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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Los últimos días de Rita Barberá

Rita Barberá anuncia una rueda de prensa a las 12 horas en el PP de Valencia

Gonzalo Cortizo

El final de la vida política de Rita Barberá fue un cúmulo de sinsabores hacia dentro, frente a un partido en el que los más jóvenes se atrevían a despreciarla públicamente y donde los mayores le daban la espalda. El PP que hoy llora a la veterana política la dio por muerta mucho antes de su fallecimiento biológico.

Tras su expulsión del grupo popular en el Senado, Barberá seguía frecuentando la mesa en la que los senadores valencianos se reúnen para comer durante los días de pleno. En esa zona del comedor se citan parlamentarios como Agustín Almodovar, Pedro Agramunt, Alberto Fabra, María Mercedes Mallol y Salomé Pradas, además de otros invitados habituales como el expresidente balear José Ramón Bauzá.

Como broma privada, los comensales tenían la costumbre de ubicar una pequeña bandera valenciana en el centro de la mesa y a Barberá, el gesto, le parecía de lo más procedente.

Hace dos semanas, fue la última vez que la exalcaldesa se sentó a esa mesa y tuvo que aguantar el desprecio de dos senadoras jóvenes que recogieron sus platos para no compartir el espacio con ella.

La relación con Alberto Fabra en esas comidas también era tensa. El expresidente de la Comunidad Valenciana ya no se hablaba con Barberá y esto le indignaba: “Si lo puse yo. Yo di su nombre en una comida en el adosado que Mariano tiene en Pozuelo. Yo le hice presidente”, clamaba ella en una conversación telefónica con una de las pocas colaboradoras que todavía atendían sus llamadas.

Barberá estaba muy enfadada. Sus críticas más constantes eran para los “jóvenes del PP”. Nunca entendió la campaña iniciada por Andrea Levy o Pablo Casado pidiendo su cabeza. En esos días en los que su dimisión se veía venir recibió constantes llamadas del exministro de Exteriores pidiéndole la rendición. También Javier Arenas la abandonó, un hecho que ocupaba un lugar especial en la colección que el PP le fue regalando después de que el Supremo decidiese su imputación.

Pocos minutos después de conocerse la noticia de su muerte, un destacado diputado del PP aseguraba: “Ella ha gestionado miles de millones de euros y estaba siendo perseguida por una operación de apenas mil euros. No se explica que el partido le haya dado la espalda”.

El PP ha emitido un comunicado en el que asegura que la obra política de la fallecida “quedará en la memoria de todos los ciudadanos” tras una vida de “fortaleza” dedicada al “servicio público”.

Mariano Rajoy ha reconocido que habló con Barberá, con motivo de su declaración ante el Supremo. La revelación, que sería un escándalo sin la circunstancia de la muerte, pretende dibujar al presidente como el hombre que nunca dudó de Rita Barberá aunque dejara hacer al resto.

El Hotel Villa Real, ubicado en la Plaza de Las Cortes, intentaba en la mañana del miércoles recuperar cierta normalidad. Los encargados de suministros actuaban como en un día cualquiera: introduciendo comida y mercancías por la misma puerta por la que, minutos después, saldría el cadáver. Había muchos curiosos.

A las 10:44, el furgón de la Empresa Municipal Servicios Funerarios de Madrid bajó por la Carrera de San Jerónimo, en un último paseo frente a los leones del Congreso de los Diputados. Dentro, los diputados del PP se entregaban a la tarea de ensalzar la tarea de la misma persona a la que dieron la espalda cuando un tribunal quiso ver en ella la prueba de un delito que, de existir, sería de todo el Partido Popular.

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