Es una de las órdenes religiosas más antiguas del mundo, cuyo origen se remonta a la época de las Cruzadas. La Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta se fundó en 1048 por caballeros laicos de familias nobles. Mil años después, tienen presencia en 120 países, y su gran maestre, nombrado por el Papa, tiene rango de cardenal.
Es la única orden de aquella época de templarios que se mantiene en pie y que conserva un auténtico poder en el Vaticano. Tanto, que algunos quieren utilizarla para remover a Bergoglio y frenar las reformas que está implantando. Incluso han marcado una fecha: el 8 de enero de 2017. Si para entonces Francisco no da marcha atrás en algunas medidas, los sectores más ultraconservadores arremeterán contra él.
El objetivo es apuntalar su poder en el Vaticano y frenar cualquier intento de cambio en la Iglesia, para lo que además de con poder interno, los líderes de esta corriente cuentan con el apoyo de un auténtico ejército de organizaciones, asociaciones y grupos mediáticos de tendencia ultraconservadora.
Algunos de los miembros de este sector pertenecen a los movimientos más conservadores de la Iglesia (kikos, Comunión y Liberación o algunos sectores del Opus Dei), mientras que otros forman parte de sociedades secretas, entre ellas El Yunque en España. En su órbita giran asociaciones como HazteOír, fundaciones como Educatio Servanda, o agitadores mediáticos a través de la red, que se han convertido en defensores de las tesis de Burke y, por oposición, en los principales enemigos de las reformas de Francisco.
El escándalo de la Orden de Malta
El último capítulo de esta pugna por el poder tiene que ver con el cardenal norteamericano Raymond Burke, que ha destituido al gran canciller de la Orden de Malta, el maltés Albrecht von Boeselager, sin conocimiento ni autorización del Papa. Burke es uno de los cuatro ultraconservadores y férreos opositores al Papa que ya le han amenazado por el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar.
Tras las protestas de antiguos dirigentes de la Orden, el Papa ordenó la creación de una comisión de investigación para analizar las razones del cese del gran canciller. Desde el entorno del cardenal Burke se aseguró que Francisco había exigido la dimisión de von Boeselager por un programa que la Orden gestiona en Myanmar para proporcionar preservativos a mujeres víctimas de explotación sexual.
Sin embargo, fuentes vaticanas confirmaron que ambas razones eran falsas: ni el Papa había pedido la destitución, ni el supuesto reparto de condones había sido estudiado por las autoridades vaticanas. Por ello, Bergoglio decidió crear una comisión para investigar las razones de la destitución de von Boeselanger.
Lejos de asumir las órdenes del Papa, la Orden de Malta emitió un comunicado en el que tachaba de “inaceptable” la decisión de Francisco. El grupo sostenía que la destitución de su gran canciller fue un “acto de administración gubernamental interna de la Soberana Orden de Malta, y por tanto queda únicamente dentro de su competencia”. Sin embargo, en la práctica la orden actúa como cualquier otra congregación, que está sometida, en última instancia, al poder papal.
El grupo tiene muchos rasgos de un Estado soberano. Emite sus propios sellos postales, pasaportes y placas para automóviles y mantiene relaciones diplomáticas con 106 estados, incluido el Vaticano. Sin embargo, es el Papa quien nombra a su gran maestre entre los cardenales para “fomentar los intereses espirituales” de la orden, así como su relación con el Vaticano.
El escándalo en la Orden de Malta es la punta del iceberg de las disputas en el interior de la Curia vaticana entre los elementos más reaccionarios a las reformas, y los sectores liberales, que apoyan al Papa Francisco en su deseo de acabar con la corrupción, el secretismo y las luchas de poder en el Vaticano.
Burke, el “antipapa”
El cardenal Burke se ha autoerigido como el líder de la corriente contraria al Papa actual, a quien los sectores ultraconservadores tachan de “hereje” y de “antipapa”. Es el patrono de la Orden de Malta desde 2014, cuando el Papa Francisco lo destituyó como juez de la Corte Suprema Vaticana.
Parecía un retiro dorado para uno de los cardenales más conservadores y más reticentes a cualquier tipo de reforma en lo relativo a la doctrina moral y sexual de la Iglesia, así como a la integración de homosexuales o divorciados, o a dotar de una mayor relevancia a laicos y mujeres en cargos de responsabilidad en la Curia.