Hace unos meses, me enteré en este blog de que el hotel Majestic de Barcelona había inaugurado “la primera habitación hotelera de tipo A en España”. Lo cual, en román palatino, viene queriendo significar (como veremos más adelante) “una habitación con muchas adaptaciones para retrones”.
Con lo que me gusta a mí Barcelona (por cierto, seguramente la ciudad más accesible de España), me hice la nota mental de probar dicha habitación en mi siguiente viaje... siempre que no tuviese que pedir una segunda hipoteca para ello, claro.
Porque, no sé si lo sabéis, pero el hotel Majestic es para ricos. Es, de hecho, lo que los ricos (muy puestos en estos detalles) llaman “5 estrellas Gran Lujo” —así, con mayúculas. Es tan pero tan pijo que se ha convertido en el lugar oficial donde el partido más pijo de España, esto es, CiU (no olvidemos las gafas narajas de Duran i Lleida), organiza sus reuniones más importantes y sus conspiraciones más divertidas.
Para que os hagáis una idea, la habitación más barata del Majestic en booking.com sale por 220€ la noche, mientras que la más cara (la cual no está en booking.com, of course!) es este penthouse con unas “vistas monumentales sobre el Paseo de Gracia”, el cual tiene 140m2 (sólo es para dos personas), terraza privada con solarium, flores frescas, cartas de almohadas y otras muchas indispensables prestaciones, todo por el módico precio de 4000€ la noche.
A ver, veamos, que no es que yo me oponga al lujo por principio. De hecho, no me opongo. Si los 7.000.000.000 de humanos que habitamos en este planeta pudiésemos vivir así, pues mira, chachi piruli. Aunque, claro, harían falta robots. Porque, si no, ¿quién nos pone las flores frescas a todos en el penthouse?
Incluso, si me permitís que me extienda un poco en el asunto, creo que el lujo hace menos daño a la humanidad que lo muy barato. Seguro que, en el Majestic, todo el mundo está contratado legalmente, tratan los residuos con cuidado, y gran parte de la comida es ecológica y local. ¿Por qué? Porque se lo pueden permitir. ¿Y por qué se lo pueden permitir? Porque te están clavando 4000€ la noche y, coño, eso llega para mucho. Sin embargo, cuando te compras un móvil HTC 4G con pantalla de 5 pulgadas y giróscopo por 150€, puedes estar seguro de que el coltán que lleva lo han extraído niños (vigilados por niños soldado), lo han fabricado esclavos, y todo el veneno que sobraba lo han tirado por la noche en un río chino.
Por supuesto, entre el penthouse con flores frescas y convertir China en un campo de concentración contaminado, hay puntos intermedios. Por ejemplo, yo, cuando voy a Madrid, ya no pago un hotel. He encontrado este hostal, el cual está muy bien localizado, es razonablemente barato, está gestionado por una familia encantadora y es accesible (de casualidad, claro, pero lo es). Yo no necesito flores frescas en la habitación, ni una carta de almohadas. Con poder llegar a la habitación sin que haya escalones, me vale. Si encontrase un hostal Bruña en Barcelona, podéis estar seguros que no volvería a meterme en booking.com antes de ir a la ciudad condal.
En cualquier caso, aunque nunca me hubiese planteado pasar una noche en el Majestic en circunstancias normales, como me daba curiosidad, quería probar una grúa (nunca había probado una), y me debo a mis lectores, el pasado 1 de octubre tiré la casa por la ventana y me alojé en la habitación tipo A.
Todo por vosotros. Para que luego digáis.
Así pues, me puse en contacto con el hotel, les comenté que quería hacer un reportaje sobre la habitación adaptada y me hicieron amablemente un descuento del 20% en la habitación, además de regalarme el desayuno (el cual ni me quiero imaginar cuánto costaba, pero aún me acuerdo del medio kilo de jamón de bellota que desayuné).
Pagué 210€ por dormir esa noche en la habitación tipo A. Una cantidad que nunca jamás me volveré a gastar en una habitación de hotel, a menos que encuentre una que tenga generadores de antigravedad para que los cascaos podamos ir al baño volando.
Tengo que decir que el personal del hotel fue simpatiquísimo y muy servicial en todo momento. Supongo que lo son siempre, dado el lugar en el que trabajan. Entiendo que un tipo que paga 4000€ por un penthouse no vuelve si no le haces reverencias, pero también es cierto que el personal del hotel es eso: personal. No son quienes disfrutan del lujo, son quienes lo proporcionan. Al final del día, son trabajadores como nosotros, y es bien posible que se alojen en un hostal cuando viajan fuera de Barcelona. Por eso, al César lo que es del César. El trato: impecable (y cordial, sin mucho boato más que el habitual trato de usted).
