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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Fotografía cedida por Mattel que muestra a la primera muñeca Barbie con síndrome de Down.

Nuria del Saz

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“Jugando a ser mayor como Barbie seré…”. Así decía el lema de mi primera Barbie en los ochenta, porque yo fui una niña de Barbies, pero también de Clicks y Airgamboys. Que tenía un cuerpo ideal… ahí radicaba el ensueño. Mi genética nunca me daría esas piernas largas y esbeltas. No me preocupaba lo más mínimo, porque las muñecas sirven para jugar y hacerte soñar. Pero por qué no, las muñecas también pueden reflejar nuestra realidad y ayudar a autoafirmarnos. De hecho, no fui consciente de esa necesidad hasta que no escuché el comentario de una compañera que había adoptado a una niña en China. Se lamentaba por no encontrar ninguna muñeca que tuviera los rasgos como su hija. Me sorprendió, honestamente, porque recordaba que, al menos en los ochenta, Famosa tenía muñecas negritas y con rasgos orientales.

Mucho se ha criticado a Barbie por mostrar un canon de belleza ideal al que muy pocas mujeres pueden aspirar. Insisto, creo que los niños son lo suficientemente inteligentes para distinguir sueño de realidad, juego y fantasía de la vida real. Pero también me parece muy interesante que los juguetes reflejen la diversidad de los seres humanos.

Mis hijas echaban de menos un Pinypon con perro guía, por ejemplo, y se quedaron con las ganas de tener un Pinypon ciego como su madre. Los niños son así. Quieren imitar la realidad. Como en mis años de infancia no existían Barbies cojas, yo ponía a una de las mías, a la que se le había roto una pierna, en una silla de ruedas que improvisaba con lo que me hiciera el apaño. Pero ya existen Barbies con prótesis en una pierna, otras con implantes cocleares y hasta un Ken con vitíligo. 

Ahora los niños lo tienen más fácil, tanto los que quieren jugar a fantasear con otras realidades, como los que necesitan jugar a su propia realidad. Barbie ha sumado a sus muñecas inclusivas, dentro de la línea Barbie Fashionista, una con los rasgos propios del síndrome de Down. La sociedad evoluciona. Los juguetes también y ahora no tenemos que jugar a ser mayores como Barbie, sino que es ella la que se mira en nosotros, con todo el glamur de la diversidad humana.

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