“El crimen de Alcàsser sirvió como mensaje aleccionador para las mujeres jóvenes”
El caso Alcàsser ha quedado para la historia como uno de los crímenes más horrendos ocurridos en España. Veinticinco años después, la investigadora y doctora de la Universidad del País Vasco Nerea Barjola reinterpreta en clave feminista el relato de la tortura sexual y asesinato de las tres adolescentes Míriam, Toñi y Desirée: “Alcàsser no se contó. Se hizo reproduciendo todo el rato significados profundamente sexistas, responsabilizándolas a ellas y, por ende, al resto de mujeres jóvenes”. No se habló, dice Barjola, del impacto que el caso y sus relatos tuvieron para toda una generación de mujeres. En Microfísica sexista del poder (Virus editorial), la autora desmenuza cómo el crimen y su cobertura sirvió como una nueva disciplina sexual para las mujeres. “Una generación de mujeres sintió en sus cuerpos lo que les podía pasar si pasaban ciertos límites”, subraya.
El crimen de Alcàsser, el de Marta del Castillo, Rocío Wanninkhof, Sonia Carabantes, Diana Quer... todos son casos con mucha repercusión y que han sido presentados como sucesos, ¿han pasado desapercibidos como crímenes de género?
Sí, directamente no se encuadran dentro de la violencia de género. El movimiento feminista sí los encuadra ahí pero los medios de comunicación suelen tratarlos como sucesos y así impiden repensar estos crímenes en términos políticos. El movimiento feminista le pone nombre pero a la vez el conjunto social no le da esa cobertura. Los medios forman parte de la sociedad y entenderlos como un ente abstracto que está ahí irresponsabiliza al resto de la sociedad porque, al fin y al cabo, están formados por personas, personas que muchas veces tratan estos hechos como sucesos porque no tienen formación o herramientas feministas para denominar los asesinatos como asesinatos machistas.
Toma incluso el antecedente de Jack el Detripador, ¿es la típica historia que hemos leído y transmitirlo de una manera concreta y de la que se ha invisibilizado su componente de género?
Parto del trabajo de Jane Walkowicz, que es otra mujer que contextualiza el relato que se construyó sobre Jack el Destripador. Ella no se fija en lo crudo o lo terrorífico, sino en las dinámicas sociales y culturales que atraviesan la sociedad del momento. Cuando investiga se da cuenta de que entonces había una fuerte política feminista, las mujeres de clase media estaban empezando a tomar el espacio público, a hablar de la doble moral de los hombres sobre la sexualidad y, como Jack el Destripador solo asesinaba a lo que se entendía como mujeres públicas, el relato que se construyó alrededor fue aleccionador: esto es lo que le pasa a las mujeres que empiezan a tomar el espacio público.
Yo recojo esta idea, no investigo lo crudo del crimen de Alcàsser, sino ver a dónde se dirige la construcción del relato, que es mandar un mensaje aleccionador a las mujeres jóvenes de entonces, que estaban empezando a incorporar todos los avances abiertos por el movimiento feminista.
Llega a afirmar que Alcàsser es un régimen político, ¿qué significa eso?
Lo es porque no deja de suceder, porque nos siguen asesinando y está en el centro mismo de la cotidianidad social. No es algo excepcional, tratarlo como excepcional lo sitúa fuera del conjunto social. Yo cojo un concepto de Agamben, que es excepción, y que lo que plantea es que todas las situaciones que son vividas, gestionadas o construidas como excepcionales en realidad lo que hacen es mostrar la esencia misma de la norma. Si se quiere estudiar lo general, hay que estudiar la excepción. Eso me ha permitido sacar el crimen de Alcàsser de su variable terrorífica y situarlo en el centro mismo de la cotidianidad, porque no es un caso aislado, sino que forma parte de la estructura social. La violencia machista es estructural.
¿Sirven estos relatos, como el de Alcàsser, para imponer disciplina sexual a las mujeres?
Sí, lo que pasa es que no se usa de una manera intencionada. Forma parte de las estrategias y las dinámicas del conjunto de la sociedad, que se defiende a sí misma como sociedad machista que somos. Los discursos que construyen las representaciones del peligro sexual forman parte de la sociedad y eso, poco a poco, va introduciendo la disciplina del terror sexual en las mujeres y te va construyendo como cuerpo.
¿Cómo funciona esa disciplina?
Foucault habla de las disciplinas, que serían todos aquellos métodos que consiguen controlar el cuerpo para volverlo dócil. La disciplina del terror sexual es cómo la representaciones sobre el peligro sexual hacen que las mujeres se nieguen espacios, actitudes, no vuelvas a casa por un sitio porque tienes miedo, que no te muestres sexualmente activa por el qué dirán... Todas esas representaciones introducen el terror sexual desde que eres pequeña.
