UPyD se resiste a desaparecer. El antiguo partido fundado en 2007 por un grupo de intelectuales, capitaneado por Rosa Díez, que llegó a tener grupo parlamentario propio en el Congreso y una gran notoriedad mediática, busca ahora la manera de sobrevivir en el nuevo y fragmentado tablero político. Para ello han puesto varias posibilidades sobre la mesa, “desde cambiar el nombre hasta formar coalición con otros partidos”, explican los actuales responsables de la formación.
Atrás quedan las efímeras etapas por sus anteriores líderes: primero la del abogado Andrés Herzog, que sustituyó a Díez después del sonoro fracaso cosechado por UPyD en las andaluzas de 2015, que fue el detonante que desencadenó la crisis y la renuncia forzada de Díez; y luego la del vasco Gorka Maneiro, que también duró poco tras el definitivo fiasco a nivel nacional.
Ahora su actual portavoz, Cristiano Brown, intenta que el partido resurja de sus propias cenizas. Una vez saneada la precaria situación económica en la que se quedó, el partido ha logrado mantener la única sede que le queda abierta en Madrid y estructura orgánica en varias comunidades autónomas con unos fondos escasos pero “mucha entrega e ilusión”, según Brown.
Pero su deseo es seguir peleando de cara a la triple cita electoral del próximo mes mayo. La tarea no es fácil y eso lo sabe muy bien Brown, que desde 2011 es uno de los dos concejales que tiene UPyD en Las Rozas (Madrid). Allí se felicitan de haber logrado en las anteriores municipales “los mejores resultados en una circunscripción de más de 75.000 habitantes”. Todo un símbolo porque a la formación apenas les quedan cargos públicos e institucionales en la actualidad. Resisten con 120 concejales en pequeños municipios de toda España y dos alcaldes, pero no tienen ningún representante en los Parlamentos regionales.
Su gran apuesta es Europa, en donde el partido llegó a tener hasta cuatro eurodiputados y ahora solo Maite Pagazaurtundúa mantiene su escaño. El actual líder de UPyD explica a eldiario.es que se volcará en esas próximas elecciones para poder mantener esa cuota. La continuidad de Pagaza -como se la conoce coloquialmente- como cabeza de lista al Parlamento Europeo no está aún cerrada pero Brown confía en ello. “Para nosotros esas europeas son clave. Una de nuestras marcas es que somos un partido profundamente europeísta alejado de los dos extremos. Esa es una polarización que la sociedad rechaza”, afirma el líder magenta.
La ventaja con la que juegan es que gracias a esa representación actual les corresponde una importante subvención y el derecho a participar en espacios electorales de televisiones y radios públicas.
En lo ideológico, la actual UPyD se define “como un partido progresista, a la izquierda de Ciudadanos en política económica, y totalmente alejados de las posturas populistas de Podemos y Vox. Defendemos la unidad del país pero sin caer en patrioterismo”.
De cara a las municipales, pero sobre todo a las autonómicas, Brown explica que ha iniciado conversaciones con otras “pequeñas formaciones de ideología similar” para ver las posibilidades de formar coaliciones. El líder de UPyD no se aventura a referirse a ningún gran partido peros si rechaza pactos con Vox o Podemos.
Uno de sus principales objetivos será Madrid, en donde afirman que están “en conversaciones avanzadas para presentarnos conjuntamente con otras pequeñas formaciones centristas”. Pero también Valencia, Castilla-La Mancha, y Cantabria sin desdeñar capitales de provincia en donde lograron mantener ciertos apoyos, como Segovia o Ávila.
¿Qué ha sido de los antiguos dirigentes de UPyD?
El portazo que Rosa Díez y la mayoría de sus antiguos compañeros dieron al partido y el fracaso cosechado en las sucesivas elecciones estuvieron a punto de enterrar las siglas de la formación magenta. De hecho, la propia Díez y su sucesor y amigo, el abogado Andrés Herzog, intentaron enterrarlas tras su marcha “para evitar que se pervierta su legado”, afirmaron.
Según reveló en un libro el antiguo jefe de gabinete de Díez, Francisco Jerez, la exlíder magenta llegó a decir en plena crisis interna: “El partido soy yo, no se quieren dar cuenta de que si acaban conmigo, acaban con él”.
Su negativa a pactar con Albert Rivera se achaca al escaso feeling que había entre ambos y también a la soberbia de uno y otro, “incapaces de repartirse los papeles y el poder interno”, según un antiguo dirigente de la formación.
Brown, por su parte, cree que el declive de la formación se debió a “los muchos errores propios” que no supieron asumir. Como “haber hecho una mejor comunicación y aprovechar los buenos momentos para transmitir más humildad”.
“Las peleas internas no ayudan y UPyD tuvo muchos conflictos internos en 2016 [tras las derrotas en las generales] que la ciudadanía no entiende y por lo que luego nos pasó lo que nos pasó”, añade Brown.
El portavoz reconoce que con la antigua directiva y los exdirigentes ya no tiene prácticamente ninguna relación. Muchos de ellos se marcharon a Ciudadanos, como Toni Cantó, Ignacio Prendes, Fernando Maura y otro largo etc. O fueron reclutadas por el PSOE, como Irene Lozano. Otros volvieron a sus antiguos puestos de trabajo o ficharon por empresas privadas, como Carlos Martínez Gorriarán.
Por su parte, Díez solicitó la jubilación como funcionaria al Gobierno vasco, administración de la que era funcionaria en el Departamento de Industria y en la que estaba de excedencia desde 1983.
Con el que mantienen ciertos vínculos es con el filósofo Fernando Savater, cofundador de UPyD, al que ahora en el partido consideran como una especie de “líder espiritual o consejero”, aunque no tiene ningún cargo interno ni participa activamente en la vida de la formación.
“Con Rosa no hablo mucho. Coincidimos a veces en eventos. Siento por ella profundo respeto. A mí siempre me ha tratado muy bien, pero no coincidí con ella en su empeño de que despareciera el partido”, reconoce Brown.
Los actuales dirigentes insisten en que han pasado página de aquella etapa. “Hemos formado un nuevo equipo de comunicación y márketing para cambiar la estrategia mediática y que se nos visualice mejor”. “También hemos abandonado el discurso de la crispación para optar por un discurso más constructivo y pedagógico”, concluyen.