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LA PLAYLIST DE…

Mónica García (Más Madrid): “Se nos ha negado tener una memoria democrática”

María Granizo

2 de abril de 2021 20:28 h

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Somos lo que hacemos, nos definen “nuestras acciones y nuestro coraje”.

Ella fue la cría que, sin apenas levantar dos palmos del suelo, soñó con participar en unas Olimpiadas: renunció a muchas tardes de tele y de juegos, y después de diez años compitiendo, en un abrir y cerrar de ojos, batió su propia marca y se situó en las semifinales españolas de los 100 metros vallas de 1999.

Antes de correr como el coyote, fue la mejor amiga de una niña de su colegio con un tumor cerebral: sin tener aún edad para entender la fragilidad de la vida, decidió estudiar Medicina para no conformarse con la impotencia de no poder hacer otra cosa más que arropar a su compañera. Veinte años después miró de frente al dolor, le retó y se convirtió en una de las contadas anestesistas que están autorizadas a asistir en cirugías en las que se realizan trasplantes de órganos, las intervenciones más complicadas de esa especialidad.

Ella es también la médica que, ejerciendo su profesión, en 2012 dijo “basta ya a la privatización de la Sanidad Pública” emprendida por el entonces consejero Fernández-Lasquetty: sacando su bata blanca a la calle atrajo a miles de sanitarios para ser Marea y defender el derecho a la protección de la salud.

Fue una de las ciudadanas que sintió que las instituciones no la representaban y que, además de quejarse, tenía que “hacer algo proactivo”: después del 15M, se lanzó a formar parte de Podemos en la capital, consiguió un escaño en la Asamblea y durante dos años, hasta junio de 2019, se convirtió en portavoz de la Comisión de Sanidad. Como Íñigo Errejón y Rita Maestre, abandonó la formación morada y, convencida de que la política es la mejor medicina social, se sumó al nuevo partido madrileño como portavoz y líder regional.

Después de dos décadas como residente en el Doce de Octubre, es la doctora que se ha emocionado a diario con los aplausos de los balcones mientras tenía “la sensación real de que nos estaba quedando gente fuera de los necesarios cuidados para mantener la vida” y frenar en seco al Covid.

Ella es la mujer que criticó “la falta de previsión de los efectos del temporal Filomena”, que se remangó y hundió hasta la cintura en la nieve para coger una pala y limpiar los accesos a las puertas del hospital que siente como su “verdadera casa”.

Es la diputada de Más Madrid que trabajando media jornada como médica y otra media en la Asamblea, araña tiempo al reloj para que sus tres hijos disfruten de su madre y la vuelvan a ver conducir, otra vez, una autocaravana para perderse en vacaciones por las apacibles terras galegas.

Ahora también es una de las candidatas a la presidencia de la Comunidad de Madrid, la que saca de quicio a la Ejecutiva del PP narrando el horror que se ha vivido en los hospitales, cargando contra el “despilfarro del Zendal” y criticando las medidas aperturistas de la presidenta madrileña: “Ayuso es una política nefasta”.

Una velocista corriendo entre la medicina y la política

Abril huele a lilas. A la mujer que tiene como patria “los servicios públicos y el cuidado de lo común”, que de Suiza solo le gusta “el chocolate” y que del neoliberalismo no comparte más que “el prefijo”, a sus cuarenta y siete años aún le llega el aroma de su antigua casa familiar en la madrileña calle Ibiza: “Mi madre siempre traía lilas, era su flor favorita. No sé muy bien donde las cogía, pero es un aroma que me recuerda mucho a ella, a mi infancia”. Con aquel perfume y al abrigo de aquel hogar se marcó el camino de la coordinadora general de Más Madrid. Sus padres, Rosa María Gómez Rojo y Sergio García Reyes, fueron psiquiatras del Hospital Gregorio Marañón desde los años setenta hasta su jubilación.

