En el complicado tablero político que el PP tiene por delante, Rajoy ha empezado a jugar con la única carta buena que le queda sobre la mesa: el calendario electoral. El presidente del Gobierno ha dado orden de acelerar la actividad parlamentaria ante un previsible adelanto de las elecciones generales para el mes de septiembre. Fuentes del grupo popular consultadas por eldiario.es confirman la decisión de convocar dos plenos ordinarios en el mes de julio. El objetivo es “limpiar el calendario legislativo” y dejar vía libre a un posible adelanto si el presidente lo decide en el último momento.
El movimiento tiene un análisis poliédrico y su explicación se basa en varias claves. Mariano Rajoy da por segura una derrota sin paliativos en las elecciones de mayo. En esas circunstancias, el político gallego prefiere no alargar los tiempos y evitar margen para el crecimiento de una corriente crítica que amenace su candidatura a las generales. Teniendo en cuenta que las encuestas pronostican la posibilidad de victoria (pírrica, pero victoria a fin de cuentas) para Esperanza Aguirre, el presidente tiene motivos razonables para alimentar sus temores de motín a bordo.
En los planes de Rajoy hay otra variable “notable”: las elecciones en Cataluña. En CiU dan por seguro que las generales serán el 27 de septiembre. La fecha es perfecta para los intereses de Artur Mas, que encontraría la excusa perfecta para aplazar los comicios que anunció pero que, según fuentes parlamentarias, quiere evitar a toda costa.
Con el calendario en la mano resulta previsible pensar que el Gobierno no llegará a enviar al Parlamento su proyecto de presupuestos para el próximo año. Esa es la idea que se instala en los pasillos del Congreso de los Diputados, según fuentes de varios grupos parlamentarios. Mientras tanto el Ejecutivo seguirá su plan previsto. Los plazos de Bruselas obligan al Gobierno a presentar su plan de estabilidad y el techo de gasto entre los meses de mayo y junio. Moncloa cumplirá el trámite pero eso no obliga a la redacción de unas cuentas cuyo debate y tramitación se reservan para el mes de diciembre (para entonces ya se habrán celebrado elecciones en cualquiera de los escenarios).
Si Rajoy disuelve el Parlamento en agosto, se librará de la obligación de enviar las cuentas al Congreso en el plazo marcado por la ley (30 de septiembre). Es lo que hizo Zapatero cuando un 29 de julio anunció elecciones para noviembre y advirtió que no redactaría cuentas para el año siguiente. En aquel momento, el gesto se interpretó como un síntoma de derrota asumida.
La decisión sobre los presupuestos no es menor: de ir a elecciones sin proyecto de gasto, esa tarea será la primera para el Gobierno entrante.
Cataluña y el fuego amigo
En sus cálculos electorales, Rajoy analiza también la idea de hacer coincidir las generales con elecciones catalanas, anunciadas para el 27 de septiembre. En varias entrevistas ya ha manifestado su descontento con la convocatoria de elecciones por separado, con el gasto que eso conlleva. Rajoy sabe que en esa estrategia Artur Mas reaccionará aplazando su convocatoria, convencido de que la coincidencia de ambas citas electorales perjudica sus intereses soberanistas y beneficia al partido de la gaviota. El resumen de ese juego de gato y ratón en el que parecen querer entrar Rajoy y Mas es resumido de manera clara por un exministro socialista consultado por esta redacción: “No habrá elecciones en Cataluña. Artur Mas no quiere y Rajoy tampoco”.
El posible adelanto tiene para el presidente del Gobierno otro factor positivo. Ante la previsible derrota en las elecciones municipales y autonómicas de mayo, Rajoy no quiere dejar demasiado tiempo para llegar a las generales. Según fuentes del grupo popular en el Congreso, “si Aguirre consigue mantener la alcaldía de Madrid, Rajoy convocará cuanto antes para garantizarse la candidatura y evitarse tiempo bajo fuego amigo”.
Las encuestas señalan que, pese al descalabro del PP, Aguirre podría atesorar una de las pocas victorias de su partido. Con esas cartas sobre el tapete el presidente del Gobierno empieza a pensar que, ocurra lo que ocurra, lo mejor es que ocurra cuanto antes.