Estos días he visto una noticia que me ha dejado bastante sorprendido, no ya por el hecho en sí, que es bastante común, por desgracia, sino por la reacción de uno de los socios de la marca, Hawkers, ante el hecho en sí.
El hecho de que la gente aparque en plazas de movilidad reducida es una costumbre extendida más de lo deseable, lo que indica que aún queda mucho trabajo por hacer. La base de toda esta cuestión, en el caso del chico del Ferrari, es la falta de empatía y de comprensión de una situación que lejos de ser ventajosa intenta equiparar y facilitar la vida a las personas con movilidad reducida.
Ya no se trata, que también, de aparcar en un sitio reservado a determinado colectivo, sino de la actitud chulesca de su respuesta ante su desafortunada acción. Y es que cuando alguien se cree con derecho a algo suele cometer la injusticia de no pensar en los que vienen detrás.
La respuesta es bastante curiosa. Se queja de que hay gente que no es cívica porque le arañan las puertas de su flamante deportivo y para eso lo que hace es cogerse dos plazas de movilidad reducida. Todo muy lógico, ¿verdad?. Quién más quién menos ha tenido alguna vez una falta, una multa de tráfico, pero generalmente la gente suele asumirlo de la mejor manera posible, la cuestión es la actitud. Y es cierto que este chico, millonario por una carambola del destino, no ha sabido ponerse en el lugar del resto.
Vuelvo a repetir lo mismo de siempre. Estamos en un sistema que prima la individualidad sin tener el más mínimo rastro de empatía y lo importante es ser exitoso olvidándose por completo del resto. Y es que eso es una cuestión de tener poca vista, ironías del destino para un socio que tiene una marca de gafas, aunque sean de sol. Más allá de que a las alturas de la vida en las que estamos gestionar una situación como esta requiere de una mano izquierda de la que algunos carecen puesto que una vez se gana dinero se tiene bula.
Y no, no se tiene bula, es más, se pueden fastidiar las cosas. Más que nada porque el lado de los retrones no es un club privado y selecto, puede entrar cualquiera. Basta tener un accidente, una caída, un mal golpe o una enfermedad sobrevenida. Y es ahí cuando entonces se pedirá comprensión para uno, cuando antes no se tuvo.
La chulería se acaba cuando llegan los problemas, las dificultades te hacen ser humilde y entender la postura del otro. Así que para terminar me gustaría decirle al dueño del Ferrari unas cuantas cosas: La primera es que todos somos susceptibles de pasarlo mal, la segunda es que la actitud es prácticamente todo en la vida además de la educación, claro. También me gustaría decirle que ser millonario no le da derecho a nada, tener más dinero no te hace mejor que el resto, es más, debería dar un plus de responsabilidad. Ser una figura pública de una marca mundialmente conocida conlleva una responsabilidad, más que nada por cuidar su marca, aunque estaría bien que también diera ejemplo… A lo mejor eso es mucho pedir.
Estos días he visto una noticia que me ha dejado bastante sorprendido, no ya por el hecho en sí, que es bastante común, por desgracia, sino por la reacción de uno de los socios de la marca, Hawkers, ante el hecho en sí.
El hecho de que la gente aparque en plazas de movilidad reducida es una costumbre extendida más de lo deseable, lo que indica que aún queda mucho trabajo por hacer. La base de toda esta cuestión, en el caso del chico del Ferrari, es la falta de empatía y de comprensión de una situación que lejos de ser ventajosa intenta equiparar y facilitar la vida a las personas con movilidad reducida.