Vaya verano tuvo que pasar la reputación de Ángel Gabilondo en las redes sociales. El tuit desde la izquierda más abrasivo contra el portavoz socialista en la Asamblea de Madrid era tan cierto y divertido como gamberro: “Os metéis con Gabilondo y él no ha hecho nada”. Y los más cabreados decían: pues claro que no hace nada en la oposición a Isabel Díaz Ayuso. El exrector universitario había decidido no unirse a la estrategia de tierra quemada que caracteriza a la política española y dar aire al Gobierno madrileño para que elaborara su estrategia ante el coronavirus en unas condiciones terribles para cualquier Administración. Ayuso lo agradeció compitiendo con Pablo Casado en la tarea de atacar por todos los medios al Gobierno de Pedro Sánchez. Eso dejó a Gabilondo con la imagen del típico individuo del que es fácil aprovecharse. Eso es demoledor en política. Nadie te respeta.
En la segunda jornada del debate del estado de la región en la Asamblea de Madrid, Gabilondo tuvo la oportunidad de dejar clara su posición en la tribuna. Ya en meses anteriores había explicado lo poco que le interesaba la idea de una moción de censura en plena pandemia. Y además esa moción estaba condenada a la derrota y eso no parece que haya cambiado mucho. El portavoz socialista cedió un poco a esa presión en la que incluso ha intervenido de forma algo confusa el líder del PSOE madrileño, José Manuel Franco, y pronunció unas palabras que en realidad no le comprometen en nada: “Estoy dispuesto como candidato más votado para asumir lo que me corresponda”, dijo en relación a un posible cambio de Gobierno, y para ello no descarta emplear los “mecanismos parlamentarios”.
Con eso, ya empezaron a volar los titulares que decían que el socialista alentaba la moción de censura o que invitaba a Ciudadanos y Vox a dejar caer al Gobierno de Ayuso, pero el ruido era mayor que las palabras realmente pronunciadas. Gabilondo también dijo que “lo importante ahora es afrontar la pandemia”. Muchas ganas no tiene.
Por lo que pueda valer, Díaz Ayuso elogió en dos ocasiones la moderación de Gabilondo, que es la típica ayuda que te echan al cuello y que te deja con menos aire del que tenías.
La intervención del portavoz de Ciudadanos no ofreció ninguna pista de que su partido esté interesado en buscar una nueva pareja de baile. Las relaciones de Cs y el PP entraron en crisis en primavera cuando los primeros empezaron a sospechar que Díaz Ayuso pretendía endosarles la responsabilidad de la situación de las residencias de ancianos. Las especulaciones sobre una remodelación del Gabinete se fueron después apagando. La presidenta se deshizo en loas a Ciudadanos y al vicepresidente, Ignacio Aguado, el día anterior, lo que indica que las heridas han cicatrizado. El Gobierno sólo tiene un año de vida y aún debe afrontar el regreso de la pandemia con toda su fuerza en otoño e invierno.
Gabilondo sí hizo oposición en su discurso para los que se quejaban de su pasividad. Siempre con su estilo de profesor que no levanta la voz ni siquiera cuando algo le enfada, en el caso de que eso ocurra alguna vez. Fue incisivo y concreto cuando dijo que el 88% de “los médicos de menos de 40 años no tienen contrato estable” en la precaria sanidad madrileña. O al denunciar que el Gobierno no ha contratado ni los médicos de Atención Primaria ni los rastreadores necesarios. “Lo que se ensaña con usted y con su gestión son los datos”, dijo respondiendo al victimismo en el que reside Ayuso con todos los gastos pagados.
Madrid cuenta con un tercera parte de los contagiados actuales con sólo el 14% de la población española. En estos momentos, la Comunidad con un mayor porcentaje de camas ocupadas es Madrid con un 21%. Las siguientes (Aragón, Baleares, Castilla La Mancha y Euskadi) están en un 12%.
Las representantes de Más Madrid y Podemos fueron más agresivas que Gabilondo, aunque eso ya estaba en el guión. “Han perdido cuatro meses de oro”, dijo la doctora Mónica García. “¿Por qué demonios no se han contratado los 1.300 rastreadores que se necesitan?”. Su líder, Íñigo Errejón, dijo en el Congreso a la misma hora que si el PSOE no presenta una moción de censura, lo harán ellos con García de candidata. Sus representantes en la Asamblea no dijeron tal cosa, así que hay que suponer que no estaban informados de lo que su jefe iba a decir.