La medicina y el compromiso social anidaron pronto en el ideario de una niña cuyo padre era militante del PCE y diputado de la Asamblea de Madrid entre 1983 y 1987, legislatura en la que trató de evidenciar las carencias de la salud psiquiátrica en los hospitales madrileños. Durante esa etapa se aprobó la Ley General de Sanidad que equiparaba a las personas con una enfermedad psíquica con las que tenían otras patologías. La norma también condujo al cierre de los manicomios donde se aislaba a las personas con trastornos y se impulsó el desarrollo de las unidades de salud mental. Por aquel entonces Mónica sintió muy de cerca la importancia del trabajo de sus padres para aprender a gestionar un hecho que conmocionó una infancia dorada: “El momento en el que a mi mejor amiga del colegio le diagnosticaron un tumor cerebral. Fue un momento vital duro y de mucho impacto. Pese a lo complicado de aquello, también recuerdo a toda la comunidad de amigos y a la familia que se volcó con ella en el transcurso de su enfermedad”.

Con la fe del optimismo que conduce al logro, la diputada también recuerda días juveniles radiantes, sin más obligación que vivir, como los que envolvían los desplazamientos en equipo cuando competía como atleta: “Recuerdo con especial cariño un viaje que hice a Jerez con el equipo de chicas para la liga femenina. No me acuerdo de si perdimos o no, pero nos divertimos mucho tanto dentro como fuera de la pista”. Ganando o aprendiendo, pero con el placer de competir, siendo Sub18 sus marcas en las pistas de atletismo no fueron efímeras: alcanzó 24,86 m en lanzamiento de jabalina, 1,51 metros en salto de altura y 3.566 puntos en la prueba de heptatlón. Pasados más de veinte años, se ilumina su mirada con orgullo cuando recuerda que llegó a recorrer los 100 metros vallas en 14s77. Instantes de gloria que justificaron años de duro entrenamiento en el Club Marathón de Madrid: insuficientes para cumplir su sueño de vivir unas Olimpiadas, pero sobrados para alcanzar una semifinal española.

London Calling

La número uno en las listas de Más Madrid cumplía seis años cuando su banda favorita, The Clash, jugó al doble o nada con la publicación de su tercer álbum. Desafiando a La Dama de Hierro que acababa de llegar a Downing Street, el grupo de punk británico desfilaba por los escenarios con pegatinas del Frente Sandinista de Liberación en sus guitarras, camisetas con símbolos ideológicos de izquierda y canciones cuyos protagonistas eran los perdedores. En un desalentador ambiente, aquel pulso musical a la férrea agenda de privatizaciones y recortes sociales de Thatcher, se llamó London Calling.

Ese es el disco que sedujo a una jovencísima Mónica García cuando se licenció en Medicina por la madrileña Universidad Complutense especializándose en Anestesiología, una de las prácticas más difíciles y delicadas de las ramas sanitarias. También estaba entre sus preferencias musicales cuando comenzó, en 2004, a desarrollar su carrera en el Hospital Doce de Octubre. Las melodías entonadas por Joe Strummer continuaron alentando los oídos de la diputada velocista cuando, antes de tener pretensiones políticas, comenzó a grabar flashmobs como portavoz de la Asociación de Facultativos Especialistas. Aquel rock combativo le transmitió energía cuando promovía acciones de la Marea Blanca movilizando en la calle a los profesionales sanitarios. Y le inspiró compromiso social cuando denunció las privatizaciones de siete hospitales madrileños ante la Fiscalía Anticorrupción y se inició una investigación por la que se imputó a la ex presidenta del PP Esperanza Aguirre. Hace un año, en la primera ola, su desesperación también tarareó “the ice age is coming, the sun is zooming in, engines stop running and the wheat is growing thin” (“la era del hielo se acerca, el sol se hace más fuerte, los motores se detienen y el trigo apenas crece”) cuando se quedaron sin UCI en el Hospital Doce de Octubre: “Lo viví en mis propias carnes. Me da rabia tener un Gobierno que va en dirección contraria a las evidencias científicas. Hay un sesgo ideológico que impide hacer políticas de prevención porque eso no da votos ni titulares. Los ingresos que se previenen no son cuantificables, pero los ladrillos de un hospital sí”.

