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“Cerrar los ojos y al abrirlos encontrarte en otra posguerra”

Antonia Ruíz (tercera por la derecha, de negro) y sus compañeros protestan delante de las oficinas de Ecomed en Murcia (Foto: CCOO).

Elena Cabrera

Toñi no se puede creer que, a sus 60 años, volviera a ver cómo se hacen indispensables las cajas de resistencia, “como en los años 70”. Llámalo banco de alimentos o una cuenta corriente donde hacer una donación, pero se trata de lo mismo, de una caja en la que todos meten un poco para que puedan resistir los que están en la lucha. Es el caso de Toñi, Antonia Ruíz Jiménez, y sus 25 compañeras que trabajan de limpiadoras en la Base Aérea de Albacete y las 11 que lo hacen en la Maestranza Aérea de la misma ciudad. La empresa murciana Ecomed les debe 11 mensualidades y ellas están en huelga indefinida desde el 29 de septiembre, tras haber agotado las vías de negociación.

Toñi es delegada sindical por Comisiones Obreras y representa a sus compañeras cuando se sientan a intentar resolver un conflicto en el que está implicado no sólo Ecomed sino también el Ministerio de Defensa. “Somos terreno de nadie, no se responsabiliza de nosotras ni la empresa de limpieza ni Defensa, y somos muchas familias pasándolo muy mal”. Al teléfono, la voz de Toñi suena resuelta, viva, con fuerza pero también con emoción y, en algún momento, se quiebra. Para sus compañeras, ella no es sólo la delegada. Por las tardes la llaman por teléfono con la excusa de preguntarle cómo van las cosas, si se sabe algo, pero la necesitan también porque ella es la fuerte y escucha y da ánimos y les dice que todo se arreglará.

“Después de 20 años trabajando en Defensa creíamos que allí teníamos nuestra casa” recuerda Antonia, que durante estas dos décadas ha pasado por múltiples subrogaciones de diferentes contratas, cada dos años una diferente, hasta que Ecomed se hizo con el concurso a finales de 2009, y comenzó el desastre. “Ecomed tiene triturada toda Andalucía y Murcia. Nosotras sabemos que Defensa está pagando religiosamente nuestros salarios a Ecomed pero la empresa ha desviado el dinero a otra cosa porque ha interpretado que nosotros somos como su banco particular. Saber que ellos han cobrado, pero tú no... no lo entiendo”. En este no entender se incluye por qué el Ministerio consiente este trabajar gratis de casi 40 personas limpiando sus instalaciones, por qué no puede pagarles directamente, por qué no adjudica el servicio a otra empresa solvente, por qué no denuncia, por qué no hace algo. “Hay trabajadoras indignadas que piensan que Defensa podía haber hecho más. Yo ahí ya no entiendo. Pero posiblemente. No voy a entrar. Cuando hemos ido nos han atendido bien”. Toñi es comedida y rompe una lanza por el coronel responsable de contratación, quien, cuando comenzaron los retrasos, cogía el teléfono delante de ella y llamaba a la empresa para ver qué pasaba y unos días después cobraban, “pero llegó un momento en el que ya no podían hacer nada”. Toñi lleva tiempo esperando una reunión, que no llega nunca, con este responsable. “Yo soy una triste delegada que sé de limpieza pero cuando llega la mesa de negociación estos van con sus gabinetes jurídicos y yo con el sindicato”.

Aquellos tiempos pomposos

Desde esa tierra de nadie, desde ese lugar frío y difícil que es la huelga indefinida, desde sus casas, desde la calle, desde sus cuentas bancarias rotas, la gratitud más incondicional de Toñi es para el sindicato: “algunas estábamos más fuertes de dinero pero otras no y a las que no las empezamos a ayudar discretamente, sin que el resto se enterara, porque en esto hay quien lo entiende y quien no. Pero cuando a las que sí podíamos ayudar se nos empezó a hacer cuesta arriba y ya tampoco podíamos afrontar ni eso, el sindicato nos ayudó y abrió una cuenta solidaria”. Remedios, Maribel, Gloria, Merce... Toñi nombra a sus compañeras de Actividades Diversas en Comisiones Obreras de Albacete. “Es la única cosa —asegura Toñi— que nos queda a los trabajadores cuando no tenemos ni fuerza ni voluntad. Si no fuera por ellos, más de uno y dos han dicho que se quitaban la vida, que ya no podían más, y ellos han puesto dinero de su bolsillo particular. Para nosotros es más que un sindicato, es apoyo, es lágrimas, son personas que han estado a las once de la noche animando a alguien cuando sus palabras eran tan fuertes como tirarse por la ventana o no tener nada que perder”.

