Certezas y lagunas sobre el contagio del virus de la garrapata
- De las 190 personas que han tenido contacto con ambos infectados, el 70% son personal médico. Otras dos personas han sido hospitalizadas por posible contagio
La Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid y el Ministerio dirigido por Fátima Báñez se enfrentan por primera vez a un virus del que nunca se había contagiado nadie en España: el que provoca la fiebre hemorrágica Crimea-Congo. El 25 de agosto falleció un hombre a causa de esta enfermedad. Murió después de contagiar a una de las enfermeras que lo atendió en la UCI en el hospital Infanta Leonor. Entonces, nadie podía sospechar que el paciente tenía este diagnóstico ya que ni sus síntomas ni la analítica revelaban una hemorragia. Por tanto, no se activó el protocolo contra el contagio de las fiebres hemorrágicas.
Reconstruimos qué ocurrió desde que una garrapata picó al paciente “índice”, el primer infectado, en un pueblo de Ávila.
18 de agosto: diarrea y fiebre
Un hombre de 62 años llega al hospital Infanta Leonor de Madrid con diarrea y fiebre. Le hacen varias pruebas, entre ellas una analítica y queda ingresado. No presenta síntomas de hemorragia ni hay evidencias de ella en los análisis de sangre.
En el centro hospitalario, refiere que en un paseo por el campo encontró una garrapata en su pierna unos días antes (el periodo de incubación del virus es, entre parásito y humano, de entre uno a tres días). El personal médico toma medidas de seguridad estándar, pues estos animales pueden transmitir y ocasionar diversas patologías víricas y bacterianas.
Los profesionales, dado que las pruebas no aportan ninguna pista, no sospechan que pueda tratarse de fiebre hemorrágica Crimea-Congo. “El diagnóstico con esta información era imposible”, explicaba a este medio uno de los expertos del comité que ha creado la Consejería de Sanidad.
El Instituto de Salud Carlos III desarolla en un documento el Protocolo de Vigilancia de las Fiebres Hemorrágicas Víricas. El objetivo del protocolo es “detectar precozmente la presencia de un posible caso para adoptar de manera inmediata las medidas de control adecuadas para evitar la aparición de casos secundarios” y en él se incluyen el conjunto de síntomas que deben poner en alerta a los sanitarios: fiebre superior a 38,3º y al menos dos manifestaciones hemorrágicas. El paciente no presentaba ninguna evidencia de estas últimas.
Además, es la primera vez que se produce un contagio a humanos en Europa Occidental y los médicos, reconoce Sanidad, no tenían “experiencia en el diagnóstico y el tratamiento de este virus”.
¿Cómo se convirtió la garrapata en “vector portador” del virus? La Consejería de Sanidad maneja la hipótesis de que la portadora inicial fuera un ave migratoria. Según el Instituto de Salud Carlos III, “los principales reservorios son roedores y numerosas especies de animales vertebrados silvestres y domésticos que actúan como huéspedes naturales que amplifican la diseminación”.
19 de agosto: empeora mucho
Se diagnostica al paciente ingresado un fallo hepático, de manera que el personal médico pone toda su atención en este problema. El empeoramiento de su estado es muy rápido y pasa a la Unidad de Cuidados Intensivos, donde trabaja la enfermera contagiada que actualmente está aislada en la hospital Carlos III de Madrid.
23 de agosto: trasplante de hígado
El pronóstico del paciente sigue empeorando y se activa el protocolo para buscar urgentemente un donante de hígado. Los médicos en ese momento aún desconocen la razón de ese fracaso hepático en un hombre sano. El paciente es trasladado al hospital Gregorio Marañón mientras se continúa buscando un órgano para él. Allí se toman las medidas de seguridad habituales.
Del 19 al 23 de agosto: contagio de la enfermera
En ese intervalo de días, la enfermera contagiada atiende a su paciente en la UCI del Infanta Leonor y tiene contacto con algún fluido del hombre por una vía desconocida. La profesional no refiere tras ser preguntada en el hospital ningún “accidente biológico”.
