Scorpions: “El ego destruye a las bandas. Si nosotros seguimos juntos, es porque somos amigos”

Scorpions

Alejandro Luque

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Dos cosas impresionan, de entrada, en Scorpions. Una, que lleven casi seis décadas de carretera, pues dieron sus primeros pasos en la música allá por 1965, en Hannover, mucho antes de la explosión del rock duro. La otra es que sean capaces de disimular esa edad cuando saltan a escena, desplegando una energía impresionante mientras desgranan sus mayores éxitos. Y eso será precisamente lo que harán el próximo 11 de julio en la Plaza de España de Sevilla, donde tienen previsto actuar en el marco del festival Icónica. Dos días después, el 13 de julio, actúan en A Coruña.

Rudolf Schenker, guitarrista fundador de la banda, no tiene reparos en desvelar el secreto de esta aparente eterna juventud: “Química, eso es lo más importante. Si vas a viajar por el mundo haciendo música, si vas a hacerte famoso, más vale que te rodees de la gente adecuada, porque el ego destruye a las bandas. Y si nosotros seguimos juntos es porque somos un grupo de buenos amigos. Mira también a los Beatles, a los Rolling. Nosotros nos dimos cuenta de esto muy pronto y esa es la razón por la que seguimos aquí, porque la química sigue funcionando”.   

Schenker, hermano del también guitarrista Michael Schenker –también en la primera formación de Scorpions, aunque desertó para hacer su carrera en solitario– despliega asimismo un irresistible buen humor. Gorra negra, perilla bien recortada y pendiente en la oreja, añade que el equilibrio con otro de los fundadores del grupo, Klaus Meine, ha sido otro factor fundamental. “Él escribe letras fantásticas y me ha dado la oportunidad de ser también un buen compositor. Amas la música si amas la gente con la que tocas. Y si se da ese caso, ¿por qué parar? Intentamos hacerlo en 2010, pero nos dimos cuenta de que parar no era para nosotros, teníamos mucho más amor, paz y rock and roll que darle al mundo”.

Bajo el signo de Mercurio

Tampoco siente el músico que haya tenido grandes crisis de creatividad en estos largos años, y se muestra dispuesto a dar su receta: “¿Sabes por qué? Porque hago meditación”, asevera. “Es un camino muy recto para lograr tus metas. Te ayuda a no dar vueltas en círculos o haciendo algo que te aleja de tus objetivos. Recuerdo que los 90, por ejemplo, fueron años muy duros para nosotros, porque el grunge acaparaba todo. ¿Qué hicimos? Fuimos a Asia, a Rusia, y llevamos hasta allí el mismo mensaje, paz y rock and roll. Y seguimos unidos. Si sigues con tus compañeros haciendo tu música, la vida puede ser un regalo”.       

Cuando se le pide que se remonte unas décadas atrás, en los años 60 y 70 en que empezaron a tocar, asegura recordarlos muy bien. “Era un tiempo muy movido, coincidió con el endurecimiento de la música al tiempo que dominaba el flower power. Los músicos tuvimos la oportunidad de recoger toda esa energía y llevarla a las canciones. Nuestros padres habían sufrido una guerra terrible, y nosotros queríamos ser mensajeros, portadores de aquel otro mensaje alrededor del mundo”.

Muy pronto, Scorpions, junto a británicos como Black Sabbath o Iron Maiden, empezaron a desarrollar un sonido más denso y agresivo de lo que se conocía hasta el momento. Pero también alcanzaron fama mundial con sus tiernas baladas, como Still loving you o Holiday: algo así como demostrar que los más duros tenían también su corazoncito. “Claro, de nuevo eso se lo debemos a la combinación entre Klaus y yo, y puedo explicarlo desde mi afición a la astrología: Klaus nació bajo el mismo planeta que yo, Mercurio, pero él nació en el lado soleado y yo en el oscuro. Yo le orientaba hacia cosas oscuras, como Black Sabbath o Led Zeppelin, mientras que a él lo que le gustaban eran los Beatles. Esta combinación está en el germen de Scorpions. Yo me di cuenta en seguida de qué buena era su voz, y pensé como los buenos cocineros: quiero hacer un buen menú, y este ingrediente es excelente, así que no pienso renunciar a él”.     

Otra de aquellas baladas, Winds of change, aportó una insólita dimensión política al grupo. Era el año 1991, el Muro de Berlín había caído y Schenker y los suyos tomaban partido por un cambio en la Europa del Este. “Todo había empezado en 1986, en Hungría, cuando conocimos a un promotor y le propusimos tocar en la Unión Soviética. ‘No hay problema, lo haremos’, nos dijo. Con la gira de Savage Amusement hicimos diez conciertos en Leningrado y fue fantástico, increíble. Y un año más tarde, actuamos en el Moscow Peace Festival, en Moscú, con la MTV. Bon Jovi tocó después de nosotros, y cuando salieron a escena la gente se iba… Fue cuando Bon Jovi dijo: «Nunca vuelvo a tocar después de Scorpions»”, ríe.

El momento del cambio

“Era el momento del cambio, podíamos sentirlo”, prosigue el guitarrista. “Cuando grabamos Crazy world, supimos que había que hacer una canción como Winds of change, algo así como la banda sonora de aquel instante. Todas las cadenas de radio rusas la difundían desde las seis de la mañana, Gorbachov se hizo fan nuestro… Fue, sí, la banda sonora de la revolución más pacífica de la Historia”.           

Antes de que se agote el tiempo de la conversación, elDiario.es pregunta a Schenker por el hecho de que Alemania haya sido siempre una potencia en el rock duro, desde los propios Scorpions a cientos de bandas como Accept, Helloween, Kreator o más recientemente Rammstein, entre otros. “Te diré una cosa: pregunta a Metallica por qué se hicieron seguidores nuestros. Yo creo que los estadounidenses tienen el estilo blues, y nosotros la herencia clásica. Cuando escuchas un disco nuestro como Moment of glory, con una orquesta sinfónica, ves muy bien que la importancia de la música clásica en Alemania nos ha llevado a hacer lo que hacemos”.

Una última curiosidad: Su hermano Michael, ¿llegó a arrepentirse alguna vez de haber dejado Scorpions? “Oh, no creo”, ríe. “Quería ser uno de los mejores guitarristas del mundo, y lo consiguió. Nosotros queríamos ser en los 70 una de las mejores bandas de rock, y lo conseguimos. Todo funcionó”. 

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