Toñi vive con su marido. Tuvieron dos hijos, que ya se independizaron. Una hija abogada y un hijo mecánico de tractores. Ambos tienen trabajo. Su marido cobra una prestación por invalidez de 400 euros. El salario base de Antonia es de 600 euros que gracias a complementos como la antigüedad llega hasta los 780, en once mensualidades. Cuando terminaron de pagar los estudios de su hija, el matrimonio decidió meterse en una hipoteca. “Me la concedieron cuando estaba pomposa, pero mi marido pasó de ganar 1.500 euros a 400 y ahora a mí no me pagan y tengo que hacer frente a una hipoteca de 550 euros y pagar la luz y el gas y la comida. Empiezas tirando de los ahorros y luego sigues con tus recuerdos y vendes lo de oro que tienes y así vas tirando...” Antonia se emociona y me advierte que lo que me cuenta no es sólo su historia, que habla también en nombre de sus compañeras y muchas de ellas están bastante peor que ella. “Porque yo tengo a mis hijos pero hay personas separadas y personas que no tienen recursos y no pueden vivir sin esos 700 euros. Entonces echan mano de vecinos y de amistades”. La casa de Toñi y de su marido está a 13 grados porque no ponen la calefacción para que no se dispare el recibo del gas, que no sabe si podrá pagar, y prefiere reservar el poco gasto que haga para cocinar “pero no un cocido que dura cinco horas, sino lo que es hervir un agua rápida para hacer una sopa”. Y se acurruca en el sofá con una manta y la televisión apagada para gastar poca luz.

Para Toñi, esto que le está pasando es “como un hachazo”. En tres meses, muchas familias como la suya han pasado de estar acomodadas a estar necesitadas. “Ha sido como cerrar los ojos y al abrirlos encontrarte en otra posguerra, como 20 años atrás”. Ella recuerda que su padre era capaz de trabajar dos horas más al día al terminar la jornada para que sus hijos se pudieran calzar, que cargaba su bicicleta de leña en pleno verano para acumular para el invierno, mientras los demás se reían, pero luego llegaba el invierno y los otros iban a buscar madera cuando ya no quedaba nada. “Mis padres eran los que me ayudaban pero a la gente de mi edad son los hijos los que están ayudando a los padres. Vienen tus hijos a abrirte la nevera a ver si necesitas algo, o te llevan engañada a la peluquería porque si no tú no vas, y eso te hiere porque siempre les has cuidado tú y estás acostumbrada a eso”.

No hay rescate para el desgraciado

Por estas fechas, sin ir más lejos el año pasado, Toñi saldría a la calle a pasear y ver los comercios, hacer compras para Navidad. Ahora no lo hace y no quiere salir. No quiere ver los escaparates llenos de cosas que no puede comprar. “Es el pan de cada día en múltiples casas de toda España, temerosos de que suene el teléfono por si es alguien que te reclama algo, o que venga el cartero con un certificado de un impago. Antes los bancos, cuando ingresábamos nóminas, si venía un recibo y no había dinero ellos asumían esos 20 o 30 euros. Pero ahora cuando no hay dinero y pasan la luz o el gas, me cobran 16 o 20 euros de intereses que tengo que pagar yo, ¿y a mí quién me va a devolver esos intereses?, ¿esa es la justicia que hay? Se está ayudando al que más tiene, están defendiendo a quienes se están quedando con el dinero, a ellos sí se les rescata, y al desgraciado de turno como yo, le quitamos la casa”.

La Base Aérea de los Llanos es un lugar muy grande, casi un pueblo, con cocinas y botiquín, que requiere, como cualquier otro lugar, de limpieza. Toñi cree que, desde que están en huelga, es la tropa quien limpia las instalaciones. “En la base se alardeaba del buen equipo de limpieza y ahora somos como pecado, no se habla de nosotras. Si hay 1.200 personas allí, pues no he recibido ninguna llamada ni he visto a ninguno en manifestaciones. Y hablo del personal civil porque yo entiendo que los soldados hay muchas cosas que no pueden hacer debido a la disciplina militar pero los civiles sí, y hace dos días nos llamábamos compañeros y nosotras hemos estado cuando se han manifestado otros funcionarios”, recuerda Toñi con amargura. A ellas las llaman “personal no productivo”, pero si no hay limpieza no hay condiciones para producir, replica Antonia, “necesarias sí, pero productivas no”.

Ecomed ha entrado en concurso de acreedores y se están celebrando juicios por el dinero que se adeuda a los trabajadores, cuyas sentencias empezaremos a conocer a finales de diciembre o ya en el nuevo año.

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