En 2014, España aumentó sus emisiones de gases de efecto invernadero por primera vez en seis años. De hecho fue el país de la Unión Europea que más lo hizo, según el avance remitido por el Gobierno a la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA). El crecimiento fue de 3,5 millones de toneladas de CO2 (o elementos equivalentes), un 1,1% con respecto a 2013.
En la antesala de la Cumbre sobre el Clima (COP21) que se inicia en París el 30 de noviembre, el Inventario Europeo de Gases de Efecto Invernadero indica que el año pasado España encabezó la corta lista de países de la UE que lanzaron más cantidad de estos gases a la atmósfera. Fueron más de 325 millones de toneladas. El club se completa con Letonia, Bulgaria y Chipre. Justamente el viernes 20 de noviembre, el Instituto Nacional de Estadística informaba de que “la economía española emitió en 2013 un 7,8% menos que en 2012”. En 2014 se invirtió la tendencia.
La razón de este crecimiento es, según la agencia, que se ha producido un viraje hacia un uso de “combustibles con más emisiones” a la hora de producir energía. Llama la atención que, habiendo bajado la utilización de combustibles fósiles en un 1,7% y la del gas natural en un 9,3%, la producción de CO2 haya crecido. La respuesta está, analizan, en el “incremento del combustible fósil sólido”, es decir, básicamente, el carbón. Este mineral se quemó un 8% más en 2014. Especialmente a la hora de producir electricidad.
Carlos Arribas, de la organización Ecologistas en Acción, recuerda que “la producción de energía a base de carbón ha contado, entre otras cosas, con el apoyo evidente del Gobierno a este combustible obsoleto y contaminante”. La bajada de los precios internacionales de este mineral también ha contribuido a que aumentara su presencia en el cóctel de fuentes energéticas para generar electricidad.
Para Arribas, que en 2014 se haya vuelto a aumentar las emisiones, refleja “la inacción de las administraciones para poner en marcha políticas contra el calentamiento global”. A su juicio, los descensos previos que se fueron experimentando fueron causados por la “crisis económica”.
La Unión Europea calcula que el curso pasado recortó las emisiones globales de la región en un 4,1%. Las aportaciones de 23 estados que han embridado sus generaciones de dióxido de carbono suman más de 185 millones de toneladas. La EEA contrasta que, en contra de los mensajes que vinculan el crecimiento económico a las emisiones contaminantes, mientas se producía ese recorte de gases, “el producto interior bruto de la zona aumentó un 1,4% de promedio”. La EEA también subraya que no ha habido ningún trasvase hacia la energía nuclear: “Decreció un 0,1% según los datos de Eurostat”, dice.
Las cifras de España son especialmente importantes porque es uno de los seis países señalados por la agencia por “contribuir considerablemente al total de emisiones de la UE”. Ese grupo de estados más contaminantes lo conforman – además de España– Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Polonia. Todos han rebajado sus emisiones. En contraste con España, en Reino Unido, Alemania y Francia han renunciado al carbón en porcentajes que varían desde el 20% de los británicos al 8,2% de Alemania pasando por un descenso del 28% en Francia.
El CO2 acumulado tapona la radiación
El CO2 y el resto de gases de efecto invernadero son mayoritariamente responsables del calentamiento global asociado al origen del cambio climático brusco. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) considera que “es muy probable ” que este cambio“ esté causado por la acción humana. La acumulación de gases en la atmósfera actúa como un tapón e impide que la radiación solar rebotada por la superficie terrestre y marina escape. La reenvía provocando un aumento de temperatura. Este proceso, conocido como forzamiento radiativo, se ve exacerbado por la multiplicación del CO2 generado por los humanos.
La Cumbre del Clima de París busca que se llegue a un acuerdo internacional entre países para contener esas emisiones de manera que el incremento de la temperatura media del planeta (terrestre y oceánica) no supere los 2 Cº hasta 2100. Ese umbral es el consensuado como “punto de no retorno” para evitar una inercia irreversible en ese cambio global de los climas.