Ni 24 horas le ha durado a Juan Lobato la versión socialista que hizo célebre a la popular Cristina Cifuentes cuando dijo aquello de “no me voy, me quedo” y, en menos de un suspiro, la dirección de su partido le dijo “te vas ya” y se fue. No hay comparación entre un caso y el otro porque a la ahora concursante de 'realities' varios de la televisión se le mostró la puerta de salida desde el PP nacional después de que media España viera un vídeo en el que aparecía robando cremas en un supermercado y la otra media discutía sobre su falso máster.
Al secretario general del PSOE de Madrid también le pedían la dimisión los suyos, pero por contribuir a hacer del escándalo del fraude fiscal del novio de Isabel Díaz Ayuso un problema para el Gobierno de Pedro Sánchez. Y no sólo por eso. También por traicionar la confianza de su compañera de Ejecutiva y ex jefa de gabinete de Óscar López, Pilar Sánchez Acera, al llevar ante notario una conversación entre ambos por WhatsApp supuestamente con información privada del “particular” Alberto González Amador.
El lunes por la mañana, tras la publicación a última hora del domingo de su visita al notario, el dimisionario Lobato se mostró ante su entorno más cercano muy seguro de sí mismo y dispuesto a plantar cara a la dirección federal, donde nadie fue capaz de entender los diferentes relatos que fue encadenando sobre los motivos de su decisión. Ya por la noche, y después de que el Supremo le citara a declarar como testigo en el caso que investiga al fiscal general del Estado por la supuesta filtración de los datos del “novio de España”, Lobato “entró en barrena”, según fuentes del socialismo madrileño.
Esa misma noche habló con media docena de dirigentes de Madrid, entre ellos su secretaria de Organización, Marta Bernardo; el responsable de Política Municipal y Autonómica, Diego Cruz; el alcalde de San Fernando de Henares, Javier Corpa y el de Parla, Ramón Jurado, para anunciarles que el martes comparecería ante la prensa. Nada les dijo de sus intenciones, ni tampoco del contenido que quería trasladar a los medios, pero sí les pidió que le acompañaran. Bernardo llegó a la cita una vez empezada la comparecencia y hubo también quien, como Corpa, decidió hacer mutis por el foro y no aparecer de atrezzo de un Lobato al que la mayoría de cuadros ya daba por muerto.
Solo media hora antes de la comparecencia que se desarrolló en la más absoluta soledad y ante una escenografía lúgubre, informó a los convocados que plantaría batalla a la dirección federal y al aspirante a disputarle la secretaría general en primarias, Óscar López. Al mediodía, de nuevo varias llamadas a los alcaldes más representativos de la federación y comprobó que los apoyos que tenía no representaban ni al 10% del censo de militantes.
Sus incondicionales le alertaron entonces del “papelón” que desempeñaría encabezando la delegación madrileña del Congreso Federal que se celebra este fin de semana en Sevilla y, ya a última hora de la noche del martes, decidió que la mejor opción era dar un paso atrás y marcharse. Lo anunció a su entorno a las 14.15 horas de este miércoles en una carta remitida a la militancia de Madrid y que envió unos minutos antes a un puñado de dirigentes, entre ellos Isaura Leal, presidenta de su Ejecutiva; el delegado del Gobierno, Francisco Martín; la secretaria general de la Agrupación de Madrid, Mercedes González y a Marta Bernardo. No informó en ningún momento a Ferraz.
Se va, pero mantiene las actas de diputado y senador
Hasta aquí la intrahistoria que empujó a la renuncia a un Lobato que llevaba tres años en el cargo y que mantendrá el acta de diputado en la Asamblea de Madrid y el que ocupa en el Senado por designación autonómica. Quizá por mantener el aforamiento. O quizá, porque como dicen quienes le conocen bien, en su cabeza hoy ronda la idea “regresar a lomos de un caballo blanco” si vienen mal dadas para Pedro Sánchez.