Dice que Alcàsser afectó a toda una generación de mujeres, ¿de qué manera lo hizo?
La primera consecuencia que saco del análisis es que para muchas mujeres fue su primer relato sobre peligro sexual, hasta ese momento no estaban construidas de esa manera, no lo identificaban. Aparece también por primera vez el hombre malo, ese hombre que puede hacerte cualquier cosa en cualquier sitio. Existe una limitación de espacios y una reformulación de actitudes, por ejemplo, en el miedo a hacer autosestop porque todo el relato que se construye consiste en culpar a las adolescentes por haberlo hecho. No hablan del crimen en términos políticos feministas para pensar en cómo y por qué los hombres detentan el derecho de torturar sexualmente a tres adolescentes, sino que se habla de por qué ellas hicieron autoestop.
Otra consecuencia fue que muchas mujeres que hasta ese momento vivieron ciertos espacios con liberad, como ir con tus amigas a los naranjos o al monte, a partir de ese momento empiezan a ser lugares en los que se percibe el miedo. La explosión del terror sexual fue exponencial.
Es fácil hacer un paralelismo con el caso de Diana Quer: una chica joven vuelve sola a casa, de fiesta, se encuentra con un hombre que la asesina. Se cuestiona su vida, su carácter, el uso de sus redes sociales... ¿Ha jugado ese papel para las generaciones adolescentes actuales?, ¿no sirve, en cualquier caso, para atemorizar a todas las mujeres, sean de la edad que sean?
Cada generación tiene su relato sobre el peligro sexual. Yo creo que Diana Quer puede ser el relato para la generación actual: vuelve de una fiesta, andando hacia su casa y no regresa, y todo lo que han construido sobre ella la culpabiliza, a ella y a su entorno. Y sí, ante algo así vuelves a conectar con el terror sexual y el relato vuelve a ser el mismo, por eso Alcàsser no deja de suceder.
También habla de que estos relatos tienen efectos en los hombres, ¿cuáles?
A ellos les pone en contacto con los privilegios que detentan sobre la vida y el cuerpo de las mujeres y con su rol de propiedad. Si tú analizas como hombre que tiene privilegios lo que te están diciendo los relatos sobre terror sexual dices no quiero participar de esto. Ahora, si no lo analizas y no lo ves, continuas reproduciendo violencia sexual. Los hombres tienen esa opción de ejercer poder sobre el cuerpo de las mujeres, pueden decidir si usarlo o no, pero tener la opción de hacerlo ya es muy grave.
Dice que los propios medios de comunicación son violencia sexual, ¿por qué?
No son entes ajenos a la violencia, no solo producen y reproducen violencia sino que son violencia sexual, en el momento en que das una noticia que no es meramente descriptiva sino que culpabilizas a una persona, estás ejerciendo violencia sobre el resto de mujeres, que están siendo interpeladas por ese relato.
Hasta qué punto esos relatos mediáticos eran y son a propósito, ¿qué parte de intencional hay y qué parte de inercia?
Inercia se me queda cojo porque parece que nos irresponsabilizamos. Insisto, los medios forman parte del conjunto social pero también de no tener la voluntad política de tener la perspectiva feminista para hablar de esto. Hay algo de no querer cambiar el statuo quo sexual. En esos momentos, la televisión es lo que más llegaba a las adolescentes. Hoy el feminismo maneja muy bien las redes y eso hace que se contrarresten rápido esos relato de miedo y aleccionadores que llegan a los adolescentes.
Critica el uso que se hace de la palabra desaparición y defiendes la expresión desaparición forzosa para hablar de estos casos de violencia sexual y asesinatos.
Sí, tenemos un término que es desaparición forzada que se utiliza en regímenes totalitarios para hablar de personas que están desapareciendo y que son torturadas. ¿Por qué no usar ese término para hablar de la desaparición sistemática, tortura y desaparición de las mujeres? Es una herramienta importante para hablar y conceptualizar: no desaparecemos, nos hacen desaparecer en un régimen sexista.
Y que este tipo de relatos siga existiendo, desde Alcásser a Diana Quer, ¿quiere decir que que las mujeres quieran ejercer su libertad sexual y traten de superar los límites del patriarcado sigue teniendo un castigo?, ¿seguimos en un punto no tan diferente a los noventa, aunque las mujeres crezcamos con más libertad sexual que antes?
El patriarcado se va a defender siempre y tiene un mecanismo muy potente de estrategias y métodos. Como decía Silvia Federici, el precio de la resistencia es el exterminio. Resistir al patriarcado en cada generación es muy duro y tiene un precio y las mujeres lo pagamos.
¿Cómo contrarrestamos esos relatos, esas realidades?
Feminismo, feminismo y feminismo. No hay otra. Es lo único para el terror sexual. Feminismo en las aulas, en el periodismo, en los hospitales, feminismo transversal.