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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

CRÓNICA

Vírgenes cachondas, regadíos milagrosos

13 de abril de 2023 22:40 h

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Cuando los políticos se ponen a dar clases sobre cómo debe ser el humor, lo mejor es que los humoristas se tiren cuerpo a tierra para que no les alcance el tiroteo. En caso de que estén cerca unas elecciones, el chaleco antibalas y el casco son muy recomendables. Y si la religión está de por medio, conviene salir corriendo hacia el búnker más cercano. Hay que añadir un ingrediente más a la cuota de peligro: las elecciones autonómicas son terreno propicio en España para el discurso del agravio.

Corren tiempos dulces para Juanma Moreno después de su mayoría absoluta en Andalucía. Se dice que el PP podría llegar a superar al PSOE en las urnas de mayo en todas las capitales de la región. Quizá esos pronósticos sean exagerados o quizá nunca esté de más pulsar la tecla del resentimiento en periodo preelectoral. Hay que afrontar la realidad. Meterse contra los catalanes te da votos en algunas zonas de España (en Cataluña meterse contra los de fuera también da votos en algunos círculos). Moreno no desaprovechó la oportunidad, aunque lo hizo con algo de retraso.

Había pasado una semana desde que un programa de TV3 ofreciera una escena humorística con una Virgen del Rocío sobreexcitada y pertrechada con su indumentaria habitual (“¡Llevo 200 años sin poder echar un polvo como Dios manda!”). A Moreno se le encendió la luz. Catalanes a babor, abran fuego. Denunció una persecución “hostil” y “agresiva” contra los andaluces y recurrió a un viejo tópico. “El humor es una de las señas de identidad de nuestra tierra, pero para tener gracia se hace con respeto y cariño”, dijo. Otro político que tiene claro cuáles son los requisitos clásicos del humor.

En la derecha se oye mucho eso de hacer humor con respeto, lo que en sí ya es una expresión graciosa por absurda. En la izquierda se habla de hacer humor de abajo a arriba. La traducción en ambos casos es que sólo se debe hacer humor con lo que yo diga. Los que pasen las líneas marcadas acaban en el pilón.

El objetivo esencial de Moreno era hacer un alegato populista similar al realizado en ocasiones por muchos independentistas catalanes: “Por encima de Andalucía no van a pasar”. Por la Virgen, por Andalucía y por España. Nadie había hablado de pasar por encima de nadie, y mucho menos de Andalucía. Invocar la amenaza que el enemigo exterior supone para la identidad cultural propia es una herramienta básica del nacionalismo cañí.

Con la polémica por los regadíos ilegales de Doñana, el PP andaluz ha recurrido a otro recurso muy extendido. Se vulnera la ley, lo que incluye en este caso sentencias de tribunales europeos, y se culpa de todo al Gobierno central, que tendrá la obligación de frenar el intento de blanquear prácticas ilegales, porque la nueva ley sería indefendible en Bruselas. Es un 'win-win'.

El PP y Vox aprobaron el miércoles iniciar la tramitación por la vía de urgencia de una ley que permitirá ampliar la superficie regable en la Corona Norte del Parque Nacional de Doñana. El agua procederá –“preferentemente”, pero no exclusivamente– de la superficie, no del acuífero, que ya no da más de sí. Con la sequía casi permanente y la falta de las infraestructuras que harían posible ese riego, no hay ninguna posibilidad de que esa solución se lleve a la práctica. El procedimiento de urgencia se utiliza para permitir su debate antes de las elecciones municipales de mayo.

“No me cansaré de decir que esta proposición nada tiene que ver con el agua ni con Doñana”, dijo en el pleno el diputado del PP Manuel Andrés González. Es curioso tratándose de una ley que regula los regadíos y afecta a una zona de Doñana.

Miguel Delibes, presidente del Consejo de Participación de Doñana, la ha tachado de “cuento de hadas” que no resuelve ningún problema inmediato por ser inviable. La compara con “el reflejo del pensamiento mágico propio de un niño de seis años que confunde deseo con realidad”.

Es muy posible, pero los niños de seis años no se presentan a las elecciones. Aprobar una ficción legislativa en un Parlamento puede ser muy rentable para un político como Moreno.

El proyecto no pasará el corte de la Comisión Europea, que no permitirá que se vulnere una sentencia del Tribunal Europeo de Justicia de 2021, que condenó a España por no proteger el acuífero de Doñana. Hacerlo provocaría fuertes multas económicas que tendría que abonar el Estado español. En ese caso, el dinero de los contribuyentes serviría para financiar la campaña del PP en Andalucía.

La reacción negativa del Gobierno ha sido previsible. No tiene otra opción. Esta vez el PSOE andaluz no ha dejado anonadado al Ministerio de Transición Ecológica como cuando se abstuvo en una votación de un proyecto similar antes de las elecciones autonómicas. Ahora ha votado en contra junto a los diputados de Unidas Podemos. Ya se sabe que el socialismo andaluz está en un profundo estado de depresión y con la brújula rota.

“Doñana no se toca”, ha dicho enérgico Pedro Sánchez. Lo que es seguro es que Doñana lleva siendo tocada varias décadas, siempre al borde de consumir la mayoría de sus recursos hídricos y teniendo que ceder prioridades a la agricultura. Hubo un largo tiempo en que el tipo de explotaciones agrícolas permitía alcanzar un cierto equilibrio. No a partir de los años noventa, cuando se produjo el crecimiento explosivo del cultivo de frutos rojos, en especial fresas.

Algún día la presencia constante de este producto incluso en invierno en los supermercados hará que la gente asocie la destrucción de Doñana a la fresa de Huelva. Cuando quede más claro fuera de España, ya veremos cómo se venderá ese fruto en el resto de Europa.

De momento, prometer un agua que no existe a los agricultores será tan complicado como defender la virginidad de la Virgen del Rocío. Los beneficios electorales, por el contrario, serán cuantiosos para algunos.