Pedro Sánchez tiene prisa. Fue él quien convocó las elecciones anticipadas para julio después del fracaso del 28M y ahora ve que le falta tiempo. Las encuestas tienen muy mal aspecto, excepto el placebo del CIS, y le obligan a acelerar el paso. En realidad, necesita correr y convencer a sus antiguos votantes de que merece otra oportunidad. Eso incluye no esperar a la campaña electoral, sino empezar ya una gira por medios de comunicación e incluir en ella a aquellos que le son más críticos.
Tendrá que hacerlo mejor que este lunes en Onda Cero. Un político no puede quejarse de que le hagan preguntas duras u hostiles. Debe ir preparado para cualquier contingencia. Una entrevista no es un masaje de pies. Sánchez se presentó ante Carlos Alsina a cuyo programa no ha querido asistir en los últimos cuatro años. Por tanto, no podía sorprenderse de que la entrevista arrancara de forma algo brutal. “¿Se mira en el espejo?”, comenzó preguntando el periodista. Era una forma de mostrar desprecio personal. Como decir: ¿se mira y no le da vergüenza lo que ve?
Sánchez optó por no responder directamente y mencionó los grandes acontecimientos de la última legislatura (pandemia, guerra y sí, también el volcán). Alsina insistió una vez más y a la tercera atizó al presidente en toda la cara. “¿Por qué nos ha mentido tanto?”, dijo. No fue a saco de esta manera cuando entrevistó a Isabel Díaz Ayuso y esta argumentó de aquella manera que el tope de los precios de la energía servía para aumentarlos, pero cada medio de comunicación cuenta con su ideología, sus prioridades y su público. Alsina estaba repitiendo los principales argumentos que el Partido Popular ha utilizado contra Sánchez.
El presidente debería haber tenido preparada una respuesta más convincente ante este ataque personal que un “dígame usted en qué”.
Todos los políticos están presos de sus palabras anteriores. Por ahí, Sánchez no puede quejarse. Fue él quien decidió intentar atraer a los votantes de Ciudadanos en la campaña de noviembre de 2019 con promesas que no podía cumplir. Esa fue la época del célebre “es que la Fiscalía ¿de quién depende?”, pronunciado en una entrevista que muy pronto terminaría lamentando.
“He tenido cambios de posición política”, respondió. Un ejemplo fue el proceso independentista en Catalunya. Presumió de que en la sociedad catalana se ha reducido la tensión política y social en los últimos años, lo que no se puede negar. Esa evolución positiva tiene varias razones. Una de ellas son los indultos concedidos a los condenados en el juicio del procés y otra, la ruptura de la unidad estratégica de ERC y Junts, que ni siquiera fueron capaces de mantener con vida a su Gobierno de coalición.
Alsina intentaba arrinconarle con la hipérbole: “Ha cambiado la posición sobre casi todo”. En relación a esa constante mutación a la que se refiere la derecha, Sánchez no recordó que al poco de ser reelegido, en enero de 2020, ya anunció que estaba estudiando rebajar las penas del delito de sedición. No fue algo que improvisó mediada la legislatura. Sería conveniente para el PSOE que en Moncloa recordaran la cronología básica de las declaraciones públicas y decisiones del Gobierno.
Sánchez reconoció el impacto negativo de esas decisiones en su electorado. Ya lo había hecho en una ocasión en el Senado: sabe que el PSOE ha perdido votantes el 28M por estas decisiones sobre Catalunya y que puede perderlos en julio. “Los líderes políticos no tienen que dar rienda suelta a sus ansias de venganza sobre sus pasiones, sino tratar de resolver problemas”, afirmó. Sonaría mejor en esta campaña si hubiera insistido en esta idea de forma constante a lo largo de la legislatura.
El periodista de Onda Cero llegó tan lejos en su intento de hacerle culpable de todo que le preguntó si no asumía su “responsabilidad” en el aumento de votos a Vox desde que llegó a Moncloa. No es que la relación causa-efecto sea algo más que discutible, sino que es legítimo preguntarse cómo el PSOE o la izquierda pudieron conseguir que antiguos votantes del PP abandonaran a su partido para votar a Vox en las dos citas de 2019. Será más responsabilidad de lo que hizo o no el PP antes de esas elecciones que de la conducta del Gobierno de coalición a partir de 2020.
No es un argumento salido de ninguna parte. En la derecha, ya circula la idea de que si Vox entra en un Gobierno presidido por Núñez Feijóo, la culpa será del PSOE, no del líder del PP. Una vez más, Sánchez será el malo de la película.
En lo que es más lógico hacer responsable a Sánchez es en las decisiones de su Gobierno. Tuvo que responder a varias preguntas sobre Irene Montero y la ley de sólo sí es sí. Las tendrá en todas las entrevistas. El presidente reiteró las “discrepancias con la ministra Montero” y las disculpas por las reducciones de pena dictadas por los tribunales tras la aprobación de la ley.
En Podemos, no habrá gustado que haya defendido “un feminismo integrador”, para el que puso como ejemplo a Nadia Calviño, por encima del de la “confrontación”, que representaría Montero en su opinión. El PSOE tampoco encajó muy bien que Montero y Podemos les acusaran de volver al “Código Penal de la manada”.
Sánchez optó por lanzar un mensaje que pretendía ser de apoyo a los votantes socialistas molestos con esa actitud que había llamado de confrontación: “Hay una impresión de que ciudadanos, hombres de 40 o 50 años, han visto que algunos discursos han sido incómodos hacia ellos”. Provocar un enfrentamiento entre hombres y mujeres es una acusación habitual contra las feministas que procede siempre de la derecha y de la extrema derecha.
La ministra de Igualdad publicó como probable respuesta en su cuenta de Twitter una foto de una manifestación feminista con una pancarta en el centro de la imagen: "Disculpe las molestias, ¡pero nos están matando!”.
El lunes fue un día en que las feministas tuvieron que encajar golpes que muchas consideraron ofensivos. Fue peor por la noche en la entrevista que Núñez Feijóo dio en la Cadena SER. El líder del PP excusó al número dos valenciano de Vox, condenado en 2002 por “un delito de violencia psíquica habitual y 21 faltas de coacciones, injurias y vejaciones” contra su expareja. De él dijo que había tenido “un divorcio duro”.
En realidad, quien tuvo un divorcio duro fue su mujer hasta tres años antes. “Puta, te voy a estar jodiendo toda la vida hasta que te mueras y acabe contigo”, fueron las palabras de Carlos Flores, con quien Feijóo se mostró tan comprensivo.
En su entrevista, Sánchez no quiso ir a la guerra con Alsina. En general, los políticos empiezan a perder cuando acusan a los medios de comunicación por criticarles demasiado. Pero demasiado no es sinónimo de falsedades. Zapatero lo dejó claro en el tono y el contenido hace unos días en la COPE. Lo repitió el lunes en TVE defendiendo a Sánchez con más energía que la que había mostrado este. Marcó un camino que el presidente del Gobierno no siguió en la cita de Onda Cero. Quizá cambie en las que tiene pendientes. Con Jordi Évole esta semana y con Pablo Motos la próxima.
Se acabó su fase de calentamiento. Ya sólo le vale esprintar. Casi nunca se ganan elecciones a la defensiva.
Nota: actualizado el artículo con información de las entrevistas a Núñez Feijóo y Zapatero en la noche del lunes.