La semana del 9 de marzo de 2020 las administraciones decretaron el cierre de todos los colegios e institutos de España, las clases pasaron a ser online y los niños y niñas dejaron de socializar entre ellos, todo con el objetivo de frenar al coronavirus. La vuelta, por fin, a las aulas está prevista entre el 4 y el 14 de septiembre, seis meses después, pero con un escenario mucho peor de lo que se esperaba en junio, cuando terminó el anterior curso: nuestro país termina el verano con la mayor incidencia de COVID-19 de los países de su entorno. En zonas donde más alta es, por ejemplo, en las que se ha llegado a superar ahora mismo los 150 casos por 100.000 habitantes durante los últimos 14 días (Madrid, Aragón, Catalunya, Euskadi, La Rioja, Navarra, Islas Baleares, Catalunya), varios expertos llaman a endurecer todas las demás medidas de cara a priorizar un inicio de curso seguro. También incluso a retrasarlo en esos lugares, aunque el Ministerio de Educación en principio ha descartado posponer las fechas acordadas en junio.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), a través de su Director de Emergencias, Mike Ryan, afirmó el jueves pasado que la vuelta al colegio solo es segura ahora mismo “si la transmisión es baja en la comunidad”. El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, recordaba este lunes que “en toda España hay cierto nivel de transmisión comunitaria”, “en algunas muy pequeña y en otras mayor”. Simón admitía que la vuelta a las aulas “implica intrínsecamente riesgo de transmisión”, pero que el objetivo es hacerla segura para niños, profesores, familias, y el conjunto de la ciudadanía.
Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología, recuerda “la función importantísima” de la educación con garantías y la “brecha social” que puede generar otro curso a distancia o incluso semipresencial entre los alumnos que cuentan con recursos y los que no, algo que también apuntó Simón con unas palabras que se viralizaron. Pero Godoy es sincero: “La situación epidemiológica en Euskadi, Madrid, Catalunya y especialmente Aragón hace que sea muy inadecuado abrir tal cual los colegios”. Godoy pide algo a población e instituciones: “Debemos limitar todos el máximo de horas posibles fuera de casa y al mínimo el contacto durante este tiempo para conseguir algo superdeseable socialmente: abrir las aulas. Ha de ser un objetivo colectivo y prioritario, todo el mundo se tiene que mentalizar de que tenemos entre dos y tres semanas para hacerlo”. Y asume que “no se puede descartar, en sitios puntuales, aparte de extremar las medidas, retrasar algo el curso”.
Javier Padilla, médico de familia especialista en Salud Pública y coautor del libro Epidemiocracia, opina igual: “En estas zonas hay que tomar medidas muy determinadas para que, si no se pueden reabrir el 7, sea el 14. No sé si confinar, pero pienso en medidas concretas como volver a la obligatoriedad del teletrabajo, en llenar España de inspecciones de trabajo, limitar eventos como las bodas o aclarar el jaleo jurídico que permite que haya afters aún abiertos. No se prioriza así porque ha acabado calando la idea de que lo peligroso es abrir las clases, cuando lo peligroso es llegar a la situación a la que hemos llegado en Madrid”. Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS, plantea que hay que aceptar que en España hay ahora mismo dos escenarios: “Comunidades autónomas con la incidencia baja y comunidades en las que no se va a alcanzar la incidencia deseable y en las que hay que plantear una entrada diferida, quizá dos semanas más para ganar tiempo. E ir en este tiempo a medidas más drásticas con el objetivo de que los niños puedan volver al cole, no solo de control de brotes. Quizá confinamientos selectivos”.
Una inversión que puede ser rentable
Fuentes del Ministerio de Sanidad concuerdan que restringir más las medidas para garantizar la vuelta al colegio tiene sentido epidemiológico, pero todo ha de hablarse y acordarse con las comunidades, que ahora mismo tienen las competencias finales tanto en educación como en sanidad. Esta semana, ya finales de agosto, hay varias reuniones destinadas a perfilar septiembre entre Ministerio de Educación, de Sanidad, y todas las consejerías autonómicas. Los gobiernos regionales también anunciarán los próximos días algunos de los planes. Simón ha sostenido que no es que la vuelta a las aulas se planee tarde, sino que el trabajo sobre el tema viene de largo y lo que se va a hacer ahora es concluirlo, conociendo la situación real con la que se llega a septiembre. No ha trascendido todavía demasiado de los protocolos que se preparan: Simón avanzaba que previsiblemente se aprobarán dos documentos, uno “base” sobre las normas en cada centro para la reducción de riesgos, y otro, “más propio de Sanidad”, sobre el proceso a seguir cuando haya un positivo en un centro o se declare un brote.
