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El diputado tránsfuga de Ciudadanos pregunta al Gobierno si “manipula el tiempo” con el “rociado aéreo de productos químicos”

El diputado  Pablo Cambronero.

El Rastreador

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Pablo Cambronero, diputado tránsfuga de Ciudadanos que en marzo de 2021 dejó el partido pero no entregó su escaño, ha hecho suya la teoría de la conspiración sobre la manipulación de las nubes que sostiene que los gobiernos “fumigan” a su propia población. Según esta tesis, desmontada una y otra vez por la ciencia, las estelas que dibujan los aviones en el cielo como consecuencia de la expulsión de CO2 de sus motores son, en realidad, una suerte de vertidos planificados y masivos de sustancias químicas que los aviones comerciales arrojan sobre la humanidad en una trama internacional que pretende envenenar a la ciudadanía, controlar el clima o ambas cosas a la vez.

Dando credibilidad a la citada leyenda, Cambronero ha registrado oficialmente en el Congreso de los Diputados una pregunta al Gobierno con el siguiente enunciado: “¿Está el Gobierno manipulando el tiempo a través del rociado aéreo de productos químicos?” A renglón seguido y dando a entender que el Ejecutivo podría responder que sí, el diputado añade: “En caso afirmativo, qué productos, modos, sistemas y medios está usando el Gobierno para esta manipulación?”

El parlamentario ha colgado en su perfil de Twitter el documento registrado ante la Mesa del Congreso con fecha de entrada de este mismo lunes y que se trata de una pregunta para la que solicita respuesta por escrito. Cambronero, que fue el único diputado al margen de Vox que apoyó la moción de censura de Ramón Tamames el pasado 22 de marzo, sostiene que ha registrado la pregunta “por aclamación popular”.

Pero tal y como explicó en elDiario.es el periodista científico y escritor Antonio Martínez Ron, las conocidas como “chemtrails” en el ámbito conspiranoico tienen una explicación científica que nada tiene que ver con un intento de ningún agente interno o externo por envenenar a la población o controlar el tiempo.

El término científico con que se recogen en el Atlas Internacional de Nubes desde hace unos años es Cirrus homogenitus, “Cirrus” porque son cristalitos de hielo como los que forman los cirros que se ven cuando hay frío en altura, y “homogenitus” porque son fruto de la actividad humana, como los cúmulos que se producen con las emisiones de algunas grandes fábricas. 

El principio por el que se forman las llamadas “estelas de condensación” en la parte trasera de los motores a reacción de los aviones es el siguiente: el vapor de agua, dióxido de carbono y las partículas de carbonilla que expulsan los motores quedan en la cola de la aeronave y, al producirse las condiciones adecuadas de temperatura y humedad relativa, forman gotitas que se congelan y se convierten súbitamente en diminutos cristales de hielo que relumbran como diamantes a la luz del sol. Es por eso que si el avión cambia de altura puede dejar de emitir la estela o en determinados días se pueden ver en abundancia y en otros, no.

Como estas estelas permanecen durante más de diez minutos en el cielo, la Organización Meteorológica Mundial decidió otorgarles la condición de nubes en 2017 y en inglés se las denomina con la palabra “contrails” (un neologismo a partir de los términos ‘condensación’ y ‘rastro’ en inglés).

Sin embargo, distintas personas, sobre todo en redes sociales, acompañan fotografías del cielo lleno de estelas con expresiones como “¡Nos fumigan!”, en referencia a esa supuesta lluvia de productos químicos que los aviones vierten sobre la tierra. También es habitual que denuncien que se trata de un “sembrado” de nubes para “robarnos” el agua y provocar la sequía, cuando las inyecciones de yoduro de plata y otras sustancias –ideadas por Irving Langmuir y su equipo en la década de 1940– se crearon precisamente para provocar la precipitación.

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