Salamanca, 30 de julio. Enésimo intento de Pedro Sánchez de acercamiento a la España autonómica. El presidente del Gobierno preside el próximo viernes la 18ª Conferencia de Presidentes desde que comenzó la pandemia. Mariano Rajoy convocó una por Legislatura. A la cita no acudirá el president de la Generalitat, pese a los intentos de La Moncloa. Pere Aragonés prefiere el marco de la bilateralidad. Nada nuevo. Está en el aire la presencia del lehendakari, Iñigo Urkullu, que no ha confirmado pero tampoco excusado, igual que hizo en la cumbre de hace un año en La Rioja, a la que asistió por sorpresa en el último momento. El cónclave, de carácter extraordinario, lo presidirá Felipe VI y tendrá, cómo no, el correspondiente orden día. Cuestión distinta es que la cumbre tenga carácter extraordinario e informativo y que no se prevea que de ella salga ningún acuerdo.
Entre los asuntos sobre la mesa, la evolución de la pandemia y el programa de vacunación, el Reto Demográfico y los fondos para la recuperación económica. Ninguno de ellos es baladí, lo que promete un intenso debate e intercambio de pareceres entre el Ejecutivo y los dirigentes autonómicos, que irán acompañados de sus consejeros competentes en las materias a abordar.
La ministra de Política Territorial, Isabel Rodríguez, ya ha hablado esta semana con todos los presidentes regionales para ponerles al tanto del desarrollo de la reunión y lo que se espera de ella, en el enésimo intento de La Moncloa por buscar la coordinación y complicidad de las Autonomías ante el reparto de los fondos europeos y el final de la pandemia. Dos asuntos de Estado, sin duda, con los que el PP no ha dudado un segundo en convertir en materia de confrontación constante contra Sánchez.
Tanto es así que un día antes de que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno fuera aprobado con nota alta por la Comisión Europea, el PP puso en duda los mecanismos de reparto y prometió una fiscalización euro a euro -como si el propio plan y las instituciones europeas no tuvieran ya previstos mecanismos de supervisión y vigilancia- de los 140.000 millones que España tiene asignados para levantar la economía tras los estragos producidos por la pandemia. Pablo Casado ha insistido sin prueba alguna en alertar de que los fondos de Bruselas servirán para alimentar la corrupción, una actitud que deja entrever el temor a que la recuperación económica beneficie, además de a las empresas, también al Gobierno. De ahí que la derecha pusiera todo tipo de obstáculos al decreto para la tramitación de los fondos en el Congreso, que se salvó con el voto de Vox. Hace tan solo unos días desde Bruselas, el líder de la oposición acusaba al Ejecutivo de engañar a la Unión Europea para recibir los fondos europeos sin condicionalidad. Fue el mensaje que transmitió a sus colegas populares europeos, también a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
El discurso de Casado sobre los fondos está muy alejado del de los barones del PP, que necesitan esos fondos para la reconstrucción económica de sus respectivos territorios. A excepción, claro está, de la madrileña Isabel Díaz Ayuso. Cualquier excusa es buena para la presidenta regional con aspiraciones a lideresa nacional para atacar a Sánchez. Las vacunas, el plan de recuperación, los indultos a los líderes del procés, la financiación autonómica, la Constitución, los socios de gobierno….
Ayuso es todo crítica y la cita de la Conferencia de Presidentes no iba a ser menos. En Moncloa esperan que en su intervención despliegue agenda propia, esto será la unidad de España, Catalunya, lo que se tercie para conquistar el titular al día siguiente. De hecho, ya ha anunciado que, después de la del viernes, no asistirá a ninguna cumbre autonómica más. Y es que ha encontrado en ella un nuevo motivo de confrontación contra Sánchez tras defender que no respeta el Reglamento del cónclave, que establece que el orden del día debe ser conocido con 20 días de antelación. Olvida que es el plazo fijado para una cita ordinaria y, en todo caso, no parece un motivo de peso con el que dejar sin representación a siete millones de madrileños. O sí. Depende. Ni los suyos, arguyen, fuentes de su propio partido, “la echarán de menos”.
Aún está en el recuerdo de algunos barones del PP, y en realidad en el de todos los presidentes autonómicos, el papel desempeñado por Ayuso en las más de una docena de conferencias telemáticas celebradas durante los meses más duros de la pandemia. O llegaba tarde, o se iba pronto, o esgrimía una misa para saltarse el orden de intervención o descolocaba a sus correligionarios con intervenciones inconexas que nada tenían que ver con lo que se discutía. En todo caso, en su conversación con la ministra Rodríguez esta misma semana, no emitió la más mínima queja ni sobre el orden del día ni sobre los asuntos a tratar en la cumbre, aseguran fuentes gubernamentales. Será porque cuando se produjo la conversación aún no le habían fabricado el titular.
El gallego Alberto Núñez Feijóo también se ha quejado de que la conferencia vaya a tener formato de una simple reunión, si bien aclaró que el problema no es de ahora, sino de los que, bajo el epígrafe de Conferencia de Presidentes, mantuvo Sánchez con los barones durante los primeros meses de la pandemia. A pesar del malestar, Galicia estará representada en Salamanca “por responsabilidad y lealtad institucional”, aclaró antes de explicitar su temor a que el jefe de Gobierno utilice el encuentro para incidir en el balance del curso político y económico y exponer el grado de cumplimiento de los compromisos del Ejecutivo, que presentará en rueda de prensa el día anterior. Feijóo, junto a los presidentes de Extremadura, Castilla y León y Asturias, es uno de los más interesados en el asunto del reto demográfico y la despoblación. No en vano, en lo que va de siglo XXI, tres de cada cuatro municipios en España han perdido población en la última década.
Así las cosas, no esperen al término de la cumbre mucho más que una sucesión de 17 comparecencias de presidentes regionales para que cada cual hable de su libro, independientemente de los asuntos dentro abordados. El curso acabará, pues, en línea con la oposición faltona y destructiva que la derecha ha exhibido desde que Sánchez habita en La Moncloa.