Muchos de los 63.302 electores llamados a las urnas el próximo 28 de mayo en Ceuta no habían nacido en 1987, cuando el PSOE ganó por última vez unas municipales en la ciudad. Se hizo con la Alcaldía en minoría en pleno proceso de reconocimiento de los derechos civiles y la nacionalidad española a los musulmanes que llevaban generaciones en territorio nacional norteafricano.
Aquel procedimiento, “lo de los DNI” como despectivamente se recuerda en una localidad cuya población se autoubica ante el CIS casi un punto más a la derecha que la media nacional, ha pesado como una losa durante décadas a los socialistas, irrelevantes dos décadas desde 1999, cuando una tránsfuga suya permitió al GIL reaccionario hacerse con la Presidencia de la Ciudad hasta que Zapatero pactó una moción de censura con el PP que aupó a Vivas al timón del Ejecutivo regional.
Veintidós años más tarde, ahí sigue. Después de “la legislatura más difícil”, como repite, pandemia, cierre de la frontera y crisis migratoria (o “invasión”) de por medio, ha aceptado presentarse otra vez. Tras acumular mayorías absolutísimas cosechando hasta dos de cada tres votos, desde 2019 ha tenido que apoyarse en el PSOE (tres años) y Vox (uno) para aprobar presupuestos, calendarios laborales y un nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU).
“Es un referente personal con tanto peso o más que las siglas, una institución, como Juanma Moreno en Andalucía”, lo retrata el sociólogo Carlos Rontomé, que deja un tanto hastiado la crispada política local tras cuatro años como consejero de Educación y portavoz del PP. Su partido ha perdido el monocultivo de la derecha que aspiraba a fraccionar todavía más con un partido personalista su excompañero de gobierno Javier Guerrero, el popular médico encarcelado desde enero como investigado por abusos sexuales de menores migrantes solos.
Sin él, PP y Vox se repartirán los entre 15 y 16 escaños que siempre logra como mínimo la derecha en Ceuta, pues Ciudadanos y Libres están para los sondeos sin opciones de alcanzar un 5% de respaldo mínimo. Con idéntico cartel parte Podemos en la izquierda, donde el PSOE rivaliza con las dos formaciones localistas que han tenido representación institucional hasta ahora. Ceuta Ya!, con una lista que se reparte casi al 50% entre las dos comunidades mayoritarias como el PSOE, y el MDyC, más monocolor: si Vox no incluye ningún musulmán en su candidatura, los de Fatima Hamed solamente recogen una ‘cristiana’.
La primera parte de la campaña ha permitido a los tres Juanes que lideran las listas a las que las encuestas otorgan opciones de victoria (todas dan ganador al PP en minoría salvo una, que se inclina por Vox) izar sus banderas de enganche en un escenario polarizado ideológica y sobre todo identitariamente: Vivas, la de otro cuatrienio de “estabilidad” económica y social para todos; Gutiérrez (PSOE), la del “cambio” para dar a las barriadas periféricas de población musulmana “el mismo trato que al centro”; y Redondo (Vox) la de la “desmarroquinización” tradicionalista.
En el PP temen al “voto oculto” de ultraderecha que, tras cuatro años de máxima tensión en la Asamblea y la calle por los ataques de los de Abascal como “quintacolumnistas” marroquíes a los musulmanes españoles, el 50% de la población se avergüenza de confesar ni por teléfono adhesiones xenófobas. También a la incógnita de cuánto movilizará el PSOE a su favor en ese caldo de cultivo.
La ‘explosión’ del PSOE
El ugetista Juan Gutiérrez se postula a ser otra “institución”, como Vivas. A que su nombre y carisma de barrio pese tanto o más que las siglas. Ha fiado sus opciones a capitalizar la reacción contra las invectivas extremistas en el joven extrarradio musulmán, que solo en el Príncipe sumará casi mil votantes más que en 2019.
Presidente del comité de empresa y encargado general de la adjudicataria de la limpieza pública, de la familia judía Bentolila, cuyos patronos ocupan asientos de privilegio en los mítines de PP y PSOE, unió a los socialistas ceutíes por aplastamiento en noviembre de 2021 superando cruentas disputas internas. Hoy goza de tanto o más respaldo mediático que nadie, ha reclutado asesores internacionales y reúne a gente como ninguno en sus actos al son de su “cumbia del cambio”.
Para presentarse por primera vez como número uno ha confeccionado una lista como nunca había conocido su partido en Ceuta, con 13 de sus 28 candidatos árabo-musulmanes. Gutiérrez intentó absorber a las formaciones localistas (MDyC y Ceuta Ya!) que habitualmente han tenido en ese electorado su caladero y, tras no conseguirlo, ha explotado el discurso de que en una ciudad como Ceuta solo tiene sentido votar a un partido con estructura estatal.
“Aprovechando la aparición de Vox, Gutiérrez”, se rebela el candidato de Ceuta Ya!, Mohamed Mustafa, “va por ahí pidiendo a los musulmanes que le voten diciendo que él les va a ‘proteger’, que les ‘tutela’... Quiere una asamblea como la de hace tres décadas, en la que no haya un solo líder que no se apellide Gutiérrez, Redondo o Vivas. El PSOE no defiende la igualdad de los musulmanes, nos quiere ‘quietecitos’ y encomendados a su caritativa voluntad”.
La “igualdad” es el mantra de casi todas las opciones en una ciudad de convivencia o cohabitación cotidiana, según quién la lea, entre distintas culturas y comunidades religiosas: la mitad cristiano-occidentales, el resto musulmanes e hindúes y judíos con gran peso económico y social. Los primeros y los dos últimos aglutinan en el centro el poder político y económico y los segundos soportan las peores ratios de paro, fracaso escolar e infravivienda en el extrarradio.
