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Pedro Sánchez aprovecha la corrupción del PP para echar en cara al PSOE su abstención

El candidato a liderar el PSOE Pedro Sánchez.

Irene Castro

El PSOE tomó en octubre una de sus decisiones más difíciles: abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy para salir del bloqueo. Quienes abogaron por esa opción apelando a que era un mal menor estaban convencidos de que conseguirían minimizar la penalización. Sin embargo, no lo han conseguido tanto como esperaban y tienen a Pedro Sánchez para recordárselo cada día.

La multiplicación de escándalos de corrupción del PP -con sus derivadas en maniobras del Fiscal General del Estado y el jefe de Anticorrupción, así como la conversación de Rafael Catalá con Ignacio González cuando estaba imputado- ha reforzado el argumentario del exsecretario general, que siempre ha colocado a la gestora y a Susana Díaz como “muletas” de la derecha.

Sánchez ha incrementado sus acusaciones en los últimos días. Acusa a la dirección provisional de debilidad ante la situación. Le reclamó que exigiera a Rajoy acudir al pleno a dar explicaciones. En la dirección del grupo parlamentario creen que es más conveniente su estrategia de que vaya a la comisión de investigación de la financiación ilegal del PP, donde está obligado a decir la verdad bajo pena de prisión si miente.

El exsecretario general cree que las revelaciones de la Operación Lezo le están dando la razón en su negativa a facilitar la investidura de Rajoy: “Qué razón teníamos cuando defendíamos el 'no es no' a Rajoy. ¿Es más grave la corrupción de González que la de Bárcenas?”, se preguntó en un acto con militantes.

“Es un error. Todo el mundo en el PSOE ha estado denunciando la corrupción y está haciendo su labor de oposición”, le reprochan desde el equipo de Susana Díaz, que no ve que este “intento a la desesperada” de Sánchez vaya a darle rédito: “Los votantes en este proceso son militantes que no se dejan camelar por los cantos de sirena”. No obstante, algunos dirigentes sí creen que puede sacar partido interno a esa estrategia “porque la gente sigue enfadada”.

Los afines a la presidenta andaluza le echan en cara, además, que use esas “armas externas en el conflicto interno” en vez de “apuntar los cañones al PP”. Así, le acusan de hacer un discurso “sin matices” que fractura al partido respecto a la decisión de la abstención. “Puede salirle bien pero rompe el partido entre socialistas buenos y malos”, dice un parlamentario andaluz, que le reprocha no pensar en el día después de las primarias.

Pero Sánchez no reduce su discurso a la corrupción, sino que lanza dardos a quienes defendieron que con la abstención lograrían hacer una “oposición útil” que cambiara las políticas de la derecha: “Aquí no ha cambiado nada”, dijo antes de enumerar la emigración, los salarios un 30% inferiores al inicio de la crisis o la congelación de las pensiones.

Quienes defendieron la abstención, entre ellos la presidenta andaluza, destacaron en su momento que el PSOE podría imponer parte de su programa a través de acuerdos en el Congreso y limitar las políticas de la derecha. Sin embargo, tras seis meses de Gobierno de Rajoy los avances han sido pocos.

También creían que los ciudadanos y los militantes olvidarían que la abstención del PSOE permitió al PP seguir en el poder. Ahora reconocen que, con el tiempo, los argumentos van calando, pero no tanto como esperaban. La falta de un liderazgo que tenga la capacidad de explicar la decisión es una de las razones que encuentran para no haber logrado cambiar la opinión de buena parte de las bases.

Susana Díaz está convencida de que se impondrá en las primarias y que será capaz de unir a un partido completamente dividido. Eso pasa también por convencer a los militantes y los votantes socialistas de que la abstención fue mejor remedio que ir a terceras elecciones en las que, a su juicio, “al PSOE le habría ido peor y el PP habría tenido más poder legislativo”. A partir de ahí emplazan a una reflexión: “No le estamos dando a la gente lo que quiere”.

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