Sea como fuera, Ferraz se ha sacado un problema de encima para su 41 Congreso Federal, en el que se daba por descontada la presencia de Lobato antes de su dimisión, algo que hubiera copado el interés mediático en detrimento de los contenidos que la dirección nacional tiene previstos, que tampoco son demasiados. Lo que no han podido evitar es la indignación porque el escándalo del novio de Ayuso haya acabado amenazando la estabilidad del PSOE, y quién sabe, si también la del Gobierno.
Todo el que se enfrenta a la inquilina de Sol corre el riesgo de acabar fuera del tablero político. Le pasó a Pablo Casado, le pasa ahora al ya exlíder del socialismo madrileño y le pasará a Feijóo el día que decida plantarse ante sus bravuconadas y ocurrencias, que no parece que hoy por hoy sea el caso sino todo lo contrario. En cada operación de acoso y derribo que ejecuta tiene además a una pléyade de comentaristas y medios de comunicación dispuestos siempre a aplaudirla.
Con Lobato ya dimitido y sorteada la principal preocupación del Congreso, queda allanado el camino para que Óscar López, ministro para la Transformación Digital y la Función Pública, se erija en candidato único a las primarias que elegirán al nuevo secretario general del socialismo madrileño. La Secretaría de Organización del PSOE nombrará hoy una gestora funcional, reducida y operativa que represente a las distintas familias del socialismo madrileño, incluida a la que hasta el último momento apoyó a Lobato. Estará presidida por Isaura Leal, actual presidenta del PSOE de Madrid y el ex secretario general José Manuel Franco también formará parte de ella. Su único cometido será pilotar el proceso de primarias cuyo calendario quedará ratificado el próximo lunes. Si todo transcurre como está previsto y no hay más candidatos, López será proclamado nuevo líder del socialismo madrileño antes de Nochebuena y, con seguridad, será quien se mida en las elecciones autonómicas con Ayuso en 2027.
Y es que en el PSOE están seguros de que el hilo que busca desesperadamente el PP de Madrid, con la factoría MAR a la cabeza, “y que pretende unir a la Fiscalía General del Estado con la Moncloa no existe”, para acusar a Sánchez de estar detrás de la filtración del correo que desveló el acuerdo que el novio de Ayuso propuso a la Fiscalía para evitar la pena de prisión.
Todo el relato que Lobato construyó en su carta de dimisión supuestamente para erigirse en adalid de la política limpia y marcar distancias con la dirigencia de su partido es una construcción de la que en el PSOE se carcajean al recordar “que la limpieza no se construye yendo al notario a certificar una conversación privada con una compañera de Ejecutiva”. En todo caso, sin necesidad de que Ferraz hiciera ningún movimiento, Lobato ha comprobado que carecía de apoyos para seguir al frente del liderato que pretendía renovar en 2025. Y no ha sido por haberse desmarcado de los pactos con los nacionalistas del Gobierno, ni por hablar de un futuro sin Sánchez, ni por su ingenua labor de oposición frente a la corrosiva Ayuso, sino porque él sólo se metió en un lío del que era muy difícil que saliera. Mucho más cuando las diferentes versiones sobre la conversación por WhatsApp que registró ante notario eran cada una más inverosímil. Lo que viene siendo un suicidio político y que tan bien conoce la izquierda madrileña.
No crean, no obstante, que el del Lobato era el único nombre que envenenaba los sueños de la Moncloa y el PSOE. Ahí siguen los de Aldama, Koldo, Ábalos y el de algunos jueces y fiscales que, según barruntan los socialistas, “están dispuestos a todo hasta que la izquierda salga del Gobierno”. Hasta Ferraz llegan los ecos de quienes anuncian más sobresaltos durante la celebración del 41 Congreso Federal. Y no precisamente orgánicos, sino procedentes del ámbito judicial. Para que luego digan que los tiempos de la justicia son ajenos a las agendas políticas.