Ceuta está dividida en seis distritos electorales. El 1, el centro histórico, con casi 20.000 electores, entre el 1% de los barrios más ricos de España, y su entorno más próximo, la península del monte Hacho (2) y Puertas del Campo (3), justo al lado de las Murallas Reales, donde se cerraba la ciudad cristiana de antaño. En todos ganó el PP en 2019, cuando obtuvo 9 escaños. En los otros tres, las barriadas que se extienden hasta el perímetro fronterizo y el Príncipe, donde la renta media anual por hogar no llega a 14.000 euros, se impuso el PSOE, que sacó 7 diputados.
Los de la gaviota tuvieron entonces un problema, la irrupción de Vox, que en las generales de noviembre después ganó con holgura, sobre todo en el primer cinturón de la periferia plagado de viviendas de militares. Los socialistas, otro: el recurrente abstencionismo de la periferia, donde rara vez vota más del 50% cuando en el centro y su entorno lo hace el 70%.
Para torcer esa dinámica, Gutiérrez, al que Vox tacha sin pruebas de “lanchero”, traficante de hachís (la Guardia Civil nunca ha hallado nada), atiza el miedo a que Vivas vuelva a pactar con los extremistas aunque haya empeñado su palabra en no hacerlo. Desde Feijóo hasta Sémper, todos los líderes nacionales del PP que han pasado por Ceuta estas semanas han garantizado que tendrá apoyo para hacer lo que quiera.
El tirón social del PSOE en la periferia, donde se ha atrevido a convocar actos-fiesta como los de antes para exhibir músculo popular con un llamativo despliegue de recursos, contrasta con las convocatoria del PP, a las que van los de siempre, y los de Vox, en los que solo está su guardia pretoriana.
Vivas ha fracasado con dos fichajes estrella para ampliar espectro. Ni el presidente del primer club de fútbol de la ciudad, la AD Ceuta, Luhay Hamido (exconcursante de Gran Hermano, verso suelto, con un reproche judicial juvenil por menudear en Granada), ni la hermana mayor de la Cofradía de la Virgen de África, Patrona y Alcaldesa Perpetua, María del Carmen Pasamar, a la que el Banco Santander puso pegas profesionales, aparecen en su lista.
Con ellos el PP aspiraba a recibir más votos de las dos comunidades mayoritarias, para lo que esgrime su gestión de los últimos cuatro años y haber roto con la ultraderecha y abjurado de los de Abascal hasta poner en un brete a su estructura nacional, a la que Espinosa de los Monteros ha amenazado sin éxito con un debate “nacional” si gana en Ceuta y los populares no les apoyan o les permiten gobernar reeditando algún tipo de pacto con el PSOE para evitarlo.
Enrocado sin ningún posible aliado, Vox ha reclutado para su lista a los infalibles tras perder menos de un año después de las últimas municipales a dos electos que dejaron sus filas tras conocerse públicamente los mensajes de sus dirigentes contra los musulmanes augurando una “tercera Guerra Mundial” contra el Islam. Su diputada nacional y su senadora, reprobada en la Asamblea regional, ocupan ahora puestos de salida y salpican su candidatura con todos sus asesores municipales.
Sus actos a la espera de lo que ocurra este lunes con Abascal (la última vez que el político declarado ingrato por la Asamblea en 2021 pisó la ciudad hubo una revuelta popular que le impidió dar un mitin) no son multitudinarios, pero en Ceuta han conseguido sus mejores resultados de toda España (un 35,5% de apoyo en las últimas generales) y opera en un escenario con una legión de militares (uniformados o jubilados) y agentes de las Fuerzas de Seguridad.
Son cerca de 5.000, aunque el policía nacional Abdelkader Abdeselam, que debuta como número dos de la lista del MDyC, rechaza el brochazo que daría a la ultraderecha tres escaños fijos: “Por mi experiencia profesional puedo decir que no todo es así. Siempre se nos ha vinculado, pero no es del todo cierto”. A la hindú Kissy Chandiramani, número tres del PP, tampoco le agrada generalizar desde la otra perspectiva: “No se debe hablar de ‘voto musulmán’, es voto ceutí, como cualquier otro”, unifica.
El electorado de mentalidad “colonial”
El líder local de Vox, Juan Sergio Redondo, confesaba a amigos hace unos años que lo que él añora es “la Ceuta de 1985”, la de antes de “lo de los DNI”, la que ya no existe. También “la que echan de menos las miles de personas que embarcan cada viernes a la una de la tarde para pasar el fin de semana en la península y mantienen una visión colonial de la ciudad, las que repudian que se hayan reconocido como no laborables el fin de Ramadán o el Sacrificio que llaman ‘sus fiestas”, advierte un alto cargo del PP ya retirado.
“Los socialistas, como Vox y el MDyC”, advierte un analista que pide anonimato, “apelan al voto identitario contra la extrema derecha y corren el riesgo de llegar a una suma cero perdiendo a su electorado tradicional, a las familias que históricamente han vertebrado al partido en Ceuta y no se reconocen”. Similar “pasada de frenada” imputa a Vox, “que limitándose al discurso de ‘los españoles primero’ y poniendo el foco en la inmigración sin caer en la estigmatización de todos los musulmanes también podría haber tenido cierto éxito en una comunidad que en la ciudad también es conservadora, como han reflejado distintos estudios sociológicos”.
La duda estriba en si dará más votos dirigirse a todos o la polarización identitaria en una ciudad que a juicio del politólogo Julio Basurco, número cinco de Ceuta Ya!, “está articulada en base al racismo, aunque muchas veces es un tabú decirlo”.