Mucho se está hablando de patriotismo en los últimos tiempos. Aparecen banderas aquí y allá, trozos de tela con un significado ajeno a mí. ¿Qué simbolizan las patrias?
Como diría Federico Luppi, recién fallecido, en la película Martin Hache: “¡La patria es un invento! ¿Qué tengo que ver yo con un tucumano o con un salteño? Son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. Una estadística, un número sin cara. Uno se siente parte de muy poca gente; tu país son tus amigos, y eso sí se extraña, pero se pasa”.
Más allá de nuestros amigos, de nuestra gente, la patria debería ser el cumplimientos de los derechos humanos básicos. En el Estado español hace tiempo que se recortan derechos y libertades, que tienen consecuencias atroces en la ciudadanía.
En cuanto a la diversidad funcional respecta, el recorte de derechos es flagrante. Sin ir más lejos, la partida destinada a la Dependencia se ha recortado en más de 3.000 millones desde 2011. Un millón doscientas mil personas tienen reconocida su situación de dependencia en España, de ellas solo 865.564 están siendo atendidas por el sistema, mientras que el resto, 348.000, están en lista de espera. La realidad es que 3 de cada 10 personas dependientes no reciben las prestación a la que tienen derecho. Y el dato más demoledor: cada día fallecen 90 personas dependientes sin recibir los servicios a los que tienen derecho. Todas esas personas, que son mucho más que números, mueren abandonadas por el Estado. La mayoría de ellas son mujeres de más de 80 años con alguna discapacidad física o psíquica que espera una prestación a la que tiene derecho.
¿Qué país democrático deja morir a los más dependientes?, ¿qué país civilizado deja naufragar a los más desfavorecidos? Este país hace tiempo que dejó el Estado de Bienestar de lado y entonó el “sálvese quien pueda”. Quien tiene dinero para pagarse las caras prestaciones que suponen una asistencia personal, más las demás necesidades, sale adelante. Quien no, se queda en el camino. Es la cara más atroz del neoliberalismo en el que estamos inmersos. El padre de Mariano Rajoy, vive en la Moncloa, es dependiente y le pagamos entre todos la asistencia que requiere. Bravo. Nadie en su sano juicio querría quitarle a él dichas prestaciones, pero sí darle al resto de la ciudadanía las mismas oportunidades. La oportunidad de vivir con dignidad sale cara en un país en el que los olvidados son meros números.
Últimamente se habla mucho también del concepto legalidad, pero la gente se está muriendo y se muere esperando una ayuda que le corresponde por ley. ¿Por qué una ley prima por encima de la otra? O la legalidad se aplica a partes iguales, o pierden valor sus leyes.
Por poner rostro y nombre a la Dependencia y como ya escribí en este texto, recordaré una vez más a Jomian Leonel, un pequeño de 13 años que murió bajo el mandato de Maria Dolores de Cospedal. La actual Ministra de Defensa, no defendió en su momento a las personas dependientes de Castilla La Mancha, y en concreto al pequeño Jomian, al que le denegaron la ayuda que necesitaba. Jomian murió a los 13 años, mientras esperaba las ayudas que le correspondían y que no concedieron a pesar de presentar un demoledor cuadro clínico y una dependencia del 100%.
¿Qué patria es aquella que abandona a quienes más lo necesitan? si esa es nuestra patria, no me representa.