Desde que Gallardón comunicó a Rajoy su intención de dimitir, el presidente del Gobierno ha maniobrado para que su ministro de Justicia no se quede en el cargo ni un minuto más de lo imprescindible. La decisión del político madrileño se ha hecho pública a pocas horas de que Rajoy iniciase un viaje a China y con el rey Felipe VI de viaje en Nueva York. Todo hacía presagiar que la firma de decretos de cese y el nombramiento de sucesor habría de esperar a la finalización de ambos viajes.
Por ello, Gallardón se ofreció en su rueda de prensa a quedarse unos días más al frente del Ministerio. Rajoy ha preferido provocar su cese de inmediato. Para ello, el presidente del Gobierno ha tenido que movilizar al rey en la ciudad de los rascacielos y retrasar unas horas la salida de su vuelo hacia Pekín.
Según el relato de Gallardón ante los medios, Rajoy le infomó el pasado viernes de que su ley del aborto tendría como destino final el cajón de los proyectos que nunca nacen. En ese momento, el todavía ministro de Justicia deslizó al presidente sus primeras impresiones sobre una posible salida del Ministerio. Sin embargo, tal y como confirmó el exministro, no ha sido hasta la tarde de este martes cuando Gallardón, por vía telefónica, comunicó a Rajoy que su decisión era irrevocable y que había convocado a la prensa para hacerla pública.
El presidente del Gobierno tenía solo unas horas para encontrar un nuevo ministro y cumplir los trámites legales que le evitasen un vacío de poder en un Ministerio clave. Rajoy consiguió su objetivo. Pocas horas después del desquite de Gallardón ante las cámaras, Moncloa informaba de que Rafael Catalá era el elegido para el relevo. A través de una nota de prensa, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría informó que temporalmente se hacía cargo de las funciones del ministro saliente.
De nada sirvió la oferta de Gallardón de quedarse unos días en su despacho. El Gobierno prefirió despreciarla, aunque para eso tuviese que movilizar al rey en Nueva York y aplazar unas horas el viaje del presidente a China.
Durante la tarde del martes, el trabajo fue de infarto en la abogacía del Estado. El cese de un ministro, tal y como señala el artículo 62 de la Constitución, exige la firma del rey en un decreto. Que Felipe VI se encontrase de viaje en Nueva York supuso un problema añadido para Moncloa, que se vio obligada a utilizar el único resquicio que la ley contempla para casos tan inhabituales: el rey tuvo que desplazarse a la embajada de España en la ONU para recibir el decreto de cese, firmarlo y reenviarlo a España por fax. Este tipo de actos jurídicos solo se pueden cumplimentar en suelo español o en una delegación diplomática, que tiene carácter de territorio español.
Solucionado el despido oficial del ministro, al Gobierno le quedaba por resolver otro problema: el relevo efectivo para evitar un vacío de poder. Con el presidente y el jefe del Estado de visita en el extranjero, se hacía imposible pensar en nombrar al elegido. Los asesores de Moncloa optaron entonces por proponer un relevo temporal. La elegida para el puesto era Soraya Sáenz de Santamaría, principal opositora en Moncloa a la ley del aborto que acabó con la carrera política del eterno delfín.
Para cumplir con la ley, Rajoy se vio obligado a firmar un segundo decreto ley que asigna a Santamaría las funciones que hasta hace unas horas eran responsabilidad del político madrileño. Así lo dicta la ley del Gobierno en su artículo 13.2: “La suplencia de los ministros, para el despacho ordinario de los asuntos de su competencia, será determinada por Real Decreto del Presidente del Gobierno, debiendo recaer, en todo caso, en otro miembro del Gobierno. El Real Decreto expresará la causa y el carácter de la suplencia”.
Ese segundo decreto, redactado por Rajoy mientras su avión esperaba en la pista de despegue, también fue enviado a Nueva York para que el rey lo firmase a vuelta de fax. La intención decidida de no aceptar las horas extras ofrecidas por Gallardón en el cargo era firme en Moncloa. En los despachos de vicepresidencia se trabajaba contrarreloj para convertir a Alberto Ruiz Gallardón en pasado a la velocidad del rayo.
En el Gobierno no ha gustado la explicación del ministro durante la rueda de prensa en la que anunciaba su renuncia y mucho menos el manejo de los tiempos. Según fuentes de Moncloa, a nadie le ha pasado desapercibido el malestar que Gallardón ha dejado intuir en sus palabras con frases como “hice la ley que se me había encargado”. Además, las relaciones entre Rajoy y Gallardón estaban muy deterioradas. Ambos dirigentes, según fuentes de la dirección del PP, “apenas se dirigían la palabra”.
Como respuesta al órdago de Gallardón, Rajoy ha optado por elegir a una persona de su máxima confianza. La elección de Rafael Catalá supone dar mayor peso al equipo más cercano al presidente. El nuevo ministro ya trabajó a las órdenes de Rajoy en Administraciones Públicas y Educación. En la actualidad, Catalá ostentaba un cargo de responsabilidad en el Ministerio de Fomento, dirigido por Ana Pastor, otra de las personas del núcleo duro de Rajoy.
Con la caída de Gallardón, Rajoy se libra en su Gobierno de quien en su día se dejó definir como “verso suelto del PP”. La velocidad con la que Moncloa ha impulsado la salida de Gallardón da buena muestra de que en el Gobierno la dimisión se ve más como una oportunidad que como un problema.