¿Cómo pudo contagiarse? La Consejería advierte de que el contagio se pudo producir dentro de las “maniobras habituales de urgencia en una UCI”, como intubar sin guantes. “Los virus –puede leerse en el protocolo del Carlos III– pueden penetrar a través de mucosas, erosiones cutáneas, pinchazos con agujas contaminadas...”. La vía de transmisión entre humanos son los fluidos o el contacto con ropa u objetos contaminados con esos fluidos. Todas las hipótesis están abiertas en este punto.
¿En qué momento aparecieron los primeros síntomas leves? ¿Continuó trabajando entonces? La Consejería de Sanidad informa de que “los pacientes asintomáticos no pueden trasmitir la enfermedad”, así que mientras no tuviera esos primeros síntomas no existe ningún riesgo de contagio. Con todo, se ha procedido de manera preventiva al aislamiento de personal médico, pacientes y familiares que estuvieron cerca de ella.
La duración del periodo de incubación del virus tras el contacto con sangre o tejidos infectados es normalmente de cinco o seis días, exactamente el intervalo de tiempo que pasó desde el día 23 al 29, cuando llegó al hospital con síntomas.
25 de agosto: muerte sin autopsia
El paciente “índice” fallece en el hospital Gregorio Marañón tras dejarle de funcionar el hígado. Al cuerpo no se le practica autopsia porque es un procedimiento que solo se lleva a cabo en casos de muertes repentinas o violentas o si los familiares así lo solicitan.
29 de agosto: aíslan a la enfermera
La enfermera que entró en contacto con el paciente infectado acude al hospital Infanta Leonor donde trabaja con “fiebre inespecífica, petequias y dificultades para respirar”. Sus propios compañeros avisan a la Dirección General de Salud Pública para activar el protocolo de vigilancia de las fiebres hemorrágicas víricas. Se toma la primera muestra para enviar al Centro Nacional de Microbiología. El mismo procedimiento se lleva a cabo con los fluidos del fallecido.
Se procede al aislamiento de la paciente en una habitación a la que solo se puede entrar con gorro, mascarilla y calzas. Es una situación de medidas de seguridad similar a la que se vive en la antesala de un quirófano. Para que ella no contagie, por un lado, y para evitar que sea contagiada por cualquier infección más, por otro.
31 de agosto: primer 'sí' del virus
Se recibe el primer positivo del Centro Nacional de Microbiología del virus que provoca la fiebre hemorrágica Crimea-Congo. Para que el diagnóstico sea fiable, tiene que haber al menos dos o tres positivos, así que se envía otra muestra. A la espera de los resultados, se traslada a la paciente al hospital Carlos III de Madrid, especialista en enfermedades tropicales. Es el mismo centro en el que estuvo aislada Teresa Romero, la enfermera española contagiada de ébola en 2014.
Allí se encuentra en la Unidad de Aislamiento de Alto Nivel del Carlos III, donde se está siguiendo el mismo protocolo de seguridad que se aplicó cuando Romero estaba ingresada. El personal que entra al habitáculo debe llevar un traje especial y unos guantes.
1 de septiembre: confirmación y contactos
Se confirma que los dos pacientes con síntomas similares tenían fiebre hemorrágica Crimea-Congo. La Consejería de Sanidad identifica a 190 personas, el 70% personal médico, que han tenido contacto con los infectados y estudia su nivel de riesgo.
Ninguna está ingresada porque están todas asintomáticas. No obstante, todas reciben llamadas “proactivas” dos veces al día para recordarles que se tomen la temperatura y preguntarles si han detectado algún cambio o síntoma. “De esta manera conocemos cualquier indicio en un periodo máximo de 12 horas”, asegura uno de los expertos del comité creado por la Consejería de Sanidad para seguir el caso.