Del palco del estadio al Consejo de Ministros… o a la cárcel
El 7 de junio de 2018, el rey Felipe VI acudió a la Ciudad del Fútbol de Las Rozas. Allí se encontraba concentrada la Selección española. Pocos días después, el equipo viajaría a Rusia para disputar el Mundial. Antes de despedir a los jugadores y desearles suerte, como suelen hacer siempre tanto el Gobierno como la Casa Real, el monarca saludó a los directivos de la Federación Española de Fútbol (RFEF).
Entre los dirigentes a los que estrechó la mano el Jefe del Estado había media docena de ellos investigados por la Audiencia Nacional. Hombres, de la antigua directiva del presidente Ángel Villar, acusados de corrupción en la gestión de la Federación por el conocido como ‘caso Soule’. El presidente de la Federación, Luis Rubiales, estaba entonces, a su vez, imputado por una supuesta agresión a una mujer, una causa de la que finalmente salió absuelto el 16 de junio.
Un exalto cargo del Ministerio de Cultura y Deporte alude a ese episodio que rara vez va a suceder en un ámbito diferente al fútbol. “La escena, si lo piensa, resulta insólita. Como si le hubieran puesto a saludar al consejo de administración de Caja Madrid”, recuerda este antiguo mandatario. “Ése es el modelo del fútbol”, concluye.
Dos días antes, el 5 de junio, había sido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien se había acercado a Las Rozas también para despedir a la Selección. Sánchez llevaba entonces pocos días en La Moncloa tras haber ganado la moción de censura contra Mariano Rajoy. Cuando llegó, los jugadores, que terminaban de entrenarse, se negaron a posar con él. Lo anunció el capitán, Sergio Ramos: primero se ducharían y vestirían; luego posarían. Sánchez tuvo que esperar.
“En otro deporte nunca hubiera pasado eso. Ese es, también, el modelo del fútbol”, continúa la misma fuente. “Para los gobiernos el deporte es una cosa folclórica que te da mucho en términos de imagen política, porque te haces fotos con deportistas. Por eso no tienen muchas ganas de meterle mano. Qué importa si roban o dejan de robar. No se pone énfasis en controlarlo”, añade.
La imagen de los políticos en el fútbol parece hoy, sin embargo, parte del pasado. Al menos ciertas relaciones entre fútbol y política. “Hubo una época en la que los clubes, gracias a los políticos, conseguían ayudas o dinero público o semipúblico para evitar la quiebra”, recuerda Jesús Alfaro, profesor de Derecho de la Universidad Autónoma y experto en el sector del fútbol. Para rescatarlos se compraban estadios, se cedían otros para su uso o se construían o se les daba dinero a través de agencias de financiación o de las cajas de ahorros, “que concedían préstamos que no se pagaban y dejaban el agujero en las cajas”.
Alfaro recuerda esa relación estrecha entre concejales de urbanismo, constructores y presidentes de clubes que tanto evoca a esa España de la corrupción desaforada. “Si se fija, prácticamente todos los equipos han tenido un presidente condenado”, advierte. Los principales clubes del fútbol español, desde el Real Madrid, con Lorenzo Sanz; al Barcelona, con Josep Luis Núñez; o desde el Atlético, con Jesús Gil; al Sevilla, con José María del Nido, han tenido presidentes condenados. Y a la lista se añaden muchos clubes más: Betis, Racing, Valencia, Cádiz, Rayo o Alavés. “Ahora los políticos son más sensatos y no se acercan tanto a los clubes de fútbol. La relación se ha diluido”, opina Alfaro.
Javier Tebas, presidente de la Liga, lo analiza a la inversa. Para él no serían los políticos quienes se acercan menos al fútbol, sino el fútbol a los políticos. “Desde que se puso un control económico en la Liga, el fútbol ya no es un refugio de constructores buscando recalificaciones de terrenos. Antes, en muchos lugares, el ayuntamiento de la ciudad era una parte esencial del club y para el club. Ya no lo es. El fútbol es autosuficiente y eso ha provocado un mayor desapego de las instituciones”, explica. Era, como lo define, una cuestión de “pedir favores” por lo que los clubes recurrían a los políticos. Esa época, dice, se acabó “para bien del fútbol” y ahora hay unas relaciones mayores y mejores y mayor interlocución. “Hace unos años que un político recibiera a la Liga o algunos clubes no era fácil. Estaba incluso mal vista esa foto por los problemas con Hacienda de los clubes. Hoy nos encontramos con cualquier Gobierno. Con el actual, por ejemplo, las relaciones siempre han sido buenas, tanto con los ministros del PSOE como de Podemos”, añade.
“Fútbol y política siempre han mantenido una relación estrecha. Todavía hoy, porque ambos tienen que ver con el poder y con el control de las masas. Es una relación de simbiosis permanente, no libre de tensiones y altibajos, eso sí”, lo analiza Óscar Santamaría, director de Asesores de Comunicación Pública. Para este experto en comunicación política, en el pasado se vivieron épocas en las que esa relación era más, como lo describe, “fluida y evidente, casi natural”.
Sobre todo, cuando algunos empresarios, “normalmente bajo el modelo de hombres hechos a sí mismos”, recurrían a los clubes de fútbol como trampolín político o cuando algunos políticos “identificaban sin pudor sus banderas ideológicas con los colores de un equipo”. Para él, la relación sigue hoy viva, “aunque menos visible”.
“Yo me metí mucho con el palco del Bernabéu porque parecía como las cacerías de Franco. Aquello era la ‘Escopeta Nacional’... Durante años hemos vivido una economía de contactos más que de ideas y eso representaba aquel palco”, lo analiza el periodista Alfredo Relaño. “Sobre todo con el Real Madrid y el Barça galácticos se veía siempre a los políticos en sus palcos. Había codazos por estar”, añade.
Las cuatro Copas de Europa casi consecutivas del equipo blanco entre 2013 y 2018 fueron el punto álgido. Durante aquellos años el tema llegó incluso al Consejo de Ministros de Rajoy. “Se pidió que no fueran tantos ministros al palco porque era ya un despelote”, revela un político de aquel gobierno. “Es verdad que ahora eso no es tan evidente...”, concede Relaño. “Tampoco la imagen de Florentino Pérez es tan buena ya, hubo un momento de fulgor de éxitos que ha pasado y, además, mucha gente que iba a aquel palco fue después a la cárcel”.
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