“La física fue inventada y construida por los hombres, no se accede a ella por invitación”. Apenas unos días antes de que Donna Strickland y Frances Arnold hicieran historia al convertirse en las dos primeras mujeres en ganar el Nobel de Física y el de Química en el mismo año, un investigador de una de las mayores instituciones científicas del planeta, el laboratorio europeo de física de partículas CERN, aseguraba que las mujeres no solo no están discriminadas en el mundo de la física, sino que son los hombres los que lo están.
El investigador Alessandro Strumia, que ha sido suspendido mientras se lleva a cabo una investigación interna sobre lo sucedido, realizó estas declaraciones durante una charla en un evento sobre física y género. Strumia utilizó datos claramente sesgados o poco representativos durante su exposición, en un claro ejemplo de lo que en ciencia se conoce como cherry-picking (escoger solo aquellos resultados que confirman tu hipótesis rechazando el resto). Sin embargo, en algo tenía razón, la física es cosa de hombres.
A pesar del impulso dado este año a las mujeres investigadoras con los dos premios Nobel concedidos a Strickland y Arnold, sigue existiendo una importante infrarrepresentación de las mujeres en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, conocidas en el mundo anglosajón como STEM.
Según el Gender in the Global Research Landscape, en Estados Unidos y la Unión Europea las mujeres representan más del 40% de los investigadores. Sin embargo, la representación de las mujeres en ciencias de la salud es relativamente elevada, mientras que en Física los porcentajes no superan el 25% en ninguna de las regiones analizadas.
Aunque la infrarrepresentación es un problema cuyas causas son complejas, al contrario de lo que expresaba Strumia la realidad es que la mayor parte de los análisis realizados en los últimos años han demostrado la existencia de sesgos machistas que complican el acceso de las mujeres a este tipo de carreras. Es más, las mujeres que accedan estas carreras se encontrarán con un entorno que no es precisamente benévolo con ellas.
Un ambiente 'hostil' para las mujeres
Así lo han reconocido varias de las escasas premiadas con los Nobel de ciencia en los últimos años. La ganadora del Nobel de Medicina de 2008, Francoise Barré, aseguró en su día que “ciertas personas, hombres, por supuesto, me desanimaron, diciendo que esta no era una buena carrera para las mujeres”. Unos años antes, fue Gertrude B. Elion, ganadora del Premio Nobel de Medicina de 1988, la que aseguró: “No me había dado cuenta de que había puertas cerradas hasta que empecé a tocarlas”.
También las premiadas de este año se han hecho eco de los problemas que sufren las mujeres en las áreas STEM. Arnold aseguraba en un programa de la radio pública estadounidense que “hay personas que dudan que una mujer pueda hacer este trabajo tan bien como un hombre”. Strickland, por su parte, insistió en la necesidad de “reconocer el trabajo de las físicas” y expresó su deseo de que “de ahora en adelante haya más que ganen este premio”.
No son las únicas en reconocer este problema, que está lejos de ser una lacra del pasado. Según un estudio elaborado este mismo año por el Pew Research Center, el 50% de las mujeres que trabajan en áreas STEM reconoce haber sufrido discriminación por género, lo que hace que perciban el lugar de trabajo como un ambiente más “hostil” que los hombres. Además, el estudio concluye que en estas áreas “la discriminación y el acoso sexual se consideran más frecuentes, y el género se percibe más como un impedimento que como una ventaja para el éxito profesional”.
Estudios anteriores también han mostrado que las mujeres científicas pueden ser evaluadas de forma más negativa que los hombres, lo que se conoce como efecto Matilda. Un estudio publicado en 2012 observó que cuando se mostraba un mismo currículum a distintas instituciones académicas de EEUU, éste obtenía mejor valoración si era de un hombre. Otra investigación más reciente mostró que los artículos escritos por mujeres ingenieras reciben menos citas que los de los hombres, pese a que ellas publican en revistas de mayor impacto.
Mayor igualdad social, más desigualdad en ciencia
Sin embargo, estos resultados no son del todo concluyentes y estudios realizados en los últimos años han puesto en tela de juicio que las diferencias observadas en las carreras científicas se deban solo a estos sesgos machistas. De hecho, los datos demuestran que en los países más igualitarios, los porcentajes de mujeres que se dedican a la ciencia son menores que en los países donde existe un machismo mucho más marcado.
Según un artículo publicado en la revista Psychological Science este mismo año, esto podría tener que ver con el hecho de que las mujeres de países con mayor desigualdad de género buscan carreras que les ofrezcan libertad económica lo antes posible, algo que a menudo ofrecen las carreras STEM, mientras que en los países más igualitarios, las mujeres tienen libertad para elegir la carrera que más se adapte a sus gustos o aquella que crean que se les va a dar mejor.
Esto podría llevar a pensar que la diferencia observada entre hombres y mujeres en áreas STEM se debe simplemente al hecho de que los gustos entre hombres y mujeres difieren, como defienden algunos, pero el problema no es tan sencillo.
Efectivamente existen estudios que demuestran que las mujeres tienen cierta tendencia a escoger profesiones en las que interactúan con personas, mientras que los hombres tienden a escoger aquellas en las que la interacción es principalmente con objetos. Sin embargo, estos resultados están lejos de explicar los datos observados en las áreas STEM.
Mayor influencia sociocultural que biológica
Uno de los motivos que pueden acrecentar esta diferenciación, y que explicaría los resultados en los países más igualitarios, podría estar relacionado con la percepción que los niños y niñas tienen de sus propias cualidades. Según un informe publicado por la OCDE, las niñas afrontan con mayor ansiedad que los niños las materias relacionadas con ciencias y, por lo general, se sienten más presionadas y peor dotadas para asignaturas como matemáticas o física, pese a que sus calificaciones suelen ser similares o incluso superiores a las de los chicos.
No existe una respuesta clara al por qué se produce esta situación o cuáles son los factores que más influyen en una decisión individual. Sin embargo, una reciente revisión de estudios sobre esta cuestión concluyó que “los factores socioculturales, tales como las creencias sociales y las expectativas sobre las diferencias de capacidad entre hombres y mujeres (por ejemplo, los hombres son analíticos y lógicos, las mujeres son emocionales e histéricas) y las presiones culturales sobre lo que se consideran intereses tradicionalmente masculinos o femeninos (por ejemplo, ”los niños no juegan con muñecas“), son mucho más propensos que la biología por sí sola a influir en las decisiones profesionales”.
Los investigadores concluyen que solo “maximizando el número de opciones profesionales que las mujeres perciben como alcanzables y compatibles con sus habilidades y preferencias” se podrá conseguir mejorar la situación. Hasta entonces, “un gran número de mujeres con talento matemático continuarán pasando desapercibidas cuando sus elecciones se vean restringidas por barreras culturales, estereotipos de género o desinformación” y casos como el de Strickland y Arnold seguirán siendo una mera anécdota.