‘Primum non nocere’

Casada y disfrutando con sus tres hijos Wall-E, su cinta de animación favorita, y ejerciendo la Medicina por vocación y aún, de vez en cuando, el atletismo por afición, el miedo al cambio ni le roza: “Estoy aquí porque a mis hijos y a mi hija les quiero dejar en herencia una sociedad mejor”. Con un diagnóstico “bastante aproximado de lo que le sucede a la Sanidad madrileña”, sus vehementes intervenciones en medios de comunicación como impulsora de la Marea Blanca llamaron la atención de Íñigo Errejón.

 Cursando un máster y embarazada de su hija menor, la admiradora de la activista y política estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez comenzó a militar en la nueva formación morada. En 2015 la candidatura de Podemos a la CAM, encabezada por José Manuel López, logró veintisiete delegados. Mónica ocupaba el número veintidós de la lista. Sin abandonar su trabajo en el hospital, se convirtió en diputada regional. Con la creación de Más Madrid, en 2019, pasó a formar parte de la candidatura de Carmena y Errejón, y la llegada de la pandemia la convirtió en el azote de Ayuso.

Fiel al juramento hipocrático, aun cuando cuelga la bata blanca a media jornada para ocupar su escaño, se guía por la máxima médica ‘Primum non nocere’ (‘Ante todo no hagas daño’): “Esta pandemia nos ha hecho ver el abandono en el que hemos dejado a nuestros mayores y el mercadeo que hemos hecho con sus cuidados dejados, al final, al mejor postor para que unas cuantas empresas se lucren. Lo que significa también que vivimos en una situación en la que no somos capaces de empatizar ya no solo con nuestros mayores sino con nuestro propio yo del futuro. Y eso, claramente, es una parte cultural que hay que cambiar”. Recalcando que lo mejor de los servicios públicos “es la Organización Nacional de Trasplantes que a través de la Sanidad Pública hace prevalecer los valores de empatía y solidaridad”, apunta, sin embargo, que lo peor de este país “es que se nos ha negado tener una memoria democrática”. Con espíritu atlético, pero sin contemplar más falsedades que las nacidas por y para la ficción, recomienda las series Big Little Lies y La Veneno para combatir el confinamiento.

 Desafiando “con empeño y más empeño” que la política sea el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa, Mónica García Gómez, la niña velocista que no nació para quedarse quieta esperando a que las cosas se arreglen solas, despide su Playlist. Convertida estos días en la voz del “no” a Pablo Iglesias para ir en una lista conjunta, confiesa que le da “pavor” contemplar que sus hijos y los nuestros “tengan a Vox en la Consejería de Educación”. Por eso, respirando hondo el aroma limpio de las lilas, manteniendo la sonrisa con la ironía de Eduardo Mendoza en Sin noticias de Gurb que asoma en su bolso y tomándonos el pulso, persevera para que “la izquierda en este momento solo tenga un único objetivo: impedir que Ayuso y Monasterio entren en la Puerta del Sol porque Madrid merece más”.

LA PLAYLIST DE MÓNICA GARCÍA:

- Un libro: Sin noticias de Gurb (Eduardo Mendoza)

- Un disco: “Cualquiera de Racalmuto, mi grupo favorito, y London Calling de The Clash”

- Una películaWall-E

- Una serie: Big Little Lies y La Veneno

- Un aroma: “El de las lilas”

- ¿Qué quería ser de mayor? “Quería ser deportista e ir a unas Olimpiadas. Y luego, quise ser médica”

- ¿Qué tiene Más Madrid que no tenga UP? “Somos una fuerza netamente madrileña”

- Un tuit que le gustaría recibir: “Uno de Alexandria Ocasio-Cortez”

- Lo mejor y lo peor de nuestro país es….

- “Lo mejor: la Sanidad Pública y dentro de ella la Organización Nacional de Trasplantes”

- “Lo peor: se nos ha negado tener una memoria democrática”

- Una cita: “Primum non nocere” (“Ante todo no hagas daño”)