Sobre este blog

Este es un espacio donde opinar sobre Sevilla y su provincia. Sus problemas, sus virtudes, sus carencias, su gente. Con voces que animen el debate y la conversación. Porque Sevilla nos importa.

La nostalgia

Los Planetas, en el festival Sonorama este pasado 7 de agosto

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Decía Lou Reed “no me gusta la nostalgia a menos que sea mía”. Por mi parte, desde siempre había asumido que yo no era una persona nostálgica y que no tenía derecho a serlo. Hasta ahora lo he considerado un lujo, una mirada romántica a unos ahorros que muchos no tenemos. Está claro que puedes recordar con cariño algunos momentos, pero no tanto como para instalarte en esas humedades. Hay quienes no tenemos más refugio que el credo de que lo que viene debe ser mejor que lo que se dejó atrás. Pero debo haber cruzado algún umbral, quizá con las canas, con sentirme fuera de lugar en ciertos locales o con las charlas sobre pensiones, porque esta semana he visitado por voluntad propia ¡y dos veces! ese sofá roñoso con un paño de ganchillo que es la añoranza.

El primer acercamiento no fue a un sofá sino a una butaca de cine. Esta semana reestrenaban en los cines Pulp Fiction después de 30 años. Ya fui al estreno-estreno, llevaba uniforme, tenía catorce años y cogí el autobús 14 para llegar al cine Cervantes. Tuve que ir dos veces para verla porque la primera vez me quedé sin entradas, ¡oh, sí! ¿Recordáis cuando eso pasaba? Así debía ser mi interés y mi atracción por esa película porque volví a la semana siguiente, esa vez con mayor fortuna. Ahí no entendía nada de miradas ni de representación. Mi educación audiovisual pasó de la etapa Disney a Cobra sin transición, pero sentía rechazo de forma innata por Harry el sucio o esas de Charles Bronson. Pero esa película me voló la cabeza porque era tan histriónica y se alejaba tanto de la realidad, de la de cualquiera, que solo tenías que sentarte a ver qué les pasaba a esos personajes inverosímiles sin sufrir porque le volaran el pecho a Vincent Vega o le diera una sobredosis a Mia Wallace. Y es que, quizá, conseguir que el público empatice con tus personajes sea más sencillo a que no empaticen absolutamente nada pero no importe lo más mínimo.

Incluso a Los Planetas se les notaba contentos, a Jota casi se le entendía y en algunas canciones nos pusieron un karaoke con letras grandes, cosa que me pareció muy tierna porque, también para mirar atrás, ya vamos necesitando, además de nostalgia, bifocales

Por si fuera poca nostalgia, el miércoles tocaban Los Planetas, también por una celebración, por los 30 años de su disco Super 8. Lo primero que hice nada más llegar fue escribir a las personas con las que había coincidido alguna vez en uno de sus conciertos y que pudieran haber ido. Y allí estaban, allí estábamos, toda la generación X con nuestras camisetas más molonas. Una generación que crecimos con un acceso hasta entonces inaudito a la ficción, más bien una inmersión. Se nos colaba el mundo entero por la televisión y la radio, y eso nos ampliaba horizontes, nos hacía soñar mucho más allá de nuestros referentes cercanos y, por supuesto, también nos empujaba a la frustración más absoluta y a cantar a grito pelao “porque en mi vida he fracasado… una y otra vez… una y otra vez”. Esas canciones nos hacía disfrutar de nuestra melancolía y, si no la teníamos, la sembraba y la hacía crecer. La otra noche cantamos esa letra y las demás, nos mirábamos y sonreíamos los unos a los otros, perfectos desconocidos, no tanto, pero ahora ya no parecíamos enfadados. Incluso a Los Planetas se les notaba contentos, a Jota casi se le entendía y en algunas canciones nos pusieron un karaoke con letras grandes, cosa que me pareció muy tierna porque, también para mirar atrás, ya vamos necesitando, además de nostalgia, bifocales.

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