Sevilla Opinión y blogs

Sobre este blog

Velázquez, pintor de pintores

Periodista y escritor —

0

En el 425 aniversario de su nacimiento

Coria del Río, al borde del Guadalquivir, almorzábamos Ángeles, mi esposa y servidor con unos amigos, los pintores Manolo Castaño y Maribel Álvarez. Contemplábamos el paisaje fluvial y reparé en los cielos azulados salpicados de nubes blancas, que evocaban a los cielos que Velázquez reflejó en algunos de sus cuadros ecuestres de Felipe IV, el Conde Duque de Olivares, el príncipe Baltasar Carlos, o en la Rendición de Breda, entre otros.

He tenido la suerte de conocer e intimar con varios pintores sevillanos: Paco Cortijo, Paco Molina, Paco Cuadrado, Manolo Castaño, Maribel Álvarez, Curro González, Patricio Cabrera, Mari Carmen García Holgado, Gómez de la Torre, Isabel Fernández Cubero, Carmen Lafón. La mayor parte admiraba la obra de Velázquez, que fue considerado por Manet “el pintor de pintores”. Goya hizo una serie de grabados sobre Las Meninas, y también Picasso algunos cuadros sobre Las Meninas, considerada la obra maestra de Velázquez. Oscar Wilde le dedicó su relato “El cumpleaños de la infanta”. Pero hay que considerar toda su obra: “Las hilanderas”, “La rendición de Breda”, “El triunfo de Baco”, “La fragua de Vulcano”, “La Venus del espejo”.

He visitado con frecuencia el Museo del Prado, nací en Madrid, y sigo haciéndolo cuando viajo desde Sevilla. Además de las obras mencionadas suelo detenerme ante el “Cristo crucificado”, realizado en 1632, en mi opinión el más perfecto Cristo pintado por un artista, o uno de los mejores, que provoca en el espectador una emoción y una espiritualidad excelsas ante la belleza corporal del crucificado y la serena imagen de la muerte. Miguel de Unamuno le dedicó un poema.

Hay dos paisajes que se conservan en el Prado: "Vista del Jardín de la Villa Médici, la entrada de la gruta" y "Vista del jardín de la Villa Médici con la estatua de Ariadna", donde Velázquez despliega su dominio del paisaje (...) y las ramas y las hojas de los árboles simulan estar en movimiento, técnica que desarrollarían, 200 años después, los impresionistas franceses

Admirar la obra de Velázquez, supone también adentrarse en la belleza artística de otros cuadros, como el dedicado a Góngora, Sor Jerónima de la Fuente; o el papa Inocencio X, en los que el artista refleja la personalidad y el alma de los retratados. Mención aparte merecen los bufones: Calabacillas; Francisco Lezcano, el niño de Vallecas; Cristóbal de Castañeda. En su última etapa sevillana (marchó a Madrid con 23 años) Velázquez pinta “Cristo en casa de Marta y María”; “Sor Jerónima”; “El aguador de Sevilla”; y “Vieja friendo huevos”, de técnica tenebrista y maravillosa factura, con un dominio de la luz impresionante. En estas dos últimas obras, aparece un chico que era ayudante en el taller de Francisco Pacheco, y que le servía a Velázquez como modelo. De su etapa en Roma, además del magistral retrato de Inocencio X, hay dos paisajes que se conservan en el Museo del Prado: “Vista del Jardín de la Villa Médici, la entrada de la gruta” y “Vista del jardín de la Villa Médici con la estatua de Ariadna”, donde Velázquez despliega su dominio del paisaje. Algunos críticos han visto en estas obras un adelanto del impresionismo, pues las ramas y las hojas de los árboles simulan estar en movimiento, técnica que desarrollarían, 200 años después, los impresionistas franceses.

Los padres del artista, Juan Rodríguez de Silva, nacido en Sevilla pero cuya familia era originaria de Oporto, y Jerónima Velázquez, sevillana, se casaron en la iglesia de San Pedro de Sevilla, el 28 de diciembre de 1597. Diego fue el mayor de ocho hermanos y fue bautizado en la iglesia de San Pedro el 6 de junio de 1599, algún día después de su nacimiento. En 1990, trabajaba yo en TVE en Andalucía. Uno de mis reportajes fue indagar sobre la vida de Velázquez. Para ello visité la Iglesia de San Pedro, donde grabamos la supuesta pila donde fue bautizado Velázquez.

La familia vivía en la calle Gorgoja (antigua morería), actual calle Padre Luis María Llop, 4. La casa, de finales del siglo XVI, fue adquirida por los modistos Victorio y Luchino en los años 80, y hoy es sede de la “Fundación casa natal de Velázquez”. La rehabilitación está parada y corre el riesgo de caer en el olvido por parte del Ayuntamiento de Sevilla y de la Junta de Andalucía. En el Museo de Bellas Artes se conservan dos obras de Velázquez, y en el Hospital de los Venerables, “La imposición de la casulla a San Ildefonso”, propiedad del Ayuntamiento. Tres obras de Velázquez en Sevilla, si nadie me corrige, y la casa natal esperando su reconversión en casa-museo, al igual que ocurre con las casas de ilustres sevillanos como Bécquer, Luis Cernuda, Alexaindre, los hermanos Machado y otros. Y la casa museo de Murillo cerrada, síntomas de la desidia de Sevilla por la CULTURA. ¿Por qué no se restauran esas casas y se yerguen estatuas de estos ilustres sevillanos como sí ocurre con la magnífica de Bécquer en el Parque de María Luisa? Lo advirtió Cernuda: ¡Donde habite el olvido/ en los vastos jardines sin aurora...!   

En el 425 aniversario de su nacimiento

Coria del Río, al borde del Guadalquivir, almorzábamos Ángeles, mi esposa y servidor con unos amigos, los pintores Manolo Castaño y Maribel Álvarez. Contemplábamos el paisaje fluvial y reparé en los cielos azulados salpicados de nubes blancas, que evocaban a los cielos que Velázquez reflejó en algunos de sus cuadros ecuestres de Felipe IV, el Conde Duque de Olivares, el príncipe Baltasar Carlos, o en la Rendición de Breda, entre otros.