En especial, quiero agradecer a Santiago Martín, director de marketing y comunicación del hotel, quien me ha proporcionado mucha de la información técnica sobre la habitación. Además, se preocupó por que estuviésemos a gusto y tuvo el detalle de dejarnos una nota de despedida en la habitación, con chocolates y una botella de agua mineral pija muy bonita que supongo que costará como un Rioja decente.
Curiosamente, la noche que nos hospedamos en el Majestic, cenamos en una tasca al lado del hotel y nos trataron especialmente mal (incluso para lo que es habitual en la hostelería española). El camarero nos echó la bronca dos o tres veces por chorradas y con malas maneras. Como si le molestase mucho tener clientes... pero bueno, eso es otra historia.
Para los que nunca hayáis estado en un hotel de lujo (como me pasaba a mí) y os preguntéis en qué se diferencia de uno de 3 estrellas y 60€ la noche aparte de en el trato, la respuesta es, en mi opinión, y como ya imagináis, en detalles de poca importancia: El hotel es bonito, la habitación es bonita y más grande que la de 60€ (pero no mucho más), los jabones en el baño son de marca, tienes una cafetera Nespresso en la habitación, te suben y te bajan las maletas, tienes gimnasio, spa y esas cosicas, etc. También hay un bar en la terraza del hotel, desde donde tienes unas vistas increíbles de la ciudad. Pero no hace falta que te hospedes en el hotel para subir ahí; te metes, coges el ascensor (muy bonito también) y subes.
Una diferencia mucho más perceptible es la cantidad de personal que tienen. En el buffet del desayuno había como 10 camareros. Esto hace que nunca tengas que esperar más de 10 segundos para nada (son los camareros los que esperan)... Ya sabéis cómo odian los ricos esperar.
Pero bueno, dejemos el lujo y pasemos a la habitación para cascaos. Que ya os imagino con signos de interrogación en los ojos.
Lo primero: ¿Quién pone la calificación “tipo A” y qué significa?
En palabras del propio Santiago Martín: “Esta calificación no existe oficialmente, no hay ninguna normativa que la rija.” Es decir, que es un nombre que se ha inventado el hotel.
Muy bien. El nombre importa poco. ¿Qué es lo que tiene la habitación?
Pues muchas cosas: La puerta se abre automáticamente con un brazo robótico. Hay una grúa de techo para transferencia de la silla a la cama y al revés (pero no de la cama al baño). La cama es articulada y permite varios movimientos motorizados: levantar el respaldo, los pies o toda la cama, o inclinarla lateralmente (algo que no había visto yo nunca antes, este último movimiento). Armario robotizado que te saca todos los cajones a la misma altura y los guarda moviéndolos por dentro de la pared. Mesa que sube y baja apretando un botón. Control de cortinas. Ducha de acceso plano (ni un mínimo escalón entre el suelo del baño y la ducha), muy amplia y con barras de apoyo. Silla de ducha estándar (la podéis ver en mi foto de portada). Inodoro con barras de apoyo que se esconden en la pared. Grifo automático. Y creo que no me dejo nada. La mayoría de estas adaptaciones se controlan con un mando a distancia que ellos te dan, aunque algunas, como las cortinas, tienen un mando independiente.
En esta carpeta, podéis encontrar más fotos de la habitación, así como una lista que detalla las adaptaciones. También se ve muy bien en el siguiente vídeo promocional que ha hecho el hotel.
¿Quién ha diseñado y montado la habitación?
La empresa Adom, surgida de una alianza entre BJ Adaptaciones (expertos en los que su propio nombre indica) y Erreka (una empresa del grupo Mondragón dedicada a los automatismos).
La dolorosa: ¿Cuánto ha costado todo esto?
Santiago Martín: El coste de esta habitación ha sido de 75.000€ más que el resto de habitaciones del hotel.
Conclusiones.
Es muy positivo, en mi opinión, que se hagan estas cosas, que se conozcan, que funcionen, y que cada vez haya más entornos accesibles para los retrones. En este sentido, es indudable que el hotel Majestic se ha apuntado un tanto. Han dado un paso importante que nadie había dado en España y eso hay que reconocérselo. Desde aquí, chapeau por la iniciativa. En serio.
Es también muy cierto que no podrían haber hecho esto sin la ayuda de Adom, BJ Adaptaciones y Erreka. En concreto, de los segundos. Mi relación particular con BJ Adaptaciones es antigua. Ya en 2007, me hicieron la adaptación de mi despacho en la facultad, y en 2011 volví a confiar en ellos para que me adaptasen mi vivienda (dos temas que quizás detalle otro día en el blog). Sé positivamente que los hermanos Romero (Borja y Joaquín; de ahí “BJ”) son las personas que con más éxito han conseguido llevar la tecnología a la vida de las personas con discapacidad en este país, y sé que nadie tiene el saber hacer que hoy en día tiene esta empresa.
