Nicolás Sartorius, vicepresidente de la Fundación Alternativas y antiguo dirigente de CCOO, PCE e IU, publica Siempre en la izquierda (editado por la Fundación 1º de Mayo), en el que reúne sus artículos publicados desde 1980 a 2013 en el diario El País. Aquí reproducimos extracto del libro.
Capitalismo: desafíos a la democracia
En los uÌltimos tiempos se debate sobre la crisis de la democracia representativa, es decir, la nuestra. Cabe preguntarse doÌnde radica el origen primario de tal malestar. En mi opinioÌn, en la crisis sisteÌmica del capitalismo, en su versioÌn dominio financiero, con repercusioÌn en la economiÌa productiva y en el deterioro social. Sumado lo anterior al hecho de que coincide con una crisis de alternativa real a lo existente. Esta profunda quiebra trae causa de dos fenoÌmenos relacionados: uno, la creciente peÌrdida de hegemoniÌa en la produccioÌn de bienes por parte de “Occidente” en beneficio de los paiÌses emergentes (Brics), con la consiguiente dilatacioÌn patoloÌ- gico-infecciosa de los productos financieros con objeto de mantener la posicioÌn dominante global; dos, una creciente distribucioÌn injusta de la riqueza a nivel in- terno al tiempo que se mantiene, con artificio, la capacidad de consumo, lo que conduce a insoportables endeudamientos privados y, luego, puÌblicos.
Al estallar las burbujas –financiera, inmobiliaria– cuya onda expansiva es global, los estados-nacioÌn se ven impotentes para hacerla frente. Estado-nacioÌn que es el espacio histoÌrico de esa forma de democracia que llamamos representativa, por cuanto la ciudadaniÌa es estatal, pues no existe un “demos” global y, muy escaso, europeo. Esta insuficiencia de los estados para afrontar la crisis no es obra del maligno. Las revoluciones tecnoloÌgicas han permitido globalizar los procesos, en consecuencia tambieÌn los problemas y, por ello, las posibles soluciones. En una palabra, el capitalismo es global pero la poliÌtica-democracia no lo es. Por ejemplo, la UE no es, todaviÌa, un sujeto poliÌtico y el G-20+ no deja de ser una coordinadora de reuniones no operativas. Al tiempo, muchos instrumentos econoÌmicos tradicionales del Estado se perdieron en los anÌos 80/90 a partir del famoso Consenso de Washington: desregulaciones, privatizaciones sin cuento, menos impuestos, es decir, menos Estado, predominio ideoloÌgico de lo privado, individual frente a lo puÌblico y solidario. Ahora asistimos, al rebufo de la crisis, al asalto al Estado de bienestar porque la mundializacioÌn y la crisis nos introducen en un ciÌrculo diaboÌlico del que no atinamos coÌmo salir.
Los estados se endeudan hasta las cejas para salvar y sanear bancos; para pagar la creciente factura del desempleo; abonar los abultados intereses de la deuda y, todo ello, con decreciente recaudacioÌn fiscal por efecto de la falta de crecimiento, bajada de impuestos, evasioÌn de tributos, paraiÌsos fiscales, etc. (para los gobiernos ha sido maÌs indoloro endeudarse que subir impuestos a los votantes). Y este sistema financiero que el Estado –ciudadanos– ha salvado, ahoga a los paiÌses maÌs vulnerables al imponerles condiciones maÌs gravosas (intereses) para prestarles fondos, ademaÌs de bajarles la nota si no hacen lo que desean, a traveÌs de agencias que ellos mismos controlan. El resultado es conocido: menos consumo e inversioÌn puÌblica, viÌa recorte presupuestario; menos consumo privado, por reduccioÌn de sueldos, pensiones y desempleo; menos inversioÌn privada, viÌa sequiÌa crediticia. Solo quedan las exportaciones para mejorar el PIB, insuficiente para crear empleo con una Europa aÌtona. En el caso espanÌol, la conclusioÌn ha sido la recesioÌn, luego maÌs desempleo y vuelta a empezar.