Sea esa moción una posibilidad o una serpiente de final de verano, Díaz Ayuso se picó con las palabras de Mónica García y le vino a decir que a ver qué se creía por ser médica. No le respondió con hechos, sino con insinuaciones, y para ello recurrió al 8M, que es lo que suele hacer el PP cuando la cosa se pone caliente. “El 8M del que apenas hablo yo, pero ahí está”, comentó para que supiéramos que desde luego que iba a hablar de la manifestación feminista. Y lo hizo para acusarle poco menos que de negligencia profesional: “Usted pudo elegir entre ser sanitaria y ser activista” y fue a la convocatoria. A Ayuso le puso nerviosa que le hablara una médica: “No me hable de ser sanitaria. No me dé lecciones”.
Poco antes había dicho que ella nunca le ha “faltado el respeto a un partido” y “nunca he cogido el nombre de un político y le he acusado de muertes”. Pero si le presionan duro, siempre está ahí el comodín de 8M para sugerir que hay políticos que han matado a gente, igual sin querer. No como ella, que ha salvado a tantos que ni sabe cuántos son.
Fue el momento del Pleno para las réplicas a los portavoces de la oposición cuando Díaz Ayuso volvió a activar el modo destrucción masiva. Su cerebro activó todos los sistemas de combate. No hay personal sanitario en paro en Madrid así que no pidan más. Habló de “las leyes eugenésicas” de la izquierda (si hay moción de censura, saca seguro a Hitler). Los liberados sindicales son unos vagos que deberían estar trabajando en los hospitales. En marzo y abril había solidaridad, pero ahora “todo son reivindicaciones, todo son quejas” (lógico, la gente no quiere morirse si le dan a elegir). “Yo no gobierno para los gestos”, lo que son buenas noticias para los que presenciaron su acto de fin de fiesta en el hospital de Ifema en el que hasta se subió a un camión de venta de comida para las fotos. “Los países que estaban libres en la primera ola se están contagiando ahora”, una noticia que es toda una novedad para algunos de esos países.
En definitiva, aquí hay “una campaña de desprestigio” contra mí que me da un poco igual porque soy así, pero no permito que se ataque a Madrid. “Lo que no voy a tolerar es que se ofenda a esta región y a los madrileños”, dijo, aunque en realidad todas las críticas se dirigen a ella y a su partido. En la mejor tradición del procés, los ataques a Ayuso son ataques a Madrid.
Su cerebro estaba en posición de ráfaga y algo tenía que acabar mal. En su lista de razones de los brotes de la pandemia en el sur de Madrid, incluyó una referencia xenófoba, de esas que consisten en acusar a los de fuera por sus costumbres extravagantes o sencillamente deplorables. “Se están produciendo, entre otras cosas, por el modo de vida que tiene nuestra inmigración en Madrid y también por la densidad de población que tienen esos distritos y municipios”. No como los españoles pata negra y bandera española en la mascarilla que no salen de su casa en verano ni aunque les pongan explosivos en la casa.
¿De dónde había sacado esa idea? Muy probablemente, del programa de radio de Federico Jiménez Losantos, cuyo presentador señaló el día anterior a los latinoamericanos por sus “costumbres poco higiénicas para la pandemia”. La solvencia científica de la acusación queda probada por esta frase: “No nos podemos ir con la gallina peruana fantástica al Retiro”. Si Donald Trump anda repitiendo todo lo que ve en Fox News, está ahora más claro de dónde saca Ayuso el material para sus análisis epidemiológicos.
Jacinto Morano, portavoz de Podemos, le exigió después que retirara esas palabras por considerarlas racistas. El cerebro no iba a tolerar tal provocación: “Le animo a que me lleve a los tribunales por si he dicho algo racista, y si no, olvídeme”.
Eso es lo que hizo Ayuso de inmediato. Olvidarse de todos ellos y de sus campañas contra la mayor víctima de la pandemia. Ella.