Por otro lado, no es casualidad que esto haya ocurrido en Barcelona. Como digo, Barcelona no sólo es una ciudad bonita (a mí, personalmente, me encanta), sino que además es la ciudad más accesible de todas las que he visitado en España (y en el mundo, sólo he estado en una más accesible: Londres). En esta época de vientos independentistas, quizás deberíamos incluir en el debate (tan viciado muchas veces) todas las cosas que en Cataluña se hacen tan bien y de las que el resto del territorio podría aprender (la investigación científica es otra de estas cosas que me tocan de cerca).
Un problema de este tipo de entornos “adaptados” que ya comenté aquí y que también hice llegar al personal del Majestic es que es muy difícil que las soluciones se adapten a todos. El colectivo retrón es muy heterogéneo y no tienen nada que ver las necesidades de un enano con las de un ciego, las de un parapléjico o las de uno con una enfermedad neuromuscular. Por ello, es imposible que un entorno concreto satisfaga a cualquier cascao que llegue al hotel. El modo en el que veo que lo han intentado subsanar en el caso de la habitación del Majestic es pasándose por lo alto. Es decir, como no sé quién va a venir, pongo un poco de todo y, si quedan cosas sin usar, no pasa nada. Esto está bien, pero no es lo más eficiente. En mi opinión, sería más barato y más cómodo hacerlo de un modo modular y bajo demanda.
Me explico: Llamo al hotel: “Hola, ¿qué tal?, soy retrón y quiero dormir allí.” Recepcionista: “Muy bien, ¿y qué adaptaciones necesitaría?” Yo: “Pues ésta, ésta y la otra.” Me preparan la habitación antes de llegar sólo con esto, y todos contentos. Ni siquiera hace falta que sea una habitación concreta. Lo ideal es que se pueda “adaptar” bajo demanda cualquier habitación del hotel, o al menos unas cuantas.
No obstante, el problema más grande que tienen estas adaptaciones no es éste, sino su precio. En consonancia con mi cachondeo burlón desde el principio del artículo, me parece algo de muy pocos efectos prácticos en la vida de los ciudadanos que haya una habitación tan magnífica como la del hotel Majestic si ésta cuesta 200€ la noche. Si un cascao es millonario, es mucho menos cascao. Eso ya lo sabíamos. Con una billetera bien gorda, muchas de las barreras a las que la inmensa mayoría de los cascaos nos enfrentamos, simplemente desaparecen. Sí, claro, pero ¿es esto lo que queremos? Obviamente, la respuesta es no.
El objetivo al que debemos aspirar es que la ciudad y los entornos sean accesibles para todos. No sólo para los millonarios, quienes, de hecho, no lo necesitan. Y no sólo en los hoteles, sino también en los locales comerciales y en las viviendas particulares. Esto es muy difícil hoy en día porque nadie te lo subvenciona. Yo me tuve que pagar de mi bolsillo la adaptación de mi casa y lo mismo tiene que hacer un local o un hotel. Así, no es de extrañar que sólo un “5 estrellas Gran Lujo” se lo pueda permitir.
Por último, he de decir que, a mi juicio, la accesibilidad no es lo más urgente en la vida de los retrones que están peor. La accesibilidad es lo más visible, lo que más publicidad da a quien lo hace y desde luego nos viene muy bien a los que tenemos la suerte de llevar una vida más o menos activa. Pero las personas que están más jodidas en nuestro colectivo no piensan mucho en si se pueden montar en el AVE o en si hay rampitas en la avenida que pasa por al lado de su casa. No. Porque, antes de salir a la calle, hay que ir al baño, ducharse y vestirse. Lo que necesita la gente que está peor es una ley de dependencia que no sea el insulto a sus derechos que representa la actual versión. Lo que necesita la gente que está peor (y también muchos que estamos un poco mejor) es asistencia personal. Y todas las horas que haga falta, no lo que te llegue con la limosna que te da el estado. Con una buena asistencia personal, no hace falta tanta tecnología (aunque, sin duda, viene bien y se complementa muy bien una cosa con la otra).
Porque, lamentablemente, en todos los colectivos hay clases, y el de los retrones no es una excepción. Están los millonarios que son mucho menos discapacitados que los demás y siempre encuentran un Majestic (o similar) allí donde vayan; estamos los retrones de “clase media” que vamos pedaleando como podemos y que nos preocupamos por la accesibilidad de los buses o las rampas de los bares; y están los que tienen que centrarse en quién les va a limpiar el culo cuando sus padres se hagan mayores y en qué cárcel (perdón, residencia) los van a recluir cuando esto pase.
Es bueno no olvidar este hecho cuando veamos en la tele inauguraciones de plazas hoteleras de tipo A.