La principal razón por la que las españolas no tienen los hijos que desearían es que se lo impiden los problemas laborales. Alrededor del 50% de las mujeres de más de 35 años que viven en nuestro país aducen falta de recursos económicos o dificultades con el trabajo y la conciliación para no tener los hijos que querrían. Lo concluye un estudio del INE que no se realizaba desde el año 1999, cuando el escenario no era tan distinto. Entorno al 45% de las mujeres a partir de 30 que ese año querían tener más hijos no se decidían por problemas de ese tipo: el 31% por falta de recursos, el 14% porque “trabajaban fuera de casa”.
En 2018, el número de hijos ideal que querrían tener tres de cada cuatro mujeres sería, al menos, de dos. La tasa de fecundidad actual es de 1,33 hijos por mujer. La media de hijos que las mujeres querían tener en 1999 se situaba en 2,08, y la tasa de fecundidad en 1,19. Los datos de 2018 son un avance del estudio completo que se presentará el próximo abril, por lo que una gran parte no se puede todavía comparar ni concluir. Pero “vemos que las ganas de tener hijos y las circunstancias que nos llevan a tener menos son una constante”, explica Antonio Argueso, Subdirector General de Estadísticas Sociodemográficas del INE.
Han pasado casi dos décadas desde la anterior encuesta y, aunque ahí también se contaba la diferencia con la fecundación deseada y la real, en esta han prestado más énfasis porque lo ven un “indicador muy importante”: “Hay cierto discurso de que la gente joven ya no tiene hijos porque no quiere y no es así. Queríamos arrojar luz sobre eso y sobre qué es lo que va cambiando”.
“Es la tónica de las sociedades avanzadas: el peso de la responsabilidad”
En los años 70, cada mujer tenía de media 2,7 hijos, pero desde 1982 la tasa no supera el 2,0, indicador a partir del cual la pirámide poblacional es positiva. María Pazos, economista perteneciente a la Plataforma por los Permisos Iguales e Intransferibles, recuerda que esa cifra es muy común en todos los países, “y coincide con la tasa de fecundidad ideal. Si permitiéramos que las personas tuvieran los hijos que desearían, la tendríamos. Pero solo es posible en algunos, generalmente los países nórdicos. En el nuestro, aunque considerado familiarista, se proclaman políticas natalistas pero no se trata bien a las familias”.
Para Paco Camas, sociólogo y analista de Metroscopia, la cuestión es que “pese a los cambios de los modelos democráticos y de familia, cada vez más plurales y diversos, la variable que más sigue condicionando a la gente a la hora de tener hijos son los motivos económicos”. Tiene según él dos dimensiones: por un lado, “en las sociedades avanzadas, en la tónica de otros países, el peso de la responsabilidad y la racionalidad a la hora de tener hijos cada vez es mayor”; por otro, “el peso del contexto económico tras una de las peores crisis que se recuerdan”.
“Si bien en los años 90 se produjo un cambio de valores realmente fuerte en el que los jóvenes se asimilan como más materialistas pero también más comprometidos y preocupados por valores éticos como la igualdad, el medio ambiente o con el cuidado de los hijos, de ese tiempo a ahora no parece una variación importante”, analiza Paco Cama. En todo caso, demográficamente esta invariabilidad supone que “el envejecimiento de las poblaciones es cada vez mayor. La pirámide tenderá a equilibrarse en algún momento y a tomar forma de rectángulo, que haya tantos mayores como jóvenes. Pero eso aún tardará entre 50 y 100 años”.
Cambios desde 1999: preguntar a hombres
La encuesta no se realizaba desde el año 1999 y antes se habían hecho dos en 1977 y 1985 que no están digitalizados. Uno de los motivos por los que no se elaboró ninguna durante los 2000 es, explica Argueso desde el INE, que el CIS sí realizó un cuestionario temático en el año 2006 y respetaron que esa otra institución lo había cubierto. Otro fue la falta de recursos para el Instituto durante la crisis: “Hubiera tocado entre 2013 y 2014, cada 7 u 8 años es un periodo de tiempo adecuado”. Hacer una durante los años de recesión “hubiese sido muy interesante porque, seguramente, la fecundidad deseada no hubiese cambiado a pesar del contexto”.
En el nuevo siglo se han modificado buena parte de las preguntas y se han incorporado otras que tendrán que ver con nuevos modelos de familia. Así, por ejemplo, si bien en 1999 tenía peso la pregunta sobre si las mujeres habían dejado de trabajar, en la de ahora no se ha presentado como dato inicial: “Generalmente esa decisión no va aparejada. Las familias buscan dos sustentadores y nadie se puede permitir el lujo”. Por eso, uno de los factores que todavía no han llegado a explorar pero que se hará en los resultados de abril es lo que influye el pasado laboral y la estabilidad a la hora de decidir ser madre o padre.
Pero sobre todo y como principal novedad, por primera vez en 2018 se ha preguntado a hombres (aunque con una muestra menor, 2.591 frente a 14.446 ). Esto es es una incorporación que desde el INE explicaban por la “perspectiva de género” y porque tenía que ser así para “examinar no solo los niveles de fecundidad sino también los determinantes”. Es decir, si no tenemos las razones de las dos partes no tenemos un mapa completo. Para Paco Camas esta decisión es “una buena noticia”, “significa medir los comportamientos de los hombres y la dimensión sobre cómo nos relacionamos y lo que influye”. La diferencia entre hombres y mujeres no radica tanto en el número de hijos que quieren tener, que también se sitúa para ellos en al menos 2 de media, sino que hay más hombres que mujeres que afirman no querer tener descendencia. El 27% de las chicas menores de 25 no quiere tenerlos, hasta quedarse el porcentaje por debajo del 10% a partir de los 35.
En la nota de este miércoles sí se adelanta que el principal incentivo a la natalidad que demandan las mujeres residentes en España entre 30 y 40 años al Estado es que aumente la duración de los permisos de maternidad y paternidad. María Pazos opina que esa pregunta es confusa ya que no especifica si se aumentan pero se equiparan, “que es lo que necesita en primer lugar. Si no, vamos a incentivar que sean las mujeres las que sean las que se encargan”. La economista cree que las políticas tienen que tener en cuenta que “esto no tiene vuelta atrás. Las mujeres cada vez están más seguras de querer estar fuera de casa, más que hace cuatro décadas y que hace dos. Y hay que ofrecerles alternativas”