Llevaba apenas 10 días volando, pero un trozo de carroña contaminada con el antinflamatorio diclofenaco acabó con él. Se trataba de un pollo de buitre negro de la colonia de Boumort en Lleida, un grupo cuyo exhaustivo seguimiento ha permitido confirmar que este medicamento veterinario –que llevó al borde de la extinción a los buitres en La India– llega a las poblaciones españolas. Se ha disparado la alerta.
La cuestión es que el ejemplar hallado muerto en septiembre de 2020 en el prepirineo catalán llevaba un localizador GPS. Estaba totalmente controlado, y por eso pudo encontrarse y analizarse. “Eso es lo que más nos alarma, porque se nos pueden estar pasando por alto muchos animales. No sabes dónde muere, cuántos mueren…”, analiza Rafael Mateo, al cargo de grupo de toxicología de la fauna silvestre del Instituto de Recursos Cinegéticos (IREC) y coautor del estudio que ha confirmado que el diclofenaco ha llegado a los buitres españoles publicado en abril de 2021.
Este temor por estar solo ante la punta del iceberg se justifica en que el compuesto tiene un efecto mucho más retardado que el de los venenos utilizados, por ejemplo, en los cotos de caza para limpiar el campo de predadores que descuenten presas disponibles para los usuarios. Un buitre que come carroña con diclofenaco puede pasar hasta 48 horas agonizando, con lo que buscará un lugar apartado donde refugiarse hasta morir.
Prohibido usarse en reses que vayan a muladares
A pesar de que ya era conocido el desastre que provocó entre los buitres del subcontinente indio a comienzos de siglo, España (que concentra el 90% de todos los buitres de Europa) autorizó la administración de diclofenaco al ganado en 2013. Aunque la ficha técnica de la Agencia Española del Medicamento reconoce el riesgo y advierte de que no debe administrarse “a animales susceptibles de entrar en la cadena alimentaria de la fauna salvaje”, el peligro radica en que “con que solo haya un 1% con diclofenaco el daño puede ser muy grande”, como explica Rafael Mateo. En India, el índice de presencia del medicamento en la carroña era del 0,3%. “Con una sola carroña contaminada se mueren todos los buitres que comen ahí, por ejemplo, 50 ejemplares, sobre todo si comen de piezas arrojadas en las 12 horas siguientes al tratamiento antinflamatorio”, detalla este doctor en veterinaria.
En el caso específico que ha acreditado la primera muerte por este compuesto en un ave carroñera en Europa, “la incógnita es dónde pudo encontrar esa carroña porque solo acudió una vez al muladar de la colonia y no había animales”, aclara Marta Herrero, otra de las coautoras de la investigación. Hasta este momento, se había probado que el fármaco era letal para las aves del género Gyps, como son los buitres leonados, la muerte de Boumort evidencia que también es mortífero para el género del buitre negro (el Aegypius) que está calificado como “vulnerable” en el Catálogo español de especies amenazadas.
Los veterinarios, por su parte, subrayan que el protocolo de aplicación ya indica que este medicamento no debe recetarse con animales que luego vayan a los muladares, pero también recuerdan que “se puede sustituir por otros medicamentos de la misma familia con idénticas propiedades, como ketoprofeno, carprofeno, meloxicam, fenilbutazona, firocoxib...”, según cuentan en la Organización Veterinaria Colegial.
“Ahora ya sabemos que el riesgo de que mueran buitres negros o aves carroñeras de otras especies en Europa por esta causa es muy real e incluso pueden haber ocurrido casos previos que no hayan sido detectados”, indica Ernesto Álvarez, presidente de la organización GREFA, cuyos técnicos participan en el seguimiento de esta colonia leridana. “Se confirma como un peligro muy real”.
El diclofenaco veterinario es comercializado en España solo por la empresa Fatro. Este laboratorio ha considerado que “el uso [del fármaco] no ha tenido impacto en las poblaciones de buitre de la península ibérica”. Aunque no ha respondido a las preguntas de elDiario.es sobre el caso del buitre negro, Fatro argumentó en un artículo propio que la “recogida de cadáveres y el control de muladares está muy regulado en España”. Y ha utilizado una revisión de reses depositadas en puntos de alimentación de aves realizada, en parte, por los mismos investigadores del IREC para sostener el uso de su producto: en 228 cadáveres hallaron un 0,44% de diclofenaco y un 1,03% de otro medicamento tóxico como es el fluixin.
Retirada de carroña por valor de 1,5 millones
España es el refugio de los buitres europeos, de ahí la importancia de minimizar sus riesgos. El 94% de los leonados, el 98% de los negros, el 97% de los alimoches y el 63% de los quebrantahuesos vuelan en territorio español.
Los investigadores entienden que sus trabajos sustentan, por un lado, “la necesidad de una buena gestión de los muladares para carroñeras” al tiempo que el hallazgo en Boumort evidencia que deben “controlarse de cerca las poblaciones de buitre y llevar a cabo estrictas medidas de regulación para prevenir envenenamientos”.
Rafael Mateo recuerda que, hasta la autorización del diclofenaco en 2013, se estaban utilizando otros antinflamatorios que no eran tóxicos. “Tendría que hacerse un control muy estricto para que, de verdad, no llegue a la cadena alimentaria silvestre”. Un control complicado de realizar en explotaciones ganaderas en régimen extensivo al tiempo que obligaría a que todas las reses terminaran en un contenedor y a contratar –y pagar– un servicio de recogida. Porque, según los investigadores Antoni Margalida y Mari Àngels Colomer, los buitres eliminan unas 9.000 toneladas de carroña cada año del campo español. La mayoría proviene de reses ganaderas. Un servicio que equivale a cerca de 1,5 millones de euros anuales.