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Ana, o la ganadería ecológica en tiempos de pandemia

Ana en su explotación en la Sierra del Rincón / Olmo Calvo.

Teresa Rodríguez Pierrard

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El trabajo ya era duro y cuesta arriba antes de la crisis sanitaria. Duro, pero bonito, motivador. Ahora, la pandemia de COVID-19 lo ha puesto más difícil. Ana Ruiz de Ozaeta, ganadera y agricultora, desarrolla un proyecto agroecológico entre las sierras de Guadarrama y Ayllón. Un sistema sostenible al que la crisis sanitaria le ha puesto más palos en las ruedas: aunque siguen trabajando, la distribución y la venta cuestan más de lo normal. No disponen de la logística necesaria para estos tiempos de distanciamientos social. Su principal fuente de ingresos es la venta directa que ha quedado completamente paralizada. En definitiva, no hay bastantes ingresos, y sí gastos de mantenimiento.

“Sentimos que aportamos y que nos queda mucho que aportar. Trabajamos un nuevo modelo de gestión de la tierra, un sistema productivo sostenible respetuoso con el medio ambiente. Y es que tenemos que entender que dentro de una misma granja no todo tiene por qué ser productivo”, cuenta Ana que, aunque villalbina, es hija adoptiva de Montejo de la Sierra y lanzó esta aventura hace más de siete años.

En este pequeño rincón de la biosfera llamado Sierra del Rincón, pastan ovejas y cabras, los amarillos y ocres de la meseta pasan a los verdes lechuga y musgo que tanto asociamos a los rincones norteños de la geografía. Es aquí donde Ana, propietaria de la Granja Prados Montes, se ha convertido en sinónimo de soberanía alimentaria que trata de permanecer en medio de una pandemia que lo está cambiando todo y subrayando la importancia del sector primario.

Con todo, esta nueva pobladora no se resigna. Lleva mucho tiempo luchando contra las adversidades para levantar su proyecto con el apoyo de su pareja Guillermo, y esto será un obstáculo más de todos lo que ya han superado. Entró de nuevas en un municipio y en un sector que no le eran propios, dificultades que se suman a ser mujer, y a liderar no solo un proyecto agroecológico, sino holístico, lo que implica que, al englobar tantos frentes, las pruebas burocráticas que ha tenido que afrontar no han sido pan comido ni mucho menos.

Holístico implica que el sistema intenta cerrar todos los ciclos naturales posibles. “Las ovejas nos dan el estiércol para abonar las plantas, las plantas dan polen para las abejas, las abejas nos dan miel, las lombrices hacen el compost para las plantas…”, describe.

Agricultura que protege la biodiversidad

Gracias al proyecto establecen corredores naturales donde pueden sobrevivir las especies silvestres, sitios donde se cede ante la naturaleza, espacios simplemente sostenibles y otros espacios donde la productividad y la sostenibilidad se dan la mano en un modelo defendido por organizaciones ambientalistas como Amigos de la Tierra.

La Granja Prados Montes cuenta con ovejas, cabras, abejas, lombrices, frutos rojos, árboles frutales, huertas, gallinas, un bosque comestible, y por supuesto grandes espacios donde la naturaleza campa a sus anchas y los prados cuentan con el cariño y el tiempo necesario para poder regenerarse.

Unas cien ovejas de raza colmenareña, autóctonas de Madrid, en peligro de extinción conforman el rebaño de Ana. Una vez más la productividad no es la principal motivación para haberse hecho con un ganado de estas características. Cuenta que son las que mejor se adaptan al clima de alta montaña, que comen de todo y son las más fuertes, que mantienen vivo y fértil el suelo y limpian el bosque de maleza, evitando posibles incendios. La raza en sí está protegida porque no se considera productiva, sin embargo, estos agricultores han sabido integrarla dentro de su proyecto.

Pero ¿cómo consiguen que se regenere el suelo? Con el pastoreo racional voisin. Con este método se plantean corrales temporales que van cambiando de forma periódica. Hoy están en un pasto, y pasarán dos o tres meses hasta que vuelvan al mismo sitio. Esto hace que el suelo se nutra de nuevo, que el pasto vuelva a crecer y que la biodiversidad funcione.

No nos deja de sorprender la variedad de biodiversidad que aglutina esta granja de reconversión a ecológico en agricultura y en apicultura. Los frutales son una de las joyas de la corona de este gran jardín comestible de dos hectáreas.

Ana tiene las cosas muy claras, y con cada explicación y comentario deja ver que ella también está plenamente integrada en los ciclos naturales a los que acompaña cada día. “Yo no hago nada que no hayan hecho las mujeres antes. Lo que nos diferencia es que yo cotizo a la seguridad social y ellas no cotizaban. Yo soy titular principal de la ganadería y agricultura, y ellas no lo eran. Pero no hacemos nada que no hayan hecho nuestras abuelas”.

La soberanía alimentaria, la resiliencia se construye día a día, las ganaderas ecológicas extensivas lo hacen todos los días.

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