Todos los dirigentes conocidos del PCE en Francia, todo el personal del hospital Varsovia, todos los jefes de construcción y del servicio de la empresa Fernández-Valledor, así como los dirigentes de la Asociación de Veteranos de las FFI y Resistentes Españoles y de otras asociaciones de obediencia comunista”.

Un mes después, ya expulsados los 177 dirigentes del PCE señalados como agentes de la Kominform y disueltas las organizaciones comunistas, un decreto del ministerio del Interior del 7 de octubre declara ilegal al PCE y ordena la disolución de la Amicale des Anciens FFI et Résistants Espagnols, administradora del hospital, la liquidación de sus bienes, la clausura del Varsovia y el traslado de sus pacientes a otros centros sanitarios.

Los planes represivos del gobierno francés se cumplían al ritmo previsto, pero no contaban con un séptimo de caballería que acudió al rescate: el PCF y el citado doctor Joseph Ducuing, catedrático de Cirugía de la Universidad de Toulouse y director del centro regional Anticanceroso, que, junto a un nutrido equipo de médicos y sanitarios franceses, se hizo cargo del hospital el mismo día 7 de octubre mediante la Societé Nouvelle Hôpital Varsovia –otra ONG avant la lettre, como la Amicale–, sin que dejase de funcionar ni un solo día. La nueva empresa administradora compró las instalaciones sanitarias a la Amicale el 1 de enero de 1951 y, posteriormente, el 12 de febrero de 1952, el château que albergaba al Varsovia por seis millones de francos que adelantó el PCF.

El Hospital Varsovia, llamado desde 1979 Hospital Joseph Ducuing de Varsovia en memoria de su salvador, creció espectacularmente, se incorporó a la red pública sanitaria francesa como hospital general privado concertado y es hoy el hospital de referencia antituberculoso y de enfermedades raras del Midi-Pyrénées. Una de sus alas lleva el nombre de los guerrilleros españoles. La Asociación de Amigos de la Medicina Social, que fundó el profesor Ducuing en 1955, asegura la continuidad de los principios sociales que lo inspiró en 1944.

Los exiliados españoles enraizados en Francia no abandonaron nunca la reivindicación de ver rehabilitada la Amicale des Anciens FFI et Résistants Espagnols. Hasta que murió el dictador, Francia no se avino, o no se atrevió por motivos diplomáticos, a revisar la injusticia y derogar el bochornoso decreto de 1950. La dictadura franquista también reinó en Francia: durante más de un cuarto de siglo, los exiliados españoles, casi todos también con la ciudadanía francesa, estuvieron privados de derechos humanos elementales: reunión, asociación, expresión, prensa... El gobierno francés volvió a inscribirla en 1976, bajo el nombre Amicale des Anciens Guérilleros Espagnols en France-Forces Françaises de l'Intérieur.

Gloria a todos ellos.

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