De aquiÌ la sensacioÌn ciudadana de que no mandan los gobiernos que elige sino los mercados –acreedores–, como si se produjese un cierto vaciamiento de la democracia, pues como ya deciÌa Quevedo “poderoso caballero es don Dinero”. Se estaÌ maÌs pendiente de la prima de riesgo que de la tasa de paro. AsiÌ, en la UE se ha impuesto la poliÌtica de recortes, sobre la falsa idea de que se ha gastado de- masiado cuando la realidad es que se ha ingresado demasiado poco (las cifras de evasioÌn fiscal y paraiÌsos fiscales son escandalosas). Una UE a la que ha embestido la crisis sin uÌtiles idoÌneos para hacerla frente: sin gobierno econoÌmico; sin un Banco Central adecuado; un presupuesto ridiÌculo, sin fiscalidad homogeÌnea. De esta suerte, asistimos al fascinante espectaÌculo de coÌmo el BCE presta a los bancos billones de euros al 1% y algunos estados tienen que pagar el 6% que estos uÌltimos les prestan, o coÌmo Alemania obtiene creÌdito al 0% y EspanÌa o Italia al 5 o al 6%. CoÌmo a Bankia se le facilitan 20.000 millones de euros, mientras se recortan 10.000 millones en educacioÌn y sanidad.
Es cierto que en el capitalismo realmente existente la democracia siempre opera con liÌmites. Los poderes econoÌmicos –financieros, multinacionales– no operan bajo el principio democraÌtico. Estos liÌmites se ampliÌan cuando la poliÌtica predomina sobre la economiÌa y no al reveÌs, como ahora. La gran cuestioÌn es coÌmo regresar al predominio de la poliÌtica democraÌtica, para lo que seriÌa menester, entre otras cosas:
Un sistema financiero europeo integrado y regulado con eficacia, al tiempo que se crean bancos puÌblicos nacionales y europeos. Es divertido escuchar a liberales radicales decir que los depoÌsitos maÌs seguros son los de los bancos nacionalizados. Los estados deberiÌan depender de los ciudadanos viÌa impuestos y no de los mercados viÌa deÌficit/deuda. La insuficiencia fiscal es una cataÌstrofe para la democracia. Hemos pasado del ciudadano-acreedor al mercado-acreedor. La democracia o es, tambieÌn, social o no es. No se puede regresar a la hipoÌtesis del “Estado liberal”, es decir, capaz de sujetar a las personas pero no de administrar las cosas.
El espacio de la democracia tiene que ser, tambieÌn, europeo. La construccioÌn poliÌtica de Europa es una condicioÌn, actual, de la democracia. Es peligrosa y falsa la idea de que solo en el Estado-nacioÌn es posible la democracia. Por eso, mantener el euro, sin vacilaciones, no es solo una cuestioÌn econoÌmica. Los par- tidos, como cauces de participacioÌn, deberiÌan transformarse en “partidos de los ciudadanos” y ser operativos a nivel europeo. No es suficiente con partidos “nacionales”. Las nuevas tecnologiÌas permiten un ensanchamiento de la participacioÌn ciudadana. Hay que construir un “nuevo internacionalismo” capaz de dirigir la globalizacioÌn de manera democraÌtica, social y sostenible. De momento hay que salir del abrazo mortal bancos-Estado, con capitalizacioÌn autoÌnoma de aquellos; al BCE hay que operarle de sus malformaciones; la mutualizacioÌn de la deuda solo es posible en la virtud y con control mutualizado de los presupuestos, es decir, con maÌs Europa econoÌmica y poliÌtica.
En conclusioÌn, desde hace cuatro anÌos algunos venimos sosteniendo que para salir de este agujero se necesita un gran pacto de Estado, similar a los de la Moncloa. Nadie ha hecho caso y asiÌ estamos.
Publicado el 1-11-2003.