Entre los especialistas hay varias ideas claras, todas compatibilizándose con la mascarilla a partir de ciertas edades, la distancia y la higiene. A las que se suman todos: reducir ratios. “No hay atajos”, zanja Javier Padilla sobre eso. También mencionan entradas y salidas escalonadas y grupos burbuja, aunque todo requiere de una gran planificación. Padilla habla de “adaptar los colegios o incluso emplear centros sociales, museos, hasta iglesias” para diseminar a los alumnos. Pere Godoy, que además de presidente de la SEE es jefe de vigilancia epidemiológica en Lleida, donde han estado trabajando todo el verano para reducir una transmisión que explotó principalmente por las malas condiciones de los temporeros, fija ratios de máximo 15 alumnos como lo ideal en Primaria y Secundaria, la mitad de lo habitual otros años en muchas comunidades. Y otra, incorporada en los planes de varias comunidades ya de una forma u otra: “Que en cada centro haya un profesor referente en COVID-19. A quien hay que formar adecuadamente, y para eso debemos también usar este tiempo, y que sepa cómo actuar ante un caso, una sospecha, orientar sobre cuarentenas y aislamientos… es importante que no sea alguien del equipo directivo, ya sobrecargados, sino personal centrado en eso. Y que sea docente, que conozca al alumnado, no sanitario, los batasblancas no estamos recomendados en los centros”.
Godoy es consciente de que para todo eso se necesitan recursos, sobre todo de contratación de personal: “Hacen falta inversiones pero además de la responsabilidad social, tenemos que meternos en la cabeza que puede ser rentable. Porque si hay brotes mal gestionados en los colegios, va a haber repercusión económica igual. Padres que tengan que pedir bajas para el cuidado de los niños masivamente, por ejemplo. A veces es mejor hacer inversiones a priori, a posteriori las cosas son más complicadas. Ya tenemos la experiencia del turismo: se quiso abrir muy rápido este verano y luego vimos que no era compatible con los brotes”. A día de hoy todavía no hay una orden clara sobre si los progenitores podrán tener permisos laborales si en el aula de los menores a su cargo hay positivos y tienen que aislarse.
Mirar zona por zona, pero con propuestas de incidencia
La OMS se ha limitado a hablar de “transmisión baja”, sin especificar cifras para el regreso escolar. Está previsto que estos días haya reuniones y quizá declaraciones más claras, pero Daniel López Acuña, que también es profesor de la Escuela Andaluza de Salud Publica, se moja antes: la incidencia, bajo su criterio, no debería estar por encima de los 25 casos por 100.000 habitantes durante las últimas dos semanas para reabrir colegios. En Aragón está por encima de los 400, en Madrid y Euskadi de los 300. “Es verdad que no puedes dar una cifra absoluta, pero sí es correcto que haya un referente, un umbral orientativo, y es el que proponemos algunos expertos. Pero se ha de combinar con la tasa de positividad, con el número de PCR realizadas… son muchos factores”, matiza.
Los especialistas coinciden en que hay que mirar lugar por lugar y decidir. Javier Padilla señala además que “no es lo mismo estar en fase de ascenso que de descenso en la epidemia. En Madrid estamos en ascenso, tiene mala pinta. Lo que veo necesario es que, si se retrasa, no sea como en marzo, de manera indefinida y hasta hoy. Que se diga a la población: lo retrasamos dos semanas porque vamos a intentar esto, esto y esto, y este es nuestro objetivo. Lo contrario es una locura. Tenemos que tener claro que, salvo que la situación se agrave mucho, nadie está por la labor de volver a lo que vivimos estos meses en casa. Y la gente se va a organizar igual, harán grupos de cuidados, etc., que también tendrán mucho impacto en las desigualdades. Las instituciones han de decidir si prefieren esos riesgos lo más controlados posibles dentro de los centros, o descontrolados”.