La cómica, actriz y guionista Marta González de Vega se vino a Madrid hace ya casi veinte años, donde se incorporó al equipo de El club de la comedia. Tenía claro desde muy pequeña cuál era su vocación: ''No tengo ningún recuerdo en el que no quisiera ser actriz. Con ocho años escribí una carta como si fuera a los Reyes Magos pero dirigida a los señores de Madrid. Vete tú a saber qué pensaba yo que eran los señores de Madrid. Y se la di a mi padre para que la enviara. Mi padre tiene esa carta guardada en una caja fuerte desde entonces''. En estas dos décadas, Marta ha conseguido consolidarse como una reconocida guionista de comedia, que tiene en cartelera su propio monólogo y que suele embarcarse en todo tipo de proyectos.
¿En qué andas metida últimamente?
Continúo haciendo mi espectáculo De Caperucita a Loba en solo seis tíos, que lo hice a raíz de un libro que publiqué en 2015. Llevo cinco temporadas y volveremos en octubre. Y luego, esta semana, estoy de estreno. He escrito con Santiago Segura la saga de Padre no hay más que uno y ahora estrenamos el 9 de julio A todo tren: Destino Asturias, que es una nueva comedia familiar que espero que le guste mucho a todo el mundo. Además estoy escribiendo ya una nueva película con Santiago Segura. Estamos escribiendo otra para rodar en Navidad. También acabo de terminar mi próximo libro que también se publicará el año que viene. Y en octubre, también voy a rodar otra peli mía, que ya os contaré para que me invitéis otra vez.
Parece que no te falta trabajo. ¿Cómo te afectó la pandemia?
Estoy contenta. Es una suerte poder trabajar y, sobre todo, que vuelva la normalidad, que la gente se esté animando a ir a los teatros, a los cines... La verdad que da alegría de vivir. Durante la pandemia me ocurrió una historia bastante bochornosa que se hizo popular en redes sociales porque la compartí, porque es una manera de hacer terapia. Yo vivo en un cuarto piso y mi calle es estrechita. Tengo un edificio enfrente bastante pegadito, pero el piso de delante está desocupado, con lo cual, yo me paseaba habitualmente por mi casa en pelotas. De repente, justo al principio de la pandemia, veo que el piso lo han ocupado. De golpe, me encuentro a un chico, con los ojos como platos, mirando hacia mi casa y yo... cerré las cortinas.
¿Y no las volviste a abrir durante toda la pandemia?
Me dije a mí misma: “Bueno, no pasa nada. Con no volver a salir a la terraza en lo que queda de pandemia, pues ya está. Solucionado. Me olvido de que tengo terraza.” Pero justo era el primer día del encierro y se habían convocado los aplausos a las ocho de la tarde para nuestros sanitarios. ¡Cómo no iba a salir a aplaudir! Y entonces, claro, allí me vi yo, enfrente de ese señor, los dos aplaudiendo. En ese momento, yo pensaba: “Bueno, igual me está aplaudiendo a mí por el espectáculo que le he dado''. Y claro, a los dos días ya me daba igual. Así que hice todo un hilo diario, que lo tenéis en mis redes sociales, durante los tres meses que duró el encierro. Todos los días a las ocho publicaba mi experiencia en los aplausos con el vecino y mis truquitos para ligármelo en la distancia. Pero al final no me lo ligué. No hubo suerte. Además, había una chica por allí detrás, que lo mismo era una novia que vivía con él entonces, y me fastidió el guion.
Veo que llevas tus espectáculos de comedia más allá del escenario.
Casi todo lo divertido que me ha pasado ha estado relacionado con el escenario. Me pasó algo muy curioso en Las Vegas, que aunque dicen que lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas, yo lo voy a contar aquí en Humor al Cubo. Con otro compañero cómico, Marcos Mas, me entró una paranoia cuando nos fuimos a Las Vegas de vacaciones. Teníamos que hacer algunos contactos en Los Ángeles y digo: “Bueno, aprovechamos y nos vamos a Las Vegas''. Nos quedamos en el hotel Flamingo, que es uno de los más míticos de Las Vegas. Pero yo veía que allí todo el mundo entraba y salía, borrachos, de despedidas de solteros. Las habitaciones estaban abiertas, con la gente pedo, saltando en las camas. Y entonces a mí me entró la paranoia de que me iban a robar el ordenador porque yo, que como guionista que soy, mi ordenador es como un apéndice de mí. O sea, no me puedo separar de él.
¿Y qué hacías con el ordenador? ¿Te lo llevabas a todas partes?
Ese fue el problema, porque nos fuimos a ver un show de striptease, como era lo suyo, y entonces a mí me empezó a entrar la paranoia de que me iban a robar el ordenador que había dejado en la habitación del hotel. Y aquellas chicas bailando, los tíos quitándoselo todo y yo: “Mi ordenador. Mi ordenador. Mi ordenador”. Total, que me salí del show. Dije: “Marcos, lo siento. Lo siento, pero tengo una intuición súper profunda de que me están robando el ordenador”. Así que subo a la habitación y, efectivamente, me han robado el ordenador. Busqué por todas partes y no estaba por ningún lado. Me decía Marcos: “Pero, ¿cómo puede ser? ¡Si el mío está''. Y yo le contestaba: ”Marcos, pues entrarían, verían el mío más rápido y se fueron corriendo para que no los pillaran. Yo qué sé''.
¿Qué se puede hacer en una situación así?
Me bajé a recepción. Mira, monté un CSI Las Vegas que ríete tú. Movilicé a todo el hotel. Vino un inspector, un negro de dos metros, cachas. Bueno, os lo juro que montaron un CSI en mi habitación. Subieron a hacer fotos, la denuncia... y según se va el inspector hacia el ascensor, digo yo: “Espera, espera, espera. Que a mí esta paranoia me entró antes de irnos al show y creo recordar que escondí el ordenador en la maleta y le puse el candado para que no me lo robaran”. Y entonces me fui a la maleta, rezando para que no estuviera. Fíjate el nivel de bochorno que yo tenía que pensaba para mí: “Por favor, que no esté. Por favor, que me lo hayan robado de verdad''. Abro la maleta y ¡allí estaba el ordenador! Digo: ”No me lo puedo creer. La que he liado“. Y digo: ”Marcos, por favor, vete y dile al señor inspector que ha sido un error. Yo no puedo dar la cara con esto“. Entonces Marcos salió corriendo detrás. Me imagino que al inspector le dijo: ”Mi amiga está fatal. Está con medicación. Está horrible“.