José Gómez: “El 11M generó la receta perfecta para crear más desinformación con el paso del tiempo”
En la mañana del 11 de marzo de 2004, pasadas las 7.30 de la mañana, explotaron 10 mochilas colocadas en diferentes trenes de la red de Cercanías de Madrid. Murieron casi 200 personas y hubo unos 2.000 heridos, pero las víctimas pasaron a un segundo plano casi de inmediato, cuando el Gobierno de José María Aznar trató de esconder la autoría real de los atentados. A tres días de las elecciones generales, el Ejecutivo que había participado en la invasión de Irak no quería bajo ningún concepto que los españoles supieran que tras la matanza estaba Al Qaeda. “ETA buscaba una masacre en España, lo ha conseguido”, dijo ese día el ministro del Interior, Ángel Acebes.
Ahora, 18 años después, el director José Gómez ha estrenado un documental en Netflix que le ha tenido una década sumergido en la investigación de lo que pasó y de cómo se mintió, pero que por encima de todo ha supuesto un esfuerzo en dar voz a un gran número de víctimas, que vieron cómo su dolor era sepultado bajo una teoría de la conspiración lanzada desde la política y sostenida por varios medios.
Gómez, que ha trabajado con las productoras Villa Lunera, Rogue, Sirius Pictures advierte de que aquella campaña de desinformación ha provocado que hoy haya mucha gente que no sabe bien qué ocurrió, y pone el foco en los más jóvenes. Por eso se propuso que este documental sea un legado para ellos.
¿Por qué decidió hacer un documental sobre el 11M? ¿Qué le atrajo de ese suceso?
Hay tres razones. Cuando ocurre el 11M, la sociedad se divide de una forma que a mí me llama mucho la atención, porque los atentados terroristas, sobre todo en Occidente, no dividen a la sociedad. En España esta división social se traslada a las víctimas. Yo he hecho mucho trabajo con víctimas de terrorismo y nunca había visto eso. Con los años me di cuenta de que muchas de estas víctimas se habían quedado en el olvido o simplemente no se le había dado más importancia a otro tipo de narrativas. Entonces surge esta idea de hacer una serie de testimonios sin que estén contaminados con ideologías políticas.
Además, sale una investigación del profesor [Fernando] Reinares que aporta conocimiento nuevo a lo que ya se sabía, y de ahí para adelante son seis años de una investigación mía. Esa segunda razón es para buscar respuestas, porque la gente se queda con algunas preguntas de lo que pasó, no tienes esas respuestas muy claras. El segundo objetivo es contar una historia accesible a una audiencia amplia lo que realmente pasó, sin circo y sin plataformas políticas.
Y el tercer objetivo es crear un legado porque la gente menor de 30 años no sabe bien lo que pasó, porque no se lo han contado, o lo han hecho de una forma muy superficial o muy distorsionada. No saben dónde explotaron los trenes, a veces no sabían si eran del Metro o eran de Cercanías. Y ya en el asunto de Al Qaeda o ETA era una confusión total. Decidimos hacer un formato más corto y distribuirlo a través de plataformas, porque era un mejor canal para la gente joven y más accesible.
La investigación para el documental empezó en 2012, ¿por qué ha durado 10 años?
Es una investigación compleja. Después de los atentados hubo una investigación policial y después, obviamente, el proceso judicial. Nos lleva mucho tiempo porque en el documental hay gente que es muy poco accesible. Hay otra razón. Nunca quisimos subvenciones ni dinero de organizaciones, gobiernos o instituciones de cultura que pudieran influir en nuestro trabajo.
Lo hicimos de forma independiente y obviamente eso se fue alargando. Fue un trabajo constante. Lo último fue hace unos meses, con la confesión de Bárcenas que le puso la cereza al pastel [Declaró que el PP había financiado a Libertad Digital con la caja B porque era afín a la teoría de la conspiración]. Sabíamos lo que había sucedido, pero esta declaración oficial de Bárcenas fue el final. Entonces, de cierta forma ese trabajo de tanto tiempo lo pudimos redondear muy recientemente.
¿Cree que todavía hay gente que tiene una percepción errónea de lo que ocurrió el 11M?
Existe un sector cada vez más grande en la sociedad -y eso es lo preocupante- que no sabe lo que sucedió, porque a la gente joven no se lo enseña. Eso me lo han contado los profesores: quienes sí lo cuentan, al siguiente día tienen padres pidiendo que les echen. Hay gente que de buena fe cree que hay conexiones con ETA o cosas raras. Parte es por las teorías de la conspiración y parte por el daño que se hizo con el mal manejo de la información.
Hay gente que viendo las cosas de una forma cronológica, ordenada, clara y rigurosa, de pronto las dudas que podían tener que estaban basadas en ignorancia o falta de información, se esclarecen. Hay mucha ignorancia en la sociedad española en general sobre este tipo de cosas y por el trato que se le da a la información. El 11M, desgraciadamente, generó la receta perfecta para crear más desinformación con el paso del tiempo.
Sobre esto que comenta, hay gente que no recuerda algunos de los detalles más escabrosos del caso, como el suicidio de la mujer de un comisario acosado por la prensa o la muerte del GEO en la explosión de la casa de los terroristas, cuya tumba fue luego profanada. ¿Había intención también de recuperar estas historias que habían caído en el olvido?
Hay muchas cosas que no se rescataron porque consideramos que no añadían nada a la narrativa. Por ejemplo, la parte de la investigación la tocamos muy poco, pero es que no hay mucho más que tocar. Ahí se hicieron unas cuantas chapuzas como se hacen en cualquier escena del crimen. Pero sí nos enfocamos en las partes donde había necesidad de mirar las historias más humanas, por ejemplo la del GEO [Francisco Javier Torronteras], del que poca gente se acuerda, y también de lo que pasó con la esposa del comisario de Vallecas [Rodolfo Ruiz]. Hay historias que no se conocen, se han quedado perdidas y nuestra intención fue tratar de rescatarlas y dejarlas ahí plasmadas para las nuevas generaciones.
Comentaba antes que buena parte del trabajo fue esa recopilación de testimonios de las víctimas. Uno de los momentos más duros del documental es cuando recuerdan frente a la cámara lo que ocurrió, ¿fue difícil convencerlas?
Hay que tener mucho cuidado con una persona que ha sufrido un trauma de este tipo. Cuando entrevistas a una víctima de terrorismo, de abuso sexual, a refugiados en guerra... tienes que volverte más un psicólogo que un documentalista o periodista. Tienes que saber que independientemente de cómo hagas la entrevista, les vas a destrozar, sobre todo a la gente que ha perdido hijos o padres, víctimas muy directas. Los vas a traer a un estado emocional del cual va a ser difícil que se recuperen.
Es muy complicado convencerles de que lo hagan. Hay un proceso en el que hay que cuidar mucho el antes, el durante y el después. Yo les creaba un espacio de conversación con un sistema de filmación donde ellos ni siquiera veían la cámara. Cuando terminas una entrevista de estas se quedan rotos y hay que acercarse a ellos, cuidarles.
¿En ese trabajo entra también la decisión de no mostrar las imágenes de las explosiones, que quedaron registradas en las cámaras de seguridad de las estaciones?
Esas imágenes no se deben utilizar y mucho menos en la forma en la que se están utilizando después de 20 años. Haces un daño que no está justificado.
Yo me reuní con el equipo de dirección de arte y les puse esas imágenes [la explosión que registra una de las cámaras cuando la gente huye por las escaleras de la estación], pero las dejé correr hasta el final porque el humo se va y después la cámara filma lo que pasa, lo que queda ahí, y se retorcieron al verla. Alguno hasta lloró. Les dije que había que buscar una solución gráfica para esto, porque tenemos que enseñar lo duro que fue, pero sin mostrar estas imágenes. De ahí nacen las decenas y decenas de dibujos que se convierten en un apoyo para no usar las imágenes escabrosas. Y eso conecta con lo primero que te dije, el proceso de cuidar a esta gente es complicado y hay que hacerlo bien.
¿Qué opina de cómo se trató a las víctimas después del atentado?
Obviamente con las víctimas de otros grupos terroristas no ha habido polémica. Con estas ha habido mucha contaminación y toxicidad, en un país como España, en el que siempre ha estado muy presente el terrorismo. No quisimos entrar en ese tipo de polémica con nadie, quisimos simplemente dar la voz a las víctimas de este atentado.
¿Qué le pareció, usted que lo vivió desde fuera, la reacción del Gobierno al atentado? ¿Y la de los medios?
Nací en México, pero mis raíces están en España y llevo toda mi vida profesional en el Reino Unido. La BBC se convierte en uno de los pocos medios que nunca acepta la autoría de absolutamente nadie hasta que no está confirmado. ¿Cómo veo yo esto desde fuera? Pues con la confusión que generó el mal manejo de la información por parte del Gobierno. Tú esperas que tu gobierno sea claro, que tu gobierno se unifique con la oposición, y todas las instituciones juntas en representación de absolutamente todos los españoles.
Faltó, a mi modo de ver, esa actitud de unidad, de enfocarse en lo que realmente importa. No entendíamos por qué esto estaba sucediendo, así lo vi yo y así lo sigo viendo. Yo siento que eso es una mancha en la gente que en aquel momento estaba en el Gobierno y también hay manchas en la oposición. En el documental lo contamos todo tal cual pasó.
¿Intentasteis contactar con miembros de aquel Gobierno para que participaran en el documental?
No, yo no tenía nada que preguntarle a Zaplana o Acebes. Ya hablaron en la comisión de investigación, en muchísimas conferencias de prensa. Es un documental donde están las víctimas en el centro. Y donde está la cronología de los hechos. Yo no le voy a dar una plataforma política a nadie, y tampoco mediática, porque hay algunos periodistas a los que también pude haber entrevistado.
Los periodistas de esa pata mediática que ayudó al Gobierno a difundir y sostener la teoría de la conspiración tampoco aparecen entrevistados en el documental.
Supongo que cada uno de estos señores tienen sus razones particulares para haber hecho lo que han hecho y lo que siguen haciendo. Yo pedí entrevistas a los que se las tenía que pedir. Si te pones a hacer un artículo o un documental sobre el planeta Tierra, ¿le pedirías una entrevista a los que dicen que es que la Tierra es plana? No, claro. Salvo que quieras crear polémica y barullo. Si quieres crear algo serio, basado en fuentes rigurosas, tienes obligación de filtrar a tus fuentes. Eso fue lo que hicimos. Hay gente a la que no hay ni que preguntar.
Los políticos que protagonizaron aquellas teorías de la conspiración están fuera de la política. ¿Qué opina de que los periodistas que las alentaron sigan en primera línea?
A mí me sorprende. La teoría de la conspiración no es distinta a lo que pasa en las Torres Gemelas, donde hay gente que te dice que estaban los explosivos ya puestos, o los que te dicen que los terremotos de 1985 en México los organizaron los extraterrestres desde el volcán Popocatépetl. Hay un montón de versiones que se crean alrededor de un incidente.
A mí no me sorprende eso, porque es parte de la naturaleza humana. Lo que me sorprende es que puedan seguir haciendo dinero con esto y sigan utilizando a las víctimas. Una persona cuando sufre un trauma es muy susceptible de ser engañada. No es moral mentirle.
Esta gente ha sido engañada y se le ha hecho mucho daño. Y eso es lo que me sorprende, que no haya una noción de conciencia. Realmente hay gente con muchísima maldad, muy extremistas, que están utilizando muchas veces las fake news por muchas razones. Una de ellas para hacer dinero, desgraciadamente. También hay gente con buena voluntad y buenas intenciones que está confundida, gente que simplemente no sabe lo que pasó por